miércoles, 6 de septiembre de 2023

Abogados y Procuradores en la política

Para Aristóteles, todo hombre (que no sea bárbaro, mujer o niño) era una bestia de la política, así lo reflejó en su obra escrita. Es por ello que la participación ciudadana sobre los asuntos del estado debería de presuponerse. Es decir, de una manera o de otra el estado debe proveer de las alertas y mecanismos necesarios para que la ciudadanía pueda participar de la política de su patria. Eliminar cualquier clase de señal por el estilo se asemeja a un secuestro de la democracia.

Hay muchas maneras de secuestrar la democracia. Cuando los ciudadanos conforman hordas incomprensibles de fanáticos que se empujan entre ellos para ir en líneas rectas hacia un destino incierto es como si conformaran los músculos del Leviatán para hacerlo víctima de sus instintos más básicos. La sociedad en su conjunto debe actuar racionalmente, como racional es que cuando un cargo importante le robe un beso a una subalterna para desmoralizar a toda la plantilla éste deba ser cesado inmediatamente, junto a todo aquel que le aplauda - sobretodo si esa actuación es impropia de gente civilizada en los tiempos que corremos.

La sociedad evoluciona, y se redescubre a sí misma. Aristóteles no podrá darnos ya muchas lecciones sociales, pero sus aportaciones imperecederas deben ser aprovechadas. La política aplicada sobre una persona le obliga a adoptar dos posibles visiones de ella dentro de su sociedad: puede convertirse en abogado o en procurador de la misma dentro de la sociedad.

Esto es, cuando una persona dice defender ciertas posturas esto es debido a que está dispuesta a llevar los trámites administrativos necesarios - y le da igual las resoluciones, o porque piensa formar parte. Y parecería una estupidez básica lo que digo, pero no lo es: las personas que ven la política, la implicación en grupos activistas, el ir a manifestaciones, etc..., como si fueran procuradores son personas que no son parte, son quienes quieren representar los intereses de esos con los que marchan - son meros aliados donantes. Pero nunca serán compañeros (si usamos la terminología que uso sobre la superestructura). 

Un abogado representa a la parte, y centra su atención en obtener una victoria de parte. Por supuesto, este alegato no es contra la existencia de procuradores, o de cargos neutros en política, sino concretamente contra los que se dedican a la política, los grupos de presión, sociedades sin ánimo de lucro, etc..., con una visión de ser procuradores. O son parte, o que se aparten. Para ayudantes administrativos tenemos a los que contratemos, pero con ellos no discutimos - les damos órdenes.

Este planteamiento puede, insisto, parecer una tontería - y se verá lo lejos que llega. Para empezar este enfoque ayuda a comprender porqué la izquierda siempre está dividida. Resulta que las políticas conservadoras que defienden el capital, el nepotismo o la influencia religiosa saben que no pueden incorporar sus ideas dentro de una democracia como parte, así que defenderán mayormente sus posiciones como si fueran procuradores. Es decir, en política los que se centran en el debate de cómo rellenar el contrato social por definición se le llama socialista. Y el que quiera escabullirse de esa definición verá que es como el mono que quiso escaparse de la mano de Buda...

¿Que os molesta haceros llamar socialistas para veros como demócratas? Bueno, es una palabra. Usaremos otra si tanto os molesta. Pero se puede observar al mono capitalista que quiere desarrollar su vocación, entonces montará una empresa - no necesita un partido político. O se puede observar al mono nepotista, y él creará una gran familia - no encontrará algo así participando de la política. O podemos pensar en el mono religioso, y veremos cómo con ir al templo le basta para saciar su apetito - ¿para qué meterse en la cosa de lo público? Sin embargo el animal público es el que se centra en lo que todos deberíamos de hacer y en lo que todos podríamos hacer.

Cuando varios animales de lo público se juntan la familia, el templo o el dinero no les sirve de respuesta. Formarán, posiblemente, comunas, o crearán observatorios de la defensa de los Derechos Humanos, o se juntarán por cualquier otra motivación que no deba estar reconocida en una lista de opciones. Pero inmediatamente conformarán un grupo de presión en cuanto se conviertan en un verdadero contingente, en cuanto el contingente lo sea para el Pueblo mismo. Es de una lógica aplastante: no es posible aunar en una patria un grupo social que no sea democrático. 

Así, observamos que los que quieran participar de lo público deberán exponer leyes que discrepen de lo existente - que es la razón por la cual se levantan. Y, de la misma manera que decimos que algunos querrán planificar otros abogarán por no planificar tanto, y quienes quieran hacer proselitismo de abandonar todo culto verán legitimado el que abogue por la libertad del suyo propio, y quienes vean una intromisión de la meritocracia contra su familia querrá defender el espacio privado de la crianza de los suyos. Es decir, a la derecha hay formas de abogar principios democráticos, aunque a la izquierda sea lo más habitual, antes de sucumbir al extremismo.

Ahora bien, ¿qué es lo que hace que una persona se enemiste con otras como para que no sea posible la negociación o el diálogo? La fórmula es simple: el cínico en un grupo de serios, así como el amargado en un grupo dinámico son los que sobran. Y cuando una persona conforma un grupo aparentemente social es muy probable que lo vincule con un grupo comunitario, entonces sus aliados conformarán un rol de procurador donde él esperaba abogados de su propia causa - al descubrir la realidad se genera una frustración y un cisma en el grupo. Esto es más habitual en la izquierda porque la izquierda no tiene templos donde desfogar su vocación si no es a través de los propios grupos políticos, estén o no alineados a un partido.

Aún así, se ven grupos comunitarios, como asociaciones vecinales, okupas, skins..., poco a poco lo que pueden ser grupos comunitarios apolíticos donde se junta la frustración de un estado opresor pueden volverse grupos cada vez más extremistas, innecesariamente peligrosos que motivarán cambios que, de no producirse democráticamente bajo las reglas del régimen vigente, se producirán democráticamente de manera violenta contra el régimen. Vamos, que Macron no tiene razón. En cosas de democracia Francia suele equivocarse mucho.

Un país que está lleno de reductos innecesarios que exige más procuradores se vuelve lento, pesado de administrar. Los procuradores son los que consiguen el diálogo, pero se congela la pasión en ellos porque en realidad manipulan su estancia. Les vale igualmente que ocurran las cosas de una manera como de otra. Y el caso es que, si es así, ¿qué pintan ellos en el poder? El poder debe abogar por lo que quiere la gente. La existencia de mediadores de los conflictos son la demostración de que el régimen no desea resolver el conflicto. De que hay un quiste irreconciliable que o es cínico o es amargado y que no permite avanzar.

El modelo democrático, por tanto, debería castigar al procurador para poder apartarlo de la política. Y en socialdemocracia esto ocurre exactamente al contrario: la mayoría de los políticos son meros procuradores que ejercen el rol de actores de un discurso que difícilmente comprenden o asumen como propio.

 

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