jueves, 24 de agosto de 2023

Sin ti no soy nada

Recuerdo hace veinte años cuando dos amigos me pidieron acompañarme hasta la estación de autobuses, porque aún no le habían cogido del todo el truco a callegear desde donde le deja el urbano. Estábamos temerosos porque si no cogíamos el último autobús nos quedaríamos en Murcia. Por cosas del momento, me puse a liderar la huida hacia adelante y, así, a medida que nos acercábamos a la estación aceleraba más el paso, más y más, porque sabía que no podían perderse ya; y, desde mi punto de vista, los motivos por los que hablarles era para tranquilizarles, para decirles que íbamos por buen camino. Así, hasta que, a pocos metros de la estación, una chica me pidió cambio para la cabina de teléfono. Frené en seco, y le atendí. Todos pudieron apreciarlo, una perfecta desconocida de la que pude haber pasado y con la que no habría conseguido nada con ayudarla... Se puede considerar un acto civilizado de amor.

No sé si al día siguiente me lo comentaron, la cosa es ¿qué clase de sociedad conformaríamos si no nos paráramos de vez en cuando para dar soporte a cualquier desconocido? "¿Acaso no pude haber venido a la estación por mí mismo dejándoos a vosotros a la zaga?" Habría sido inaceptable.

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Amaral ha enseñado las tetas. Eso forma parte de la civilización, y muchos se han querido ofender, para hacer así publicidad a su acto. Se dirigió a todas las personas y les quiso recordar cómo se estaba despreciando un mensaje, cómo la gente estaba ignorando algo importante. Hay artistas que, poco a poco, se han convertido en objetivo de feministas radicales - y la gente no se da cuenta de que esa radicalidad nos aleja de la civilización, y nos somete poco a poco al patriarcado de nuevo.

Es muy fácil decir que las letras de los '80, los '90 y la primera década del 2000 son machistas, que ningunean a la mujer, y cosas de esas. Pero yo me pararía un poco a pensar lo que se dice: ¿sabe la gente distinguir una historia de amor de una historia de dependencia emocional? Los que no saben distinguirlos son los tóxicos, y no podemos depender nuestro lenguaje de gente tóxica. 

Toxicidad: Integrante que confunde amor con dependencia emocional.

Cuando nos hacen engullir un tóxico el integrante acaba formando parte de nuestros tejidos, luego con el tiempo y el desgaste comprobamos a la larga que no funciona tan bien, pero para entonces ya es demasiado tarde y nuestro sistema se derrumba.

¿Nos están diciendo las feministas radicales qué es el amor? ¿Nos están dando un substituto a todas esas canciones e historias que no les gusta? ¿Han demostrado que cuando una persona es influenciada por esas historias acaba siendo intoxicada?

Pasaba como con los criminales del rol: ¿vamos a prohibir los juegos de rol comerciales porque hay quien no es capaz de leer la parte en la que ponen que todo lo ahí expuesto es ficción?

Los tóxicos son los que quieren trivializar la criminalidad. Para estudiar un tipo criminal no se puede poner a un individuo perturbado, hay que poner a un profesional que se valga de la ciencia y una metodología seria. De lo contrario nos estaremos riendo de las víctimas, literalmente.

Frenar un momento y pararse a pensar qué está pasando, volver a fórmulas civilizadas y no confundir churras con meninas... Eso es lo que permitirá saber distinguir qué es tóxico y qué no lo es. Si vamos a seguir a alguien, que por lo menos sea una persona con una idea de sociedad que sea inspirador, en vez del enfoque paranoide de que cualquier relación nos lleva a la dependencia emocional - o está regido por la mera reproducción sexual.

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En España se creó una mentira: el amor cortés. Gracias a eso el héroe activo sacrificaba su actividad por una dama. Bien podría ser inspiración de la provenza francesa, con Lacelot robando el amor de la reina; pero la idea del amor legítimo radicaba en encontrar un valeroso caballero que superaba los retos necesarios para conseguir el amor de su amada. Ahora, en el siglo XX, los caballeros bien pueden ser mujeres, los hombres pueden ocupar el rol pasivo - o alternarlo. No hay problema con ello. Nunca lo hubo. Pero la aberración es pensar que debe desaparecer la historia de sacrificio, de ofrecer su cuerpo a la persona amada. 

Cuando el caballero ofrece su brazo lo que está representando es el substituto del acto sexual de ofrecer sus cromosomas. La jugada maestra es que se convierte en un acto racional, y no hace falta hacerlo literalmente. Se trata de un formalismo, un recurso literario, una emoción interna...

Cuando las formas escogidas conforman un sistema en condiciones el resultado es una historia que nos llena de emociones y, objetivamente, ¿se va a negar todo ese mar de emociones generados a lo largo de esa década? La cosa es que si hay que enseñar las tetas para defender que el sacrificio por amor no es dependencia emocional sino un recurso literario..., pues bienvenidas sean.


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