domingo, 22 de mayo de 2022

Necesitamos psicópatas asesinos

El socialista se identifica por defender la paz social, una vez llegada a ésta el progreso que queda está delimitado a la propia educación. Aunque antes de llegar a la paz social cabría esperar dos tipos de puentes revolucionarios: el homicida y el cultural. Este post trata no sobre cómo justificar homicidios, sino de explicar de dónde viene nuestra tolerancia a los genocidios.

Podemos ir hacia atrás en la historia, en los tiempos de la antigua Grecia siempre habría algunos que dirían que es imposible que desaparecieran los esclavos. Unos mil años después podían suponer una futura desaparición de la esclavitud, pero lo que sí que les parecería imposible era acabar con el analfabetismo. Hoy día tanto la esclavitud como el analfabetismo se tratan como merecen: como un error. Puede darse marginalmente, y se puede perseguir al que lleve a cabo esos actos. Por lo que esos asuntos están lo suficientemente erradicados a nivel social como incluso para perseguirlo a escala internacional.

Sin embargo de vez en cuando observamos sectas, crimen organizado, y distintos tipos de guerras producidas desde el poder. El nacionalismo es una forma de corrupción, y muchos dirán que el nacionalismo es algo que siempre existirá. Sin embargo, igual que la esclavitud habría necesitado tolerar el homicidio de los esclavistas también es cierto que para luchar contra el analfabetismo la revolución necesaria fue cultural - no habríamos tolerado el manejarnos con prisas.

Si toca deshacerse de dogmas y religiones, lo que no puede hacerse es iniciar guerras o lanzar castigos desproporcionados. Es decir, la civilización reconoce limitaciones que son trasversales a la cultura. Es más, puede que el problema sea la palabra "castigo": la civilización no parece que pueda constituirse como un colectivo racional si admitimos el castigo dentro de sus normas.

Cuando el esclavo mata a su patrón no lo está castigando; cuando un tutor escolariza a un adulto de educación tardía tampoco lo está castigando. Un niño que intenta aprender los valores democráticos y a formar parte de la sociedad no está siendo castigado por ir al colegio, supuestamente se le está insertando en la sociedad. Igualmente, sorprende que el niño necesite un "castigo" para que haga las cosas correctamente; puede que el refuerzo negativo sea una manera de recordarle el daño que representa el vacío, de increparle duramente para que madure, pero es un concepto que entrado en años está fuera de lugar.

El niño que mata no se hace adulto, así como tampoco el que consigue estafar a varios adultos o conspirar contra un sistema completo. Se observa cómo en ocasiones la venganza es la manera de actuar de las personas, su instinto les dice que es lo correcto. Y la cosa es que si la venganza es tan mala, ¿por qué existe y persiste en la sociedad y ésta no se castiga?

No hay un castigo o una pena expresa que tipifique la venganza, en principio. La venganza suele presentarse en ocasiones como justicia poética, o incluso puede aparecer como una reparación personal. Es decir, se puede justificar por motivos literarios o por motivos psicológicos. Parecería, por tanto, que el daño producido por venganza es una forma de intromisión que tiene el individuo debido a alguna clase de derecho que considera que le asiste.

La cultura latina, las pretensiones mesiánicas, está llena de esa cultura de la venganza. Aunque hay que decir que lo que le asiste el derecho a un individuo a actuar con derecho a castigar es especialmente su narcisismo, el enorme orgullo que tiene por haber nacido como es o donde lo ha hecho, el nacionalismo puede crecer debido a que es una forma de supremacismo. Todo eso a diferencia del patriotismo, que podríamos tildarlo como lo que te empuja a defender a los tuyos (sean quienes sean los tuyos).

No es de extrañar que un país que tiene la creencia de su hegemonía cultural en el mundo, así como capital, donde la educación es tan mediocre y la moralidad tan reducida, combinado con la facilidad para conseguir armas, consiga estadísticas supremacistas confesas o no que sucumban a tiroteos y barbaridades. Todo por el aburrimiento que genera el espectáculo del capitalismo, por la farsa en la que vivimos que nos promete una realidad que no se vive: la ausencia de meritocracia provoca desamparo, y el paraíso del crecimiento personal es algo que muchos no viven. Y no lo viven debido a la existencia de importantes carencias que no tienen derecho a denunciar, porque viven un infierno material aguantable que, poco a poco, va creciendo hasta alcanzar lo insoportable.

Se trata de dos grandes revoluciones por las que tienen que pasar los desamparados: escapar del infierno con puños y palos, y reclamar su paraíso con el reconocimiento de los méritos. Pero si el sistema se marca una farsa tóxica, ¿cómo puede un individuo atreverse a moverse contra corriente?

La explicación a todo esto es harta más simple de lo que parece; porque lo primero es descubrir dónde está el problema - la socialdemocracia nos intenta hacer creer que no se ha planteado una cuestión. La apariencia genera una sensación de que todo está bien hilado, y el problema lo tienen los desamparados; que no son más que parásitos sociales, inadaptados a los que castigar. Cuando eso en realidad no funciona así.

Muchos gustan de llamar asesino a Che Guevara, quizá luego digan que George Washington era un héroe. A mí me parece que los relativismos son tristes, ¿qué decir del Cid Campeador? ¿Héroe o traidor? ¿Conquistador o asesino de masas? ¿De verdad no se ve que hay un problema? ¿Cómo es posible que en ocasiones se habla de resilencia y en otras ocasiones de psicopatía?

Podemos plantearnos, por ejemplo, el estudio de qué hace que las cosas estén bien hechas a la hora de permitirnos el hacerlas. Si recogemos de ese estudio una valoración psicológica obtenemos la moral: el estudio del comportamiento humano que es considerado bueno. Si observamos este tipo de área observaremos que es una teoría del bien orientado a la psicología en la medida que aporta unos conocimientos de manera constructiva, con objetividad, explícitos o medibles... Pero luego debemos valorar la verdadera filosofía que hay detrás del bien, el bien trascental, la teoría general del bien, su descripción más inherente o abstracto... Este otro enfoque sobre la deontología nos lleva a las formas algebraicas y la idea de ética. Así entendemos que la ética es la percepción que complementa la teoría del bien que estudia la moral. 

Sin embargo, si valoramos qué es eso que llamamos moral como si fuera una rama de la psicología y deducimos que la moralidad no encaja con el trabajo de un psicólogo bien podríamos suponer que ese estudio podría ser tóxico. Lo bueno y lo malo no es susceptible de ser estudiado por el comportamiento del individuo y, de ser así (como estoy pretendiendo demostrar), no tiene sentido hablar de castigo.

Más en concreto, ¿qué trasciende a qué? El comportamiento humano puede verse replicado en un colectivo, puede verse replicado también a lo largo del tiempo, o replicado por personas que son diferentes..., por tanto, la forma que persiste al comportamiento puede trascender: tan pronto como se emite una opinión ligera, suave, efímera, etc. a través del comportamiento individual siempre será posible contrastarla de alguna manera que forme parte de un formalismo deóntico. Por lo que el sentido está claro: las leyes, que vienen del comportamiento de las personas, son las únicas con validez suficiente como para evaluar al individuo.

Sin embargo, debemos recordar el problema: nacemos sin conocer el comportamiento democrático, es algo que debemos aprender en el último nivel de progreso - el que siempre persiste incluso en sociedades con paz social. Todas las personas nacen buenas por naturaleza, pero no necesariamente demócratas. Cualquier cosa puede intoxicar a un ser humano, y por ello se le debe dar armas para reaccionar a los malos estímulos. 

Y es ahí donde aparecen los psicópatas y asesinos: la ley, siempre limitada, que nace en sociedades que necesitan fuertes revoluciones culturales en el mejor de los casos, o fuertes revoluciones de muerte en el peor, necesita que aparezcan héroes cuyo comportamiento solo lo podrá juzgar la historia. Y estos juicios no se harán bajo el velo de la relatividad, sino bajo el yugo de la trascendencia ética. O se es demócrata o no se es demócrata. No hay nada más absoluto en la difusión del término. 

Para la siguiente entrada tocaré una teoría que tengo sobre 12 mentalidades en psicología que encaja con ciertas teorías..., y permitirá comprender que la democracia es un concepto terriblemente más complejo que lo descrito por los ilustrados.


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