Los sonidos estridentes vuelven a inundar la ciudad de Cartagena. Mientras caminaba hacia mi tienda podía ver cómo un helicóptero sondeaba la mañana ¿Qué pretendía ver que tampoco haya podido ver los anteriores? Ahí estarán una vez más los militares intentando dar con el origen de ese estridente sonido. Un sonido atronador a trompeta que se mantiene durante ¿horas? Un sonido que a los ciudadanos de a pie ya ni les importa.
El centro de la ciudad inundada por un ruido que rivaliza con las máquinas limpiadoras. Quizá todas juntas, al unísono, conformen en sincronía un enjambre de máquinas limpiadoras que hacen un eco resonante en toda la ciudad. Los ruidos que antes hacían las abejas ahora son sustituidos por los motores de los operarios de limpieza. Así podremos descansar más tranquilos, dando a entender que tenemos un estridente origen a ese espectáculo bochornoso que parece provenir del cielo.
Segunda trompeta. Me pregunto qué estará pasando.
La última vez solo sonó una vez. Entonces los ciudadanos morían de hambre mientras la socialdemocracia miraba a otro lado. Los periodistas habían determinado fingir que la crisis no era para tanto. Los bancos se habían librado y la población en masa estaba socializando las pérdidas. Porque es así como funciona: si funciona bien es todo gracias a unos pocos, si no funciona entonces tienen que pagarlo todos. Los que menos tienen son los que más trabajan y, lo que es peor, muchos se han creído que los que menos trabajan es porque se lo merecen. Aún escucho los ecos de las loas a Franco: ¡Viva España! ¡Iba España! ¡Arriba España! El fantasma del franquismo aún vigente en sus lacayos más fieles, que le siguen el juego aun estando muerto.
Los oligarcas no tendrían poder alguno sin la clase que se encuentra entre los parásitos y los decentes. Los que fiscalizan han necesitado ser pervertidos como para que no investiguen, como para que dejen las cosas sin sancionar y sin denunciar ¿Cómo sería un país donde el fiscal es elegido por el pueblo, y no porque tenga conocimientos jurídicos sino por sus columnas de denuncia pública? ¿Cómo sería un país si la fiscalización tuviera suficiente poder como para anular una decisión judicial pervertida, como para referendar qué es firme y qué no lo es?
Si desapareciera el poder ejecutivo, ¿quién ocuparía el puesto elucubrador que ayudaría a la inversión de empresas extranjeras? Esas que traen la prostitución, y el trabajo precario para hacerle la competencia al trabajo autóctono y a la tecnología ¿Realmente empresas con algún código ético y que tienen mucho que ofrecer tecnológicamente necesitan especular con las condiciones laborales? ¿No será que se ha fingido mucho en lo que se refiere a los derechos laborales y no se ha terminado de debatir qué es inherente al trabajador?
La socialdemocracia nos ha intentado arrebatar el derecho a clausurar las fórmulas de trabajo, la automatización de los contratos..., los smart contracts. La capacidad para llevar a cabo guan xi. Se nos impone fórmulas de negociación decimonónicas, y eso tiene un precio.
¿Sonará una tercera trompeta?
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Actualización. En realidad se trata de la huelga de trasportistas. Los cláxones los dejan puestos al unísono. Al parecer también lo hicieron hace días por la noche, razón por la que resonó en las montañas del muelle. Es lo que tiene vivir en una ciudad portuaria con refinería y cultura petrolera.
Ahora bien, lo de las trompetitas ha quedado molón.
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