martes, 22 de febrero de 2022

Si a algo le das valor tienes que meterlo en el sistema

Ponerle precio a lo que tiene valor es la única manera que se sabe tener para poder defenderlo hoy día. Sin embargo las mejores cosas no son cosas y, como tales, no tienen un valor tasable o, todo lo más, fácilmente tasable. Precisamente por el gran valor que tienen las cosas, cuando se intenta administrar dentro de nuestros esquemas, se corre el riesgo de que al asignarle un precio se esté creando nuevas vulnerabilidades.

Pues bien, empecemos por el principio: tengo unos cuantos proyectos consolidándose y a la espera de darles un toque final para convertirlos en productos, pero como no hay manera de darle valor dentro de mi entorno se convierten en proyectos volátiles - ideas que lo mismo se convierten en algo o que se quedan en nada. Eso mismo debía de darme de pensar: ¿acaso no es lo que se piensan que es lo mejor? Básicamente que tipos como yo no puedan aportar nada a la sociedad, y así los que ocupan las posiciones más elevadas podrán conservar su poder.

Pero nada de eso es lo que me reconcome: todos los éxitos que me habría gustado alcanzar de pequeño hace años que ya superé. La sensación de venganza, o de demostrar nada, es algo que no tiene ni el más mínimo valor para mí hoy día - de hecho, no albergaría ninguna clase de satisfacción personal y, según sospecho, lo mismo podría pasar si consigo algún premio o mención. El precio por perder todo el resentimiento supone pagar también el no querer formar parte de la capacidad regeneradora que tiene este mundo de seguir hacia adelante.

Por eso al final todo proyecto que tenga que afrontar lo debo estudiar como un problema puramente personal: así es como nace la filosofía de este blog, como un sucedáneo ultraindividual. Si se quiere rescatar la ilusión quizá ésta ya haya muerto. Quizá debieron haberme metido desde hace años en el sistema, si realmente querían darme valor.

Uno de los detalles que me distancian del anarquismo convencional es precisamente éste, más allá de que la premisa de la Internacional comunista estaba más cerca de mis posturas que la anarquista: considero que el estado es el conjunto de fórmulas que describen la manera que tiene el Pueblo de resolver sus problemas. El estado será el conjunto de empresas y asociaciones, y éstas son legisladas por los ciudadanos. No tiene sentido para mí el hablar de la hegemonía de la violencia, cuando sí de la hegemonía del poder de disuasión. La violencia debe ser, así como la mentira, una palabra reservada para atribuirle dolo. Se trata de un término cargado de un valor ético y, como el estado no puede ser juzgado, no es atribuible al que sanciona.

Cuando a mí me hablan de simuladores que explican lo bien que funcionan los modelos anarquistas, sin estado, lo primero que me pregunto es cuál era el tamaño de los simuladores, y también me pregunto por los cuadernos de bitácora. Como ocurre con el bitcoin, cuanta más larga es la traza de relaciones horizontales más fiable es el mecanismo de seguridad y, al mismo tiempo, más fiabilidad se le otorga a su tasa de intercambio. Si el que defiende un modelo económico no puede diseñarlo como el bitcoin entonces ese modelo no puede ser considerado "demostrado", y será una mera utopía.

Vemos cómo funciona la socialdemocracia: abandona a las personas a su suerte, no persigue la corrupción en los funcionarios, apila errores no tratándolos salvo en una pequeña proporción para darle entender a los votantes que la solución está en el partido político que nunca termina de abordar el problema..., la socialdemocracia es el verdadero opio del Pueblo, es la peor de las religiones. La socialdemocracia y el sistema de partidos es la peor de las lacras para defender la democracia en un país, porque para poder defender los esquemas hay que aprender a mirar a otro lado, a negar la realidad.

La socialdemocracia se ha estado manteniendo de manera robusta dentro de su poca fiabilidad. Funciona para pequeños porcentajes de la población, mientras se contentan mirando lo bien que le va a las élites; se alegran por ellos mientras viven en mundos de fantasía drogándose en una vída inocua. Todavía tendrán sensación de que pueden hacer algo cuando van a votar.

La impresión que genera los sistemas robustos es que son lo único que puede funcionar. Da la impresión de que cualquier otra fórmula no es posible, y el reaccionario tiene un poder descomunal. 

Sin embargo, ¿qué pasa cuando antepones la confiabilidad a la relevancia democrática? ¿Qué pasa cuando tienes un esquema que funciona para unos pocos y se mantiene estable? Pasa como cuando me preguntó el ilustrador a santo de qué yo le quería pagar un extra por ayudarme en la corrección de los capítulos de mi libro - le dije que le pagaba lo que él estaba dispuesto a hacerme gratis porque me daba cuenta de que lo que me ofrecía tenía valor para mí y, para que no dejara de hacerlo, tenía que tener también para él valor el hacérmelo.

Eso es una relación horizontal: no hay un señor y un siervo, se trata de dos personas que en igualdad una hace algo y otra se lo paga, si no hay un pago es posible que el servicio se pierda - es posible que nazcan desconfianzas. Por eso al ilustrador le pagué por su trabajo por adelantado, para que me tuviera en mente. Si le doy valor a lo que me va a hacer tengo que estar un paso por delante de sus problemas personales.

Digamos que es así como funcionan estas cosas: lo vertical es algo que no tiene nada que ver con lo dicho y, al mismo tiempo, debe existir también en un Estado. Es decir, las relaciones verticales son las que surgen para resolver problemas de urgencia; el Estado es el ente especializado al que le otorgamos el máximo garante de resolución de nuestros problemas. Esto es así porque existen problemas que se resuelven mucho mejor cuando se mutualizan, cuando se centralizan y globalizan. Pero, por encima de todo, ese pago que se hace con contraprestaciones, esa mutualización, no es sino la expresión misma del contrato social oficial. Es la razón por la cual las personas quieren formar parte del sistema, no por haber nacido aquí o allá, ni por corrupción, ni por la gracia de ningún dios.

Hay que tener cuidado con la conveniencia, porque esa palabra se acerca mucho a la connivencia. Lo que le conviene a todos es pensar por todo el colectivo, pues los deberes son definidos en virtud del colectivo al que perteneces; para así defender tus derechos individuales. Pero lo que no puede ser es que un solo individuo se vea fuera del sistema y que no pueda reclamar compensación.

Cuando he visto cómo no me corregían los exámenes los profesores, cómo me agredían, cómo los pares en los journals me respondían de manera abusiva, etc..., mi experiencia tras denuncias, tras hablar con jueces, y demás, me decía que no tendría respuesta alguna - y así fue. Otros, sin embargo, por haber nacido en otro sitio, o ser de otra familia, sí pudieron tener derecho a reclamar, a denunciar, a ser escuchados. Y eso es algo que se ve sobretodo en política: cuando pillan a un político con el carrito de los helados, supuestamente, se va para casita - pero últimamente todo apunta a que hay algunos que pueden incluso tambalear todo el partido de sólo insinuarlo.

Por esa razón el anarquismo, tal como lo suelen defender algunos, no lo termino de comprender como algo que supere el esperpento. Se me ocurren muchas cuestiones que debían ser superadas antes de aceptar cada propuesta que he llegado a escuchar y, por supuesto, al ver cómo reaccionan eso sólo provocaba que tuviera que abandonar de preguntar. No tengo recuerdo de nadie con una visión democrática distinta a la mía al que quisiera llegar hasta un tercer grado..., y quizá sí lo hubo y no me acuerdo.

Una de las cosas más tétricas que existe en la socialdemocracia y que sirve para demostrar lo horrible que es como sistema es la necesidad que tiene en momentos de crisis de crear un enemigo a las puertas para crear una gran guerra y, así, poder sacar negocio. Los modelos robustos se crecen con la devastación y el genocidio; la socialdemocracia tiende al fascismo puro y duro. Y hasta que no se vean los campos de concentración o toda la devastación en primer plano seguirá funcionando como si tal cosa, como si no estuviera en crisis.

Por eso el chivo expiatorio forma parte del sistema para que quede fuera. De ahí lo que está pasando con Rusia: es imposible esperar otra reacción por parte de EEUU considerando que su crisis es tan grave.


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