martes, 28 de septiembre de 2021

Atribuciones

- Desde que me puse estas muletas fui capaz de andar. Deberías de usar muletas.

- Soy atleta.

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De vez en cuando solía verlo por la calle, a esos señores con traje... los de "Jesucristo de los últimos días" o algo así. O los otros... Pero da igual. Algunos no admiten que se llaman así, en ocasiones hasta desconocen que hay textos antiguos en hebreo o no saben de algunas contradicciones en sus sagradas escrituras. Aunque no les culpo, cuando se ponen a hablarme descubro que les dedican horas y horas, tienen un estudio mucho más profundo que el mío y, al final, son mis ignorancias contra sus ignorancias ¡Pelea de inválidos!

Me enseñaban esa muleta que una vez descubrieron: La Biblia. Para una mente moralmente enferma ese conjunto de libros puede ser una buena medicina, como el cojo que necesita un buen punto de apoyo para andar. Esos lemas que aparecen en los textos sagrados son bastones firmes de los que no se puede uno escapar. Así que los balancean según su visión actual, los personalizan y se convierten en parte de su organismo.

- Antes de leer este libro yo era un pecador, una mala persona. Sin él habría seguido igual.

- El mal uso de la razón te hará pensar que ese libro es imprescindible para ser buena persona.

Se le atribuye a un medicamento la capacidad para mejorar el cuerpo, y el enfermo cree que es un medicamento que vale para todo. Si ese medicamento valiera para todo no necesitaríamos médicos, necesitaríamos farmacéuticos que racionalizaran su uso ¿De qué sirve estudiar la historia de las religiones cuando ya sabemos cuál es la verdadera? Cuando tenemos fe y certeza absoluta de cómo es el dios único y verdadero sólo necesitamos un aliciente dentro de la realidad que le dé forma.

- ¿Y si no hay ningún dios o no tiene vínculo con nosotros o nos encuentra insignificantes?

Demasiados problemas la defensa de cualquier religión. Pero, lo más importante, una religión funciona como cualquier lengua: el lenguaje te genera los instintos necesarios para vincular conceptos y conectarlos para conformar un "tercer hombre", un concepto no detallado en nuestro alfabeto. Pero el lenguaje no está ligado ni con la realidad, ni con la lógica, ni con el cálculo... Así que la lengua no nos restringe a decir cosas reales, con sentido o de utilidad siquiera. Sólo nos capacita para generar conceptos, imaginarlos, plantear mundos, posibilidades... Y así generar etapas, lo que se necesita para activar las emociones internas de nuestro cerebro. Con la consecución de las etapas, en su orden correcto, generará sensaciones. Los protagonistas que persistirán dentro de las sensaciones son los arquetipos de sujetos. Y esos arquetipos tienen forma humana por una sencilla razón...

Cuando hablamos de un sujeto, como cuando hablamos del sujeto de una oración, la primera cosa que se nos viene a la mente es una persona. Pero el sujeto puede ser un objeto, una abstracción... Eso es lo que aprende la gente civilizada con el tiempo. Las fábulas intentan convertir lo que es cualquier tipo de sujeto en una persona, en un agente fácil de entender por cómo piensa el receptor de la fábula. Las fábulas son símiles que nos llena de significado las preguntas que nos surgen.

Por eso un cristiano podría ver de niño a un hombre fuera de lugar. Ese hombre estaba vestido de una manera peculiar. Vestía como Dios, andaba como Dios..., actuaba como Dios. Ese niño, con los años, fue cambiando el significado de lo que vio para adaptarlo a los arquetipos culturales que conoce. Así fue olvidando los detalles y sólo persistieron los arquetipos de los sujetos. Para cuando fue consciente de que se ajustaba al arquetipo de Dios se olvidó su obsesión por ajustarlo, y unos años después se dedicó a contárselo a la gente - como a mí en mi tienda.

Entonces yo le cuento una historia real también, de cómo un hombre fue a Irak y volvió creyéndose Jesucristo. Entonces yo tendría unos 12 años, y se puso a predicar por mi barrio. Fue bastante curioso, pero nadie - o eso creo - le creyó. Quizá algún niño le siguió el juego, y luego se le olvidó. 

Pero claro, puedes aparecer con unas pintas increibles, y entonces te reconcome la idea de intentar justificarlo para comprender qué pasó. El cerebro necesita crear una visión coherente del mundo para que sea lo más relevante posible, y así sobrevivir. Pero en ocasiones la gente es más complicada que el comportamiento de nuestros depredadores.

Y el caso es que me vi imposibilitado de explicarle a ese hombre, en ese contexto, que se equivocaba - que había sido irracional. Se trataba de un momento de enorme sensibilidad, y a la gente se le habla dentro de sus emociones. Las historias tienen que contarse en su correcto orden para generar las emociones correctas. Cada etapa debe sucederse en el momento oportuno.

Lo curioso del tema es cuando se ven a sí mismos más inmorales, más incapaces, y le atribuyen esa experiencia inexistente la autoría de haberse convertido en buenas personas ¿En qué podrían convertirse si descubren que eso a lo que adoraban no existe? Pero, por otro lado, ¿cómo juzgarán a las personas que niegan la existencia de esa clase de experiencias? Las tomarán por gente incapaz de sentir la experiencia de la verdadera bondad, tal como la vivieron a posteriori de atribuirle existencia al arquetipo del hierofante. Un arquetipo que, como la maldad, está pero no existe.



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