Anoche me sobresaltó una idea que no quiso despegarse de mi cabeza: ¿acaso es posible que sea el único capaz de saber lo que significa realmente la palabra decibilidad? Es como si hubiera algo ahí que no encajara: cuando observo incongruencias en la idea de completitud que usan los propios matemáticos en sus clases yo entiendo que es posible crear una tecnología a partir de ahí, pero también es cierto que sólo es posible desde el punto de vista del deep learning, tras entrenar duramente a las máquinas bajo un enfoque conexionista - debido a la laxitud de la aseveración.
Pero el caso es que estuve pensando, ¿acaso no habría sido más sencillo manifestarme en contra de la demostración de Cook y esperar unos años a explicar que aún podía reciclarse en algún sentido para cuando se comprenda la realidad de las clases y sus diferencias?
Bien pensado es como si la tecnología hubiera estado evolucionando correctamente, y dentro de su coherencia tendríamos a Gödel y después Turing como los últimos antes de que el asunto se colapsara. La máquina de Turing tenía una serie de aspectos que habría que pulir, pero es normal - empieza como algo teórico y entonces, los que viven de su versión tangible, le encuentran asperezas a la hora de teorizar con ella. Poco a poco he estado indagando en cuál es el teorema que le falta a todo esto para quebrarle las patas a todo aquel que aún se crea que divago.
Y es que tengo el enunciado, bueno..., la mayor parte de él. Ya tenía pensado crear una informática basada en la termodinámica, ahora ya no es que tenga la excusa, ahora estoy obligado. En cuanto generalice el algoritmo de parada en lo que tengo pensado ya no cabrá ninguna duda.
Pero una y otra vez lo pienso: estas valoraciones que tengo sobre qué clase de estupidez debe tener Cook en mente en lo relativo a la decibilidad de las máquinas de Turing cuando son no determinísticas y acotadas polinomialmente al "demostrar" su adecuación a un lenguaje decidible y completo a mí me estremecen. Me estremecen porque es la versión oficial. Y, parecida a ésta, es la versión de Fagin con respecto a la lógica de segundo orden. Algo que me enturbia porque desde un punto de vista pragmático la lógica de segundo orden se acerca demasiado a las cláusulas de HORN y, sin embargo, no hay tecnología al respecto.
Es decir, ellos tenían que saber que algo no cuadraba. Pero aún así le siguen el juego. Y eso me ensombrece y me ahoga en un mar de dudas. Porque lo más sencillo es pensar que no entienden el teorema de la incompletitud de Gödel y que, combinado con el de la completitud del mismo autor, hace imposible esperar que un lenguaje indecidible pueda configurar una máquina de manera acotada sólo por haber resuelto un problema de esa clase - cuando no se ha preocupado en demostrar la decibilidad de las máquinas de Turing cuando están acotadas polinomialmente con respecto al tiempo.
De hecho, lo que cualquier informático sabe se lo puede decir a sir Cook: cuando tenemos un lenguaje indecidible y le incorporamos más restricciones no funcionales el resultado es aún más indecidible. Cualquier principiante sabe esto, pero al parecer los más eminentes matemáticos no. Y eso es otra cosa que me escama: ¿voy a tener que exponerlo de forma diáfana?
¿Cómo se expone de forma diáfana lo que ya de por sí es para uno diáfano? Está claro que lo que hay que hacer es redefinir toda la teoría de complejidad.
Lo cual no es más difícil que esperar a que algún coetáneo esté dispuesto realmente a leerla.
Sin embargo una pequeña sombra de duda me asaltó: hasta qué punto lo que aporto representa alguna clase de exclusividad. Es decir, como privilegiado del primer mundo nacido con un cerebro prodigioso y una cultura suficientemente desarrollada tengo la obligación de intentar mejorar el mundo en alguna medida, y en ese sentido tengo un cierto sentimiento de culpa por no poder cambiar las cosas desde mi prisma. Ahora bien, lo que me atormentaba entonces era algo que iba más allá, algo que siempre he detestado: era como un sentimiento mesiánico, adanista... ¿Acaso no podría ser yo algo así como el único con el conocimiento necesario como para avanzar en este tema?
El asunto podría ser menor, como hasta ahora, que siempre lo veía con frivolidad: si no revoluciono la tecnología ya lo hará otro - y no pasa nada. Pero no, lo que me asaltaba ahora aún me embestía con cierta gravedad: el principal problema que tenía era que las teorías oficiales eran reaccionarias con respecto al avance tecnológico: que quizá lo natural hubiera sido rechazar de plano el teorema de Cook y las aportaciones de Fagin, para así ver cómo Karp se adaptaba al lenguaje de lo indecidible - para ver cómo se desarrollaba una topología de las clases computacionales 100% conectivista. Así, para cuando ya se tuviera esa versión bien consolidada se podría probar a crear otras máquinas de Turing y versionar la misma jerarquía de clases, entendiéndola con el suficiente rigor como para no crear conclusiones. Entonces, para cuando se diera esa época y la gente ya supiera que NP es distinto de P entonces llegaría Cook con su teorema y la idea de completitud sería otra, porque de lo contrario no tendría sentido lo que asevera en su teorema.
Así que lo que me estaba aprisionando el sueño esta noche era la creencia de que es posible que me haya convertido en el único en tener la respuesta correcta a la idea de decibilidad, pero que además esa respuesta viene tardando desde hace 40 años. Lo que quiere decir que no tengo porqué esperar a que otro ocupe mi lugar, hay como una cierta sensación adanista considerando la realidad de la idiocracia en la comunidad científica.
Es decir, mi experiencia de cómo se comportan (como niñatos) en la Comunidad Científica dentro de su oficialidad me ha llevado a plantearme la posibilidad de llevarlos a los tribunales, de preguntar a un abogado hasta qué punto podría denunciarles por incumplir sus propias normativas de publicación. Pero más allá de que fuera buena o mala idea, lo que significa esto es que realmente pienso que las élites del conocimiento son unos completos idiotas. Lo que al final ocurre es que me da la impresión de que el planeta Tierra está siendo gobernado principalmente por una suerte de idiocracia que, con tiempo, se acentuará.
Y no hay que tomárselo a broma. La idiocracia siempre lo he visto como la consecución normal proveniente de la tecnocracia, la cual es una forma de dictadura institucionalista que, a su misma vez, es básicamente cómo funciona la socialdemocracia. No hay que olvidar que la socialdemocracia le da ventajas a los partidos que pueden permitirse la propaganda durante toda la legislatura. Entonces los que estén más fuertemente financiados podrán hacer conferencias, aparecer en más sitios, mostrar el logotipo, meterse en todos los fregaos... Los que nos caen mal hablarán mal de ellos y los que nos caen bien hablarán bien... Para cuando llegue el periodo electoral la mayoría ya habrá decidido su voto, y la hecatombe electoral estará pensada para reducir la abstención. Por tanto, todo sucumbe principalmente a dos grandes partidos financiados por los grandes grupos de presión que, si se lo montan bien, podrán dirigir la ventana de Overton adonde les interese y así marcarse objetivos comunes desde sus oligopolios para monopolizar el poder.
Toda esa teoría tiene una paradoja: la paradoja de la idiocia. Si esa conducta nos lleva a una idiocracia y es producida al mismo tiempo siempre y cuando hagan bien las cosas, entonces nunca estaremos en una idiocracia ni tampoco haremos bien las cosas. Ahora bien, la manera de resolver esta paradoja es bastante simple: los idiotas son expertos en una o dos cosas, más allá de eso se les ve a la legua. Así lo vemos en los políticos, y el ridículo que hacen allá donde van - pero son expertos en captar votos, si no, no estarían donde están. Y nadie les quita el puesto. Porque son expertos en lo que hacen y, al mismo tiempo, generan una enorme vergüenza ajena.
Cuando se está proponiendo un cambio de paradigma la primera impresión que se tiene es de completa soledad. Gente como yo trabajamos mejor en equipo. Pero es muy difícil encontrar a alguien que quiera trabajar con el espíritu de un profesional. He conocido amigos que me atribuían cosas que ni era capaz de hacer ni yo ni nadie, y que nunca dije haber sido capaz - con ellos no podría trabajar porque actúan como fans, y esos son malos pares. Pero también sé de pares - no he conocido otra cosa - que se limitan a decir soplapoyeces como si no diera vergüenza ajena sus planteamientos, obligándome a superar una vara de medir a la que no se le había sometido a nadie hasta ahora. En estos momentos la mayoría de los journals exigen un buen inglés para poder publicar. Lo cual deja mucho de qué desear a las espectativas científicas: se está haciendo un filtro innecesario.
Ya sea porque te quieran de más o porque te odien directamente, el comportamiento de esta gente es desmedida y no se puede trabajar codo con codo con esta gente. En la vida hay que ser asertivos, y ser rigurosos - nada más. Aplicar para todo la misma vara de medir y si esto fuera injusto es porque el sistema no es justo.
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Por otro lado, tener como tengo todas esas máquinas que funcionan, que resuelven cosas - y no cualquier cosa, son el eje central de los problemas más importantes. Pero hay algo que hace que no quieran admitirlo..., la puñetera idiocia generalizada.
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