domingo, 20 de junio de 2021

Eutanasia genérica

No me gusta Propotkin, tiene sensibilidad, pero como en su tiempo pasaba con Trevijano se acaba sacando de la manga "Principios", y les da un carácter universal. Hay detalles que deben abordarse en su ámbito correcto...

Puede dar miedo el libro de un anarquista que justifica el asesinato al poderoso tras vestirlo de eutanasia: como cuando cuenta de ese médico que contrajo la rabia, al cauterizar mal la herida no consiguió evitar la infección. Así que fue a casa de un amigo para que lo matara, y aunque éste intentó curarle por todos los medios, hizo lo que humanamente era más conveniente. 

Y es cierto, es lo más humano atender a esa clase de peticiones.

Pero un poderoso no es una persona rabiosa, porque su enfermedad proviene de una situación social, no es algo que viene de la naturaleza. La libertad es inherente al individuo, y no pueden quitártela sin arrebatarte todo el lote de la humanidad. Esto mismo no parecía comprenderlo Propotkin. Por eso el poderoso si bien actúa como un demente, que lo es, no debe ser tratado como un enfermo; pues no es más que un vicioso social. Es un sujeto reinsertable, como cualquier criminal. Aunque en su caso el crimen es de los más leves que existen, como el machismo, no es más que una forma de chovinismo aceptado por la sociedad. Y, por tanto, debemos ser cautelosos a la hora de elegir las mejores estrategias cuando queramos devolverles el sentido común con el que nacieron.

Hace unos días un viejecito extranjero me pidió ayuda en mi tienda. Estuve dándole vueltas, pero al final conseguí activarle los servicios de su teléfono. Era un error relativamente trivial, pero aún así había que darle vueltas antes de que volviera a funcionar con normalidad. Para algo así, como buen anarquista, no me veía con intenciones de darle valor a mi trabajo y mi buena fe no le exigió pasarle factura. Un par de sonrisas, y cada cual que siga su camino.

Sin embargo, ese sujeto, entre alabanzas y comentarios de buena fe me preguntó por los móbiles que vendía. Como buen vendedor, porque me tengo que ganar el pan en esta sociedad podrida por el capitalismo, le mostré lo que tenía. Me dijo que estaba interesado en un teléfono táctil, cosa que ni me interesaba vender ni tenía clientela para eso: yo vendía móviles para que la gente esté conectada, principalmente en el hospital para gente mayor. Pero no me importaba pedir uno a mi distribuidora, así que le comuniqué que si lo pedía tendría que venir en un par de días.

El caso es que antes de que le dijera que tenía que darme una señal él adoptó la cardinalidad de la conversación, y quise dejarme llevar: me dijo que vendría el miércoles por motivos de una operación. Es decir, en dos días. Tonto de mí que no le comenté lo de la señal, era un desconocido y no tenía porqué fiarme de él. Pero quise dejarme llevar y pensé que tampoco pasaba nada...

Efectivamente, si cuento esto es porque ese hombre, aun insistiendo que aparecería en dos días, no apareció. Así que ahora tengo un táctil en la vitrina... Probablemente pase un año entero sin venderlo.

Esta historia me demuestra que hay gente que no vale para tomar decisiones éticas: el que tiene que decirte cómo funciona el trabajo, el que debe ser cardinal, es el que trabaja. Yo era el que tenía que decirle cómo funciona eso de hacer un pedido, yo fui el que le arregló el móvil gratis perdiendo mi tiempo..., ¿por qué me obliga a comprar un móvil que no me va a rentabilizar? ¿Acaso ese hombre sabe la diferencia entre producción y productividad? ¿Cómo se compromete a comprarme algo si luego no va a aparecer?

Los que trabajan son los que tienen que poner las normas. Los que se apropian del trabajo no entienden cómo funciona el mundo, son parásitos sociales que estorban. Y lo peor es que saben que estorban.

Pasa lo mismo con el feminismo actual: un grupo de perturbadas han conseguido encontrarle el negocio al feminismo. Por eso están destruyendo al feminismo, mientras le sacan provecho económico. Son unas criminales, y eso debería de perseguirse: los señores que se apropian del trabajo ajeno deberían de ser perseguidos mediante el sistema judicial no dispositivo. Las actuales corrientes feministas están llenas de actividades que hacen sangrar la vista, y están destruyendo la imagen de la lucha por la igualdad.

Ahora mismo, en España - no hay que ir muy lejos, hemos visto cómo los que fingían ser comunistas se habían apropiado de esa terminología para sacar su negocio. Lo propio sería perseguirlos judicialmente, para reinsertarlos en la sociedad. Son gente peligrosa incluso para sí mismos. No seré como Propotkin que los compare con rabiosos, y haya que matarlos, pero sí diré que merecen una condena tipificada en algún código penal democrático. Que si no está la ley no sé para qué tenemos leyes. Eso es corrupción.

Lo observamos cuando vemos a un aspirante a bombero cargando una escalera y corriendo a la misma vez que una aspirante a bombero que no carga con escalera alguna. Automáticamente los dos suben al primer piso, la mujer termina ahí su ejercicio y el hombre debe aprovechar la misma escalera para subir al segundo para estar a la misma altura que la señora.

Si usamos nuestro sentido común no necesitamos desarrollar la idea: lo entendemos a la primera. Quienes redactan las leyes obran contra los bomberos varones, contra las bomberos mujeres, contra las víctimas en los incendios, contra los aspirantes a bombero que fueron rechazados injustamente, contra los principios de igualdad que no necesitan ser explicados... Y no me pongo a enarbolar tales principios como si fueran un concepto universal: el problema es que existe una orgánica que obliga a que las cosas funcionen mal sólo porque los beneficiados se hacen llamar "representantes". Se ha encontrado una falla en el sistema, pero la gente se ha acomodado a no hacer nada.

La llamada a la revolución pasa por esta clase de cosas: permitir que tus manos se manchen de sangre. Ensuciarse las manos para que se active un proceso constituyente y que la gente en su mayor parte, la que aún no ha perdido su sentido común, pueda hablar y opinar al respecto. Porque, ¿acaso los medios de comunicación que no muestran esa imagen tan antiestética de dos aspirantes a un mismo puesto que cursan pruebas diferentes no son penalmente responsables? Forman parte de la propaganda del engaño. Y si no hay ley que trasgredan actuarán legalmente. Pero en cuanto esa ley esté por escrito sabrán que ponerse de acuerdo para evitar contar verdades podría ponerles en un aprieto.

Los medios de comunicación no se pueden poner de acuerdo para censurar una injusticia que está sucediendo. Lo hacen posiblemente porque denunciarlo supone atacar a quienes les financian, porque son menos privados de lo que aseguran, y menos públicos de lo que quisieran. Pero ya lo denunciaba también Marx..., los intereses de los que financian acabarán por dictarle a los medios lo que deben querer decir.

La política y los malos financiadores son un parásito para los medios de comunicación: cuanta más basura sacan la gente consume menos de ese tipo de periodismo, por lo que se vuelven más críticos contra esa clase de periodistas, y es entonces cuando esos periodistas van corriendo a los financiadores para que les dé de comer, por lo que tendrán que hacer pública más propaganda de sus financiadores... Es la pescadilla que se muerde la cola.

Todo se resuelve con una renta básica. Es lo que dicta el sentido común, y lo que nos dice los test psicológicos: de cómo la gente no se fía de los demás de cara a la renta básica, pero sí de sí mismos. La mayoría trabaja y cree que la mayoría no lo haría. La estadística debe usarse como argumento frente a la lógica de la ciudadanía: se trata de una revolución. En cuanto la gente se independice de los que financian las pescadillas nadarán recto. Y no necesitaremos eutanasias genéricas para revolucionar, y nuestras manos estarán limpitas.

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