La socialdemocracia tiende a convertirse en el equivalente a un estado policial, o dictadura institucional. Y eso es algo que se aprecia por las cruzadas institucionales. El modelo socialdemócrata se fundamenta en incorporar cientos y cientos de leyes en torno a un único cargo público, leyes imposibles de recordar que además tendrán una compleja hermenéutica y encima son mutables.
En ocasiones ese maremagnum de leyes cambian, se eliminan, se incorporan nuevas y, principalmente, conforman un todo con el histórico de leyes que se van amontonando como si los juristas tuvieran el síndrome de diógenes.
Con el tiempo, más de uno creerá que irá a establecerse, pero no: ya lo he explicado en varias ocasiones: este tipo de marcos sucumben a una tecnocracia y, de ahí, a una idiocracia. Es decir, la gente tenderá a hacer sólo lo que se entienda un marco muy pequeño dentro de su cometido, y habrá expertos a los que nadie podrá toser - aunque no sean realmente expertos de nada.
Sin embargo hay una peculiaridad de las socialdemocracias que nos induce a pensar que realmente todo eso incorpora también a lo propio del estado policial. Y se trata de las cruzadas personales: es imaginarse a un policía que pregunta por un ciudadano sin aclarar porqué lo busca. No puede ser por algo personal porque su cargo es público. Es un concepto que un viejo amigo me explicó, y que yo no comprendía porque cuando era adolescente la socialdemocracia me parecía un modelo democrático.
¿Qué es lo que mueve a una persona a actuar por cuenta propia? Parecería la clásica historia del policía al que matan a su amigo, y ahora debe buscar al criminal por su cuenta. Pero no es eso de lo que hablo, en realidad la cruzada de la que hablo es la de una llamada que recibe la policía donde hay una mujer llorando y dando mucha pena, entonces todos los héroes salen a su busca muy motivados para convertirse en sus caballeros y, claro, ¡qué fáciles de manipular! ¡Qué idiotas!
Más de uno podría imaginarse que la escena que acabo de exponer es imposible que suceda y, sin embargo, mi experiencia de la España que conozco me dice que esa escena más bien es habitual. Así que sí: hay indicios de idiocracia y también de estado policial. Tales indicios provienen de la socialdemocracia.
Pero aún hay más: el político busca la manera de sacar provecho a su posición, y busca la manera de que se aprueben dos tipos de leyes, las explícitas y las tácitas ¿Cómo hacemos que una ley se vuelva tácita? Muy sencillo, a través del poder ejecutivo. Es decir, hay que poner a un político (llámese comisario de policía que fue designado a dedo) para que como alma caritativa se dedique a reinterpretar los protocolos que están por escrito y que los agentes no tengan que leerlos personalmente. Es decir, lo que deben hacer los agentes por escrito es una cosa y lo que tienen que hacer los agentes realmente es otra.
El artífice de esos actos ilegítimos es el mandado por los poderes políticos dentro de las brigadas u oficinas del sector más operativo. De esa manera se puede aprobar de manera tácita leyes que vulneren los derechos más fundamentales. Y claro, ¿quiénes son los que tendrán que comerse el marrón? No serán ni el comisario ni los políticos, serán los mismos agentes en cuanto prospere una demanda judicial.
En el modelo socialdemócrata luego hay algo que no se cuenta: hay funcionarios a los que salvan, y otros que son echados. Todo dependerá de la antigüedad, y de la adherencia a un partido. Al final está claro cómo funciona todo.
El pacto de caballeros ha acordado cómo funciona el sistema mafioso que intenta corregir quiénes tienen que ejercer de carne de cañón. Por lo que no hablamos de una democracia, hablamos de un modelo puramente piramidal, en virtud de quiénes son los que son más susceptibles de ser indultados.
Ante tanta criminalidad lo normal habría sido ir eliminando a todas las figuras corruptas, pero la socialdemocracia suele aprovechar las circunstancias para sobornar a cualquiera que quiera entrometerse. Y no hay que olvidar el papel que tiene el imperio: un estado policial es más fácil de manejar que una democracia. Porque, al fin y al cabo, ¿quiénes toman la decisión de incorporar leyes tácitas contrarias a Derecho? Pues en el caso de España bien podrían ser los intereses extranjeros, quienes financian a los políticos. De ahí que la tesis de que EEUU esté destruyendo las democracias de su entorno tenga bastante sentido.
Todo este meme que se mantiene por el cual lo tácito no coincide con lo que está por escrito tiene un fundamento: la confianza. Cuanto más se confía en que esto es democracia, como cuanto más se confía en que alguien doblegará su cargo para encerrar a un criminal, como cuanto más se confía en que cierto criminal debe ser considerado inocente... Ahí es cuando la socialdemocracia gana; y vence el estado policial, la dictadura institucionalista, etc...
Los gobernantes lo tienen claro: más leyes, más propaganda hacia la hermenéutica, más cambios, más cargos puestos a dedo, más indultos, más negociaciones entre políticos que trascienda a la prensa... Y así minar los grupos de presión con principios que obcequen a la sociedad hacia la bipolaridad y la dependencia de ser alienados hacia una bandera o logotipo liderado por algún amado líder.
Sin embargo hay algo que no entienden esos amados líderes. Es una cuestión aparentemente simple, pero es un hecho: "si hoy mismo muere X, ¿sería un día triste?" Y parece que la pregunta es trivial, pero para mucha gente no lo es.
¿Fue un día triste la muerte de Franco? ¿Es fácil de responder esa pregunta? ¿Fue un día triste el día que murió Hitler? Parecería que no es comparable. Si muere el perro de alguien sí se hace triste el día, y un perro no es Einstein precisamente. Así que considero que cuando la duda se presente en una persona eso quiere decir que esa persona ya no es como cualquiera: ya es de ese "otro grupo" de personas.
Y me da igual que haya quien diga que Franco no era igual de Hitler, para mí sí lo serán porque entra dentro del grupo de personas donde es innegable que exista la duda de si el día de su muerte fue en suma un día triste o feliz. Para mí no habrá duda, pero poco me importa porque me conformo con eso.
Y si uno de estos gobernantes que tenemos ahora en España muere hoy, me da igual cómo, ¿tendrán derecho a reclamar que su día será tan triste como si hubieran muerto antes de alcanzar el poder? Es una duda sustancial que debe ser usada como ejercicio.
Ese policía que atemoriza a su barrio un día le da por tener un ataque al corazón. Entonces los de ese barrio hablan entre ellos, por fuera dirán que qué triste..., pero puede que a lo largo del día descubran un cierto alivio al no tener a ese capullo dándo más por culo. Y es que, ¿ese recuerdo que dejó fue estresante o fue aliviante? ¿Para qué sirven supuestamente los gobernantes democráticos?
Si fueran democráticos, si fueran representativos, está claro que tendrían que estar ahí para aliviar la carga.
Podemos imaginarnos un sargento que entrena a sus soldados de manera muy agobiante. Los soldados al final consiguen superar sus exámenes físicos y pasan al mundo real. Tras conocer la guerra, o cualquier cosa que se le parezca, vuelven a los recuerdos del sargento ¿Serán recuerdos nostálgicos o recuerdos traumáticos? Si aparece la noticia de su viejo sargento fue hallado muerto cabe esperar que se sientan tristes por él, porque ellos se han convertido en grandes soldados gracias a él. Tendrán un buen recuerdo de esa dureza que muy probablemente les haya salvado la vida. Porque así es el individuo, todas las personas tendemos a ser agradecidas.
Pero esto mismo no sucede con los gobernantes políticos en una socialdemocracia ¿Por qué sucede esto? La respuesta es evidente.
En un sistema donde la mili es obligatoria habrá una cultura de odio al ejército, en un sistema donde el régimen es dictatorial llevada por la tiranía del ejército también habrá una cultura de odio al ejército..., hay muchas formas de provocar un odio al ejército, de cargarse la imagen del ejército y su necesidad vital ¿Es posible que algún agente malvado haya puesto una propaganda negativa sobre los políticos socialdemócratas? La respuesta vuelve a ser evidente: son ellos los autores y artífices de toda propaganda; incluso son ellos los que eligen en qué mentir y a qué soborno atenerse.
Los políticos socialdemócratas nos muestran en su torpeza en ocasiones cómo funciona su esquema: cuando intentan ser corrompidos por los empresarios, como si todos los empresarios fueran corruptores. El empresario para empezar no tiene responsabilidad de poder, quien se corrompe es el único y principal agente del acto de corrupción ¿No decíamos que hay un maremagnum de leyes? Me parece factible pensar que de una conversación inocente con un empresario se deduzca una acción que no se pueda hacer, sin que el empresario supiera que él era responsable de tal torpeza. Pero es que el empresario no debería de hacerse responsable de las complejidades de esas leyes creadas, una vez más, por los propios políticos para hacerse los importantes.
La cosa es simple: sobran leyes, sobra el poder ejecutivo, sobran los indultos y, por supuesto, nos sobran esos héroes y perdonavidas que nos encontramos en las propias instituciones públicas.
Toda esa gente que sobra me lo tomo como algo radical: deberían de ser despedidos. Esos inspectores de Hacienda que van contra un ciudadano sin que él sepa a cuénto de qué viene eso. Cada uno de esos señores reafirman que el modelo no sólo no es democrático sino que además lo hacen porque si son denunciados no serán despedidos - que sería lo único razonable tras un acto sádico de ir contra un ciudadano.
El día en el que me digan que el COVID se ha cargado a media delegación de Hacienda de Cartagena algo por dentro me hará sentir mejor.
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