La ejemplaridad es el concepto que define al ser humano en trascendencia con sus elecciones, porque permite poner en valor la contradicción que supone los derechos con sus responsabilidades. El poder disponer de un mecanismo capaz de evaluar la ejemplaridad de un acto permite varias cosas: por un lado el luchar contra la corrupción al conformar un sistema automático que se mueva por la voluntad del Pueblo, y por otro lado sirve para definir la diferencia entre el ánima social y la bestia.
Debido a que el ser humano no es capaz de diseñar ánimas sociales entonces tampoco es capaz de definirse dentro de una sociedad. En la medida en la que una persona sea capaz de establecer el vínculo entre el ser humano y su ejemplaridad podrá proponer el marco legal sobre el que deban sostenerse las leyes, así como las normativas sobre las cuales deberá edificarse la educación.
Un buen punto de comienzo para abordar el problema de la ejemplaridad bien podría ser el elaborar unos mecanismos de auditoría sobre el trabajo de los propios funcionarios, en especial de aquellos que se dedican a la educación, juicio y presidio. La auditoría informática que evalúa la calidad de las instituciones tiene por objeto determinar hasta qué punto el funcionario público es una persona ejemplar y, por no serlo, hasta qué punto su cargo puede llegar a ser incompatible con el sujeto.
1. Ante un agravio al agresor se le debe restaurar a posteriori o en menor calidad que a la víctima de la agresión.
2. Más trasparencia es más ejemplaridad. Del silencio de una acción trasparente sus restos conforman ejemplaridad. El que presenta formas para su contradicción sin el cinismo del que oprime para hacer callar demuestra por contraste la posición implacable de su puesto.
3. Tener mecanismos de demostración aun contradecibles que sostengan la meritocracia de la orgánica existente supone los pilares de una organización ejemplar.
4. Cuanto más vigilante más ejemplar. Quien asume tu responsabilidad es más responsable que tú. Encararse contra la presunción de inocencia cuando vaya en tu contra te hace más ejemplar. El cargo público puede ser incompatible con la ausencia de vigilancia. Ser adulto significa ser vigilante.
5. No es posible formar, educar o interpretar leyes sin ejemplaridad. Cuanto mayor sea el vínculo de la educación con el aprender a aprender mayor rigor se deberá esperar del mentor. Si el funcionario no quiere asumir tal nivel de responsabilidad entonces el cargo deberá definirse a la altura de lo que puede ofrecer. La carga educativa, por la cual se le reconoce la capacidad docente, es proporcional a lo ejemplar del sujeto.
6. El ejemplo, así como la confianza, se presupone máximo en combinación con las aptitudes suficientes y el tiempo suficiente llevándolas a cabo con trasparencia y contraste. A lo primero lo llamaremos la precisión de la confianza y a lo segundo la relevancia de la confianza; si una se anula entonces se anula toda la confianza. No se puede recuperar la confianza, salvo que exista algún mecanismo tipificado de manera expresa y extraordinaria. La ejemplaridad es un valor degradativo, que sólo es restaurado mediante relatos heroicos.
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