¿Quién era Mogrul? Mogrul es el nombre de un gigante que me acabo de inventar para explicar el origen de las religiones. Este nombre lo habré leído/oído en algún videojuego o película, así que si algún amigo nórdico se siente identificado le pido disculpas de antemano.
Para explicar el origen de las religiones hay que centrarse en el propio sentimiento. Así que empezaré con una analogía, antes de entrar a saco ¿Qué es lo que hace que hoy día no haya grandes Rock Stars? Esto es, las grandes estrellas del rock son un evento sólo comparables a las más grandes divas de la ópera, o a los grandes compositores musicales desde Mozart. Si hoy día hablamos de una gran estrella del rock no llega a entrar en todos los ámbitos de los medios de comunicación como tal, o a penas tiene la relevancia de hace años. Así que la duda es, ¿por qué han muerto las grandes estrellas del rock?
Para responder la pregunta hay que hacerlo por descarte: sabemos y nos puede constar que no es por falta de talento, realmente hay mucho talento indiscutible, y éxitos del ayer siguen apareciendo hoy día aun con menos relevancia social. Tampoco es cierto que sea por falta de mecenas, las grandes productoras estarían gustosos de crear un héroe que genere millones - hoy día se tienen que conformar con un artista mal valorado que genere básicamente los mismos beneficios. Tampoco es cierto que el problema sea que no hay medios al alcance de esa estrella del rock para darse a conocer, porque cualquiera puede darse a conocer y provocar un meme de la manera más barata o accesible - es decir, más fácil que desde siempre.
Por tanto ya sabemos que si no existen esas estrellas que hace décadas existían no es ni por falta de talento, ni por falta de mecenas, ni por falta de tecnología o logística. La razón es exclusivamente porque los fans, los feligreses, no están por la labor de incorporar esa clase de héroes. Es decir, seguir a una superestrella del rock no es interesante hoy día.
Este enfoque es el tema central: lo que mueve la existencia de una religión, a mi juicio, no es el contenido religioso propiamente dicho sino cómo se vende esa religión de cara a las espectativas que tiene el feligrés. Es decir, sólo triunfan las religiones que supongan una revolución económica o un mantenimiento de los ritos que hasta entonces se habían estado siguiendo.
Lo que identifica a la religión no es, por tanto, la fe o el dogma, pues si bien es cierto que el ateo por condición sinequanon es imposible que comparta un dogma de fe con un religioso también es cierto que el génesis del religioso no tiene porqué ser la fe en sí misma. El religioso asevera que el origen de su creencia proviene de una forma de inferencia, ya sea la fe o la razón; pero para un ateo atento ninguna de las dos puede ser tomadas como punto de partida para el nacimiento de la religión.
La fe no puede emanar como el agua de un manantial por generación espontánea. Es como la valoración que tienen algunos sobre la maldad: que creen que proviene del hijoputismo, algo así como un material mágico que combustiona el cuerpo mental de la gente para convertirlos en malas personas. Es decir, la fe tiene que venir de alguna parte, como el hijoputismo, no se puede aludir a un ser anómalo del que seamos víctimas maniqueas y, al mismo tiempo, hablar de juicios que sopesen nuestras decisiones.
Si alguien dice que la religión proviene del conocimiento mismo, de la búsqueda de dicho conocimiento, observamos que no cuadra: cuando aparece un ser extraordinariamente inteligente o sabia lo natural no es hacerle el más mínimo caso, de hecho puede que incluso se le traicione o se le ignore expresamente por ser tan listo o sabio. La excepcionalidad en realidad es un handicap para ser famoso, para que se aplique un meme sobre ti. Sólo la historia de los seres excepcionales ha sido capaz de crear el arquetipo de lo excepcional como algo memético.
Dicho esto, esto nos lleva a la historia prometida: imaginemos que en mitad de la nada, y sin venir a cuento de nada, aparece un gigantón de veinte metros declarando públicamente su existencia de manera inequívoca. Y entonces dijo:
- Yo soy Mogrul. Y heme aquí de manera excepcional para cualquier criterio científico o histórico que hubierais tenido sobre mí. Nadie me esperaba y heme aquí. Al menos, innegablemente, deberíais de reconocerme como un dios, dentro de vuestra escala de valores. Aunque no reclame que me otorguéis un carácter perfecto.
Y, ciertamente. Un ser que trasciende a nuestra ciencia, religión, historias..., un ser que va más allá de lo visto y rompe todos nuestros esquemas tiene todo el derecho del mundo a ser declarado como un hombre y algo más. Bien, pues he ahí a Mogrul, el gigante dios. Y la ciencia lo tendría que aceptar, como el primer dios que hizo aparición.
Sin embargo, tan pronto como quede reconocido será olvidado. Será un dios, sí, pero sin religión. Porque nadie le esperaba y nadie lo va a tomar en cuenta.
¿Qué es lo que hace que Mogrul no sea memético? Pues, la excepcionalidad. Que es el supuesto requisito que le impone la religión a sus seres extraordinarios.
Por lo que la religión no se basa en la fe de lo excepcional, se basa en un rito repetido. Podemos rescatar las ideas de Propp y sazonarlas con la tesis de Bueno. Ahí tenemos una buena receta religiosa que explica el origen de la admiración por la trascendencia ontológica del ser.
Podemos ir a las cavernas, y los hombres que allí habitaban solían ser carroñeros; de ahí que vivieran poco, pues nuestros estómagos tampoco están bien condicionados para ello. Lo que mejor soporta el homo sapiens es la fruta, pero ante una glaciación sólo la carne da calorías. Por lo que los humanos que aprendieran a cocinarla tendrían derecho a una descendencia, pues nuestro cuerpo no es capaz de consumir carne por sí mismo. Necesitamos fabricar colmillos para desmenuzarla, o quemar la carne para que sea más fácil de masticar. La carne no nos hace perder dientes, los frutos secos sí, y tenemos dientes de más para que sirvan de recambio.
Así que cuando veían a esos animales, grandiosos, que podían darles de comer por semanas. Algo por dentro les hacía comprender que podían trascender más allá de lo que eran, de cómo habían nacido. Los buitres que aprenden a cazar, los gatos que aprenden a consumir plantas..., todos éstos tienen un momento de revelación que les hace verse a mismos trascendiendo más allá de los ritos que habían estado aprendiendo.
Cuando muere un ser querido y se entierran sus huesos, como decía Propp, del rito y el duelo protegiendo la tierra y el recuerdo de ese ser, emergerá un árbol. De la misma manera que el rito irá cambiando para plantar la semilla de un fruto con los huesos de un ser querido y, con el tiempo, el olvido de la parte del rito que hiciera una o tal cosa... Hasta obtener el entierro ceremonial por un lado y el nacimiento de la agricultura por el otro de manera supuestamente simultánea.
De la misma manera, ¿cómo se debe esperar que nazca la idea del conocimiento y lo trascendente en el lenguaje humano? Si no tiene presencia material entonces no existe. Lo que existían eran los animales, que para el homo sapiens le eran trascendentes; lo sabemos porque, como decía Bueno, las obras rupestres son de animales y eso tenía que ser porque los divinizaban. El carácter divino del animal no es porque les confiriera poderes mágicos, sino porque a través de ellos el ser humano podía trascender: podría domesticar y mejorar la seguridad de la tribu, podría crear una granja y mejorar los recursos, o incluso podría cazarlos para cambiar al carroñero por un depredador. Eso supone una revolución para el propio homo sapiens y los ritos que conocía, sus comportamientos.
Pero podemos imaginarnos a un homo estepario, que llega a la caverna y se encuentra con unos meros homo sapiens carroñeros y asustados ¿Cómo se comunica con ellos? Con el arte: juegos de rol, escenificaciones diversas, gestos, arquitectura, muñecos hechos con ramas, monigotes sobre la tierra y, por supuesto, con el conocidísimo arte cavernario, dibujando en los lugares más recónditos, donde sólo los iniciáticos querrían aprender. Y ojo, esto es la base fundamental de esta teoría: no colocar los dibujos en lugares remotos destroza el argumento.
Cuando no te interesa trascender da igual lo que haga el gigante Mogrul o lo excelente que sea: no trascenderás. Hay un camino sinuoso que debe uno seguir, encuentras un dibujo: si lo ves entonces podrás continuar como si fueran migas de pan hacia el siguiente. Si demuestras interés y señalas el dibujo, entonces puedes mover al sujeto hacia lugares donde los dibujos sean mucho más importantes. A lugares sellados a los ojos del ignorante que no quiere ir más allá del homo sapiens.
Entonces el que ve los dibujos podría verse a sí mismo cazándolos, cocinándolos, domándolos... Convirtiéndose en el ser superior que podría llegar a ser: un dios a los ojos del resto de los hombres.
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