sábado, 6 de marzo de 2021

Urnas fuera. Elección autónoma

Cuando los griegos tenían que decidir cómo dirigir los asuntos políticos de la polis decidieron valerse de un sistema de elección que fuera azaroso, y cuando había que resolver magisterios complejos se reunían a votar. Todas esas formas, para lo poco numerosas que eran las ciudades y la simpleza de esa sociedad se podrían considerar hasta razonables. Sin embargo, la sociedad está destinada a revolucionar. Y, en su caso, a algo que puede recordar al socialismo.

Cuando el imperio romano se vio colapsado por la nueva realidad económica de los hombres libres, bien se pudieron percatar de que un esclavo no sólo no iba a trabajar la tierra mejor que a quien pagas para que se haga dueño de su propia fuerza de trabajo, sino que además el propio esclavo necesita ser vigilado. Podemos ver la película Espartaco, de Kubrick, donde vemos cómo el director insiste en hacer ver que a cierto patricio no paraba de escapárseles los esclavos. Esa lectura era muy realista: eso es lo que ocurre cuando hay vientos de revolución, cuando la gente está reclamando cambios. No se puede ser laxo y esperar a que tus esclavos trabajen para ti. Lo normal es comprobar cómo se cumple el contrato social.

El contrato social es un concepto bien sencillo: podemos imaginarnos un grupo de niños, y entonces uno de ellos se autoproclama el líder - porque le da la gana. Si bien al principio jugarán juntos, todavía es más posible que en un momento dado ese líder se acerque a sus amigos y compruebe cómo ellos se han puesto a jugar por su cuenta: 

- ¿Por qué no me habéis avisado para jugar, si soy vuestro líder?

- No, lo que pasa es que hemos creado otro grupo. Y en este tú no eres el líder.

Eso es lo que significa revolucionar; y cuando hay aires de revolución los esclavos se van corriendo de la casa del patricio. De la misma manera debía pasar con los judíos que trabajaban para los nazis: mientras los nazis eran la hegemonía ellos se autoconsideraban supervivientes, pero en cuanto observaban que sus dueños perdían la guerra automáticamente seguro que llenaron las copas de veneno, o buscaron la manera de salir por patas o sacar alguna clase de beneficio.

Es por ello que debemos entender que el contrato social, lo que llamamos el socialismo: emergerá. Sí o sí.

Sin embargo la sociedad se va volviendo más y más compleja. Las cosas no pueden resolverse con las fórmulas absurdas con las que estamos habituados. Sabemos, por lo pronto, que un político podrá sacarle beneficio a su posición en cuanto pueda especular con un problema: él debe ser representante de la solución - pero mientras el problema siga siendo un problema, si la solución elimina el problema entonces el político perderá interés. Le sale más beneficioso crear un artificio, y parasitar del pueblo si el sistema electoral utiliza urnas - un sistema de elección populista, demagógico, en sistemas demasiado complejos.

Nuestra sociedad actual ya es suficientemente compleja. Ya no podemos usar las urnas, y poco a poco la gente se irá dando cuenta para ver cómo se levantan llamadas a la revolución. Poco a poco los logotipos estarán en el punto de mira: demasiada corrupción en los partidos políticos. A los partidos no les interesa resolver un problema, sino poner en la palestra un asunto que sea incombustible. Acto seguido, esperar que la militancia te perdone a tu logotipo lo que es imperdonable en el logotipo contrario. El proceso es mucho más simple de lo que parece.

Por esa razón una buena fórmula bien podría ser colocar en el poder a un sujeto al azar: al menos ese problema no se mantiene. Lo malo es que no debemos esperar que en un individuo cualquiera los asuntos del estado tiendan a resolverse.

La solución que propongo a cambio de las urnas - sin tomar en cuenta la idea del voto directo o la democracia líquida, conceptos bastante conocidos y hoy día fácilmente aplicables si estamos dispuestos de contratar a los profesionales pertinentes - es un sistema de elección autónoma.

Más allá de decir que no reconozco un estado democrático gobernado por un Gobierno permanente, pues este poder sólo tiene sentido dentro de un estado de emergencia en un régimen específico temporalmente, a la hora de elegir un responsable ya sea técnico como social la fórmula acaba siendo la misma: 

1. Los candidatos deberán pasar por un primer filtro que genere un grupo masivo.

2. Los que pasaran el filtro deberán ponerse de acuerdo sobre:

2.1 Cuál debe ser el sistema de elección.

2.2 Cómo se ejecuta el feedback, para aseverar que no ha habido corrupción.

2.3 Proponer bajo unanimidad ante silencio administrativo la lista de elegidos como resultado de su sistema.

2.4 Fijar unas condiciones para determinar cuándo la fórmula de elección se queda obsoleta.

3. El Pueblo referendará tales condiciones.

3.1 Si el punto 2 no queda referendado entonces será el estado el que filtre de manera más restrictiva a los candidatos para que éstos puedan redactar unas fórmulas que sí sean referendables.

 

Este sistema de elección autónoma es cierto que sigue necesitando un sistema de urnas, o participación por parte del Pueblo, pero sólo se dará masivamente tras un proceso constituyente - porque para los siguientes ejercicios se puede delegar la aceptación del nombramiento a los representantes parlamentarios.

Uno de los grandes problemas a los que se tiene que enfrentar una sociedad es cómo debería organizar a cientos o miles de personas para que éstas pongan a un representante de todas ellas. Los pesimistas creen que es imposible conseguir tal nivel de consenso, sin embargo yo no vivo en ninguna utopía: el problema es que siempre el más pesimista es el que más sabotea los consensos con el fin de demostrar que tales consensos son imposibles. Es por ello que siempre es necesario que haya un filtro inicial.

Y es que el primer filtro que es imprescindible, como decía la academia de Aristóteles, es no ser un analfabeto. Cuando los consensos no son posibles es debido, básicamente, a la falta de educación. Sin embargo, ¿acaso no hay suficientes filtros para que un hombre sea elegido juez como para que éste quiera ponerse de acuerdo con otros colegas suyos sobre cómo deben ser promocionados los suyos? ¿Qué pasaría si se está reclamando que 1000 personas se pongan de acuerdo y con lo único con lo que se ponen de acuerdo 999 es que hay una que sobra en el grupo? Pues obviamente para eso tienen que estar los filtros, o las decisiones sobre a quiénes les corresponde establecer los consensos.

Es decir, alguno podría venirme con la película de 13 hombres sin piedad - creo que ese era el título - donde el protagonista era el único que se oponía a los otros 12 miembros del jurado para convencerlos uno a uno sobre la inocencia del acusado: con el sistema de la elección autónoma los 12 se habrían puesto de acuerdo en echar al treceavo y habrían condenado a un inocente - eso es lo que me diríais. Sin embargo la cosa no va por ahí: hablo de cómo elegir a los mejores, no de determinar la culpabilidad o inocencia de una persona. De hecho, para determinar la culpabilidad o no de una persona considero que para eso está exclusivamente el trabajo del jurista - para luego redactar su informe y someterse a la aceptación o veto del jurado por la autoridad que represente la sentencia.

En definitiva: que no se confunda el sistema de promoción con la auditoría externa; pues el sistema de promoción es una auditoría interna - su naturaleza es muy diferente. Una auditoría externa exige un par que evaluará el conjunto como una caja negra; mientras que una auditoría interna precisa analizar los entresijos de la elección final. 

Dicho esto, de los jueces se promocionan a los magistrados que conformarán el Supremo, de los alcaldes se promocionan a los parlamentarios que conformarán el Senado, de los sanitarios se promocionan a los ministros que en reserva conformarían un comité de sanidad si hubiera que llamarlos, como entre los politólogos reconocidos se promocionarían comandantes que asuman mandos territoriales si hubiera que llamarlos..., sabiendo que serían llamados en orden por la propia numeración hecha por los técnicos que los promocionaron.

Y ahí habrá algunos mirando con reojo para decir: no me fío de éste, no me fío de este otro... Bueno, a quien eliges es a quienes les reclamarán un trabajo técnico. Son los parlamentarios quienes tienen control de esos cargos técnicos, y el único permanente será el judicial, que además funcionaría bajo un sistema de auditorías externas.

Yo ahí veo calidad democrática. Y además, un sistema barato de mantener y difícil de corromper.


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