Has hecho click y te pones a leer. La mirada se ha quedado atenta por un leve instante, pero la divagación vuelve a dominar los tiempos. El significado de las palabras pierde todo su sentido frente a su significancia, los autores se convierten en un devaneo de intentos infructuosos de pretender llamar la atención. No son más que escollos de un vago recuerdo de los restos ignorados por la basura intelectual que les quedan y, cual basureros, esperan que sean recogidos por nosotros para darle alguna clase de valor.
Insatisfechos por su vida nos tratan como meros funcionarios cuya misión es recabar el poco valor que le queda al mundo que proponen ¿Creen esos autores que poseen tanta disciplina como para que sus desechos puedan ser recuperados y revalidados en el mundo telemático?
Entonces recabas la información para dar el consentimiento de un tiempo perdido ¿Cuál es la ganancia salvo la experiencia que se espera encontrar? Y vadeando entre lo poco que queda por aceptar hasta es posible que se encuentre una ligera razón de porqué perder aquí el tiempo.
Es pararse a pensar y dedicar un minuto de tu vida para ver que no hay tiempo por recuperar y que toda reflexión no es más que tiempo perdido. Pero, de alguna manera, se dispone de la capacidad de entenderse a uno mismo como la persona que fue capaz de surcar ese camino para dejar una huella de la interpretación propia entre tanto vadeo y discernimiento.
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