jueves, 1 de octubre de 2020

Fontanería política

La participación política del pueblo de manera que se configure como democrática pasa por un punto de inflexión: ¿cómo abordar la política que no se ve? ¿Cómo arreglar los factores inherentes del sistema? 

Cuando el fin es privatizar la participación política, las empresas necesitan comercializar la propaganda política, pues la propaganda es altamente cara y, por tanto, exige una financiación. Sin embargo, en mis años como analista político, hablando con las altas esferas, una vez me explicaron que el verdadero caballo de troya del sistema político no es tanto el financiero sino donde se encuentra el verdadero zénit de la carrera de un político: la obtención del liderazgo en su propio partido.

En un país democrático de pandereta, tal como lo tenemos entendido hoy día, suelen presentarse dos partidos políticos: uno se suele situar a la izquierda del debate y el otro a la derecha. Los terceros y cuartos partidos políticos no se rigen por la regla fundamental: el movimiento natural de un político es conseguir alcanzar la presidencia de uno de los dos partidos políticos, una vez conseguido la carrera del político ya ha dado a su máximo explendor personal.

Siempre es posible hablar de políticos con un ego tal que, además, deseen ser presidentes del gobierno. Sin embargo esa rareza, combinado con el hecho de haber sido aceptados por los tenedores de deuda, no es más que indicios de que ese político acabará convirtiéndose en un tirano debido a su narcisismo. 

Pero volviendo al tema central: las grandes empresas, con el fin de inferir en las leyes de los países, necesitan controlar a los que redactan dichas leyes. Y eso se consigue teniendo controlado al legislador mediante los partidos políticos - porque cuanto más efectiva sea la propaganda política y más fuerte la red clientelar del partido más solida será la situación financiera de los miembros del partido.

El político tal como lo conocemos, dentro de su estado inherente de corrupción, tiene un ideal de trabajo: su puesto ideal es ocupar un puesto donde no sea especialmente visto o relevante y donde sus ideas no calen. Ese es el ideal del político socialdemócrata. Cuando un político ocupa un puesto donde podría ser víctima acaba en una situación donde recibirá muchos votos del Pueblo, cuando esa clase de apoyos no rentan. Lo que renta es el voto interno, la red clientelar y la estabilidad financiera dentro del partido.

Por eso el peor puesto, por ejemplo, para un político del PP es pugnar por presidir el gobierno del País Vasco. No porque tendrá uno o dos escaños, sino porque su situación será altamente inestable y sus redes clientelares prácticamente nulas.Y ahora que no está la ETA asesina es incluso peor.

Esto lo que nos dice es que se ha consolidado un sistema orientado a ser controlado por la inferencia extranjera (lo cual es delito en cualquier país del mundo) debido a que las empresas más poderosas son extranjeras. Sin embargo, a ojos del imperio todo está bien. El mainstream ahora es mantener las cosas de la manera más corporativista y privada posible: es como la capitalización de la democracia, no les bastaron con capitalizar las leyes mediante las licencias, además tenían que capitalizar nuestro derecho a voto.

Sin embargo hay que pararse a pensar qué modelo político es el más adecuado para el verdadero propósito para el cuál supuestamente es necesario. Yo, por mi parte, ya habré comentado lo inútil que es el poder ejecutivo - poder completamente prescindible con la cultura que tenemos hoy día. Por otro lado, el poder legislativo bien puede ser resultado de una democracia líquida, de manera territorial. Es decir: los distritos eligen a sus ediles, pero para que éstos adquieran algún asiento deberán ponerse de acuerdo de a quién ceder su silla, sus votos.

Fórmulas pueden haber muchas, aunque por supuesto yo siempre recomendaré el sistema de elección mediante voto negativo persistente: demandar en un centro público cuáles son tus políticas para que resten aquellas que les sean contrarias. El candidato adquiere peso cuantas menos oposiciones reciba: una manera natural de obligar al representante a tener que convencer sobre sus posturas y no sobre su partido.

Al fin y al cabo, ¿qué pasaría si toca arreglar las tuberías de una ciudad? Es posible que tras levantar todas las calles y ponerse a apretar todas las tuberías todos los ciudadanos experimenten un ahorro ligero que, en suma sería significativamente importante para la inversión llevada a cabo. Sin embargo, a ojos de los vecinos, no habrían percibido ninguna mejora personal y, al mismo tiempo, sí habrían percibido la molestia del levantamiento de las calles. Eso es la fontanería política; el problema es, ¿qué pasaría si la mayoría de los problemas que se presenten en los asuntos políticos se debieran resolver mediante fontanería política?

Entonces un representante no podría hacer su cometido. Más bien un técnico debería de encargarse; alguien que cite las razones técnicas de porqué ejecutó las partidas presupuestarias de esa manera. Que un proveedor presente el proyecto y éste se apruebe de manera técnica según una ley presupuestaria, la interpretación de un magistrado y su jurisprudencia. Si la ley es demasiado arbitraria, para eso estarían los legisladores; pero para los asuntos donde la ley genere un vacío reconocer la arbitrariedad política para no marcar jurisprudencia donde no hay ley escrita: se trata de cambiar las reglas en virtud del tipo de ley que se necesita aplicar.

Una sociedad así no acaba siendo tecnocrática, pues los protagonistas si bien son los expertos en la materia también es cierto que deben superar el escrutinio de sus competidores, que ejercerán de pares.

Una sociedad que no es capaz de comprender el papel tan importante que ejercen los pares en la política no es capaz de comprender el verdadero significado de una democracia: el que impone su norma desde el poder será un dictador y el que impone su norma desde abajo será un anarcoliberal - cualquiera de las dos formas son contrarias a la democracia, que exige que para cada acto haya alguien que te contradiga.

Una vez comprendida la función política, el discurso asambleario no podría basarse en ideologías o utilitarismos: el discurso de las asambleas que se formen estará destinado a abordar el mundo de las ideas. Porque será a través de ellas como consiga el legislador ser convincente entre los suyos y ante los que interpreten la ley.


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