Vuelven los años de universidad a mi cabeza, a atormentarme. Relaciones de odio y tortura psicológica continua. Funcionarios que se limitan a destruir a miembros de una lista de alumnos sólo por placer. Porque ésa sería la única explicación que queda. El hecho consumado de que la psicopatía de hombres y mujeres tras alcanzar un puesto elevado dentro del seno de los funcionarios, o el poder, acaba convirtiéndose en una persecución continua hasta conseguir la más perfecta de las eliminaciones.
Hoy día ya no se asesina tanto. Se sigue matando, pero al menos no está de moda. Los psicópatas, que siguen existiendo, no son perseguidos desde las comisarías - porque ese perfil ha sido eclipsado por el de varón machista violento (si es que realmente es un contingente como tal en España). Se ha creado un muñeco de paja sólo con el fin de crear una red clientelar en torno a algunos partidos políticos.
Así, tan pronto como se mofan de los movimientos feministas ya explotaron como pudieron a los movimientos de izquierdas. El resultado ya lo vemos: se creen que los comunistas no somos demócratas. Se creen que somos de la extrema izquierda. Hablas con la gente y te quedas pensando: ¿es que no fueron al colegio de pequeños? ¿O también el falangismo se encargó de hacerles claudicar a la hora de ponerse a pensar?
Ya se lo pregunté a mi profesor de primaria en el colegio: si la democracia está al oeste del muro de Berlín, ¿por qué la Alemania oriental se autodenomina demócrata? ¿Es por cinismo? Y no, no era cinismo: las dos alemanias buscaban supuestamente la democracia ¡Y qué fácil lo tienen para aquellos que ya tienen la respuesta para todo! Este lado se equivocaba, y el otro no...
Pero igual que se cargaron el concepto de comunismo también terminarán de fulminarse el concepto de feminismo: así lo observé en cuanto vi cómo los periodistas que tanto se aferraban contra la doctrina Parot, ahora consideraban de lo más normal sumar penetración a penetración años de condena en vez de considerar el conjunto como el delito en sí... También observé que la izquierda claudicó al pensamiento en cuanto desapareció de los medios a la hora de tildar un poema feminista contra Pablo Iglesias como si fuera un poema machista.
Hemos visto auténticos esperpentos intentar defender la corrupción de su partido, pero como Monedero, con ese nivel de cinismo y ausencia de matemáticas, casi se convertía en una visión de aberrantes dimensiones sobre lo que siempre habría jurado que jamás llegaría a ver: la muerte del comunismo en España de los medios.
Era como cuando el esperpento llegó ante mis ojos jóvenes y virginales aún de manos de un juez: esos funcionarios me habían agredido, los testigos no tenían duda y la policía no disponía de dobles versiones. Todo estaba claro y no había confrontación al respecto: agredían de manera mortal, continua, premeditada, alevosa, desde una posición de prevalencia al ser profesores de asignaturas troncales en mi carrera... Y no pisaron prisión ni perdieron su puesto de trabajo.
Me decía el juez que ellos también eran víctimas. Y se lo explicaba a la víctima ¿Qué era lo que pretendía decirme ese indeseable? No lo entendía y juro que jamás lo intentaré entender. Porque han pasado como dos décadas y aún me hierve la sangre de las agresiones y la beligerancia de nuestro tan asqueroso y ruín sistema judicial. Me bloquea y me vuelve la rabia junto a un instinto sobrenatural que opera por encima del ser humano y me habilita para matar.
Que no se me cruce ese mafioso por la calle.
Esa fue la razón por la que nunca quise saber su nombre, ni quise entrar en los procesos judiciales, ni quise involucrarme... Apoyé en todo a la policía del municipio de Murcia para que ellos llevaran a cabo la denuncia y que se llevaran también mis indemnizaciones por las agresiones. Opté por esa fórmula porque cada día que pasaba el esperpento invadía más y más mi cuerpo, me obligaba a paralizarme para evitar hacer algo que no tuviera vuelta atrás. Me hervía mucho la sangre.
Así que cuando tengo que afrontar un enorme peligro vuelve el miedo. Pero si el miedo tiene que ver con la confrontación física automáticamente me convierto en un soldado de primera, en un asesino letal. Si, por el contrario, el miedo aparece porque temo a la frustración de no obtener reconocimiento en el mundo de lo académico entonces no tengo el instinto desarrollado - porque ya he conseguido los más grandes logros que ningún ser humano sería capaz al respecto (en mi área profesional) y, sin embargo, no me lo reconocen.
No he obtenido los premios que consiguiera calmar al tigre asustado que hay dentro de mí.
Así que vuelve la depresión provocada por la prevaricación judicial, la envidia asesina de los funcionarios, y los largos etcéteras provocados por la decepción política e institucional.
Mientras tanto, alguien se queja de que el anterior rey se llevara comisiones..., ¡anda y que les den! No usan la lógica: el rey no cometió actos ilegales porque la institución se lo permitía y, es más, tampoco cometió actos inmorales porque esas leyes (el cobrar o no comisiones por ser conseguidor) son derechos pactados por la sociedad - no son derechos fundamentales o inherentes al ser humano.
Tenemos otros tipos que chirrían mucho más: tenemos a Jordi Pujol que cometió delito al hacer lo mismo y, al mismo tiempo, fue inmoral porque salía de sus palabras que el delito que él cometía contra Cataluña lo llevaban a cabo sus rivales ideológicos. Pero la gente va contra Juan Carlos, y todos sabemos que la razón no es lo que hiciera, sino como excusa para atacar a la monarquía o para excusar los propios delitos de los de tu bando.
El esperpento llega más lejos para aumentar la depresión del país y, de ahí, a su inminente caída. El proyecto España es cuestión de tiempo antes de que se convierta en lo que algunos no llamaríamos país. Porque si bien un país debe tener un suficiente número de personas, ser interesante geopolíticamente por sus recursos o posición en el mapa y tener suficiente historia también es cierto que la ausencia de un estado de derecho en su concepto más básico hace que se desvanezca como tal..., como en su tiempo le pasó a Iraq o a otros tantos países semitas.
Como las bombas que arrasan ciudades una epidemia puede hacer muy bien su trabajo.
Sin ir más lejos, España necesita recuperar el poder adquisitivo de los que se gastan el dinero en los comercios. Sin embargo, debido a la depresión que se espera y al esperpéntico privilegio que tienen los oligarcas banqueros vuelve el dinero a desaparecer en manos de unos pocos, incluídos y especialmente los políticos, que han legalizado el cohecho en su beneficio personal.
Me pregunto también qué pasará con sujetos como Florentino Fernández que también se lleva todos los meses comisiones de nuestro sistema sanitario: nada más simple como especular con la compra de unos terrenos que no sirven de nada para, acto seguido, ¡oh sorpresa! es ahí donde queremos poner el hospital de la ciudad. Así, todos los meses, tendremos que pagarle a ese señor del dinero destinado para salvar personas por haberse "adelantado", por así decirlo. Y hablo de Cartagena, como si Florentino Fernández se conociera esta ciudad...
Mientras hayan políticos éstos tendrán intereses financieros en sus correspondientes partidos, un millonario podría ofrecerles financiación y, acto seguido, allá donde tengan poder adelantarle a ese millonario una información privilegiada. Eso es el capitalismo combinado con la socialdemocracia: sucumbe siempre e irremediablemente en el cohecho, tanto el legal como el ilegal.
Pero a la gente le preocupa el rey. Cuando lo del rey ni nos afectó realmente.
Si robas al sistema sanitario miles de millones luego donas algún millón y te lo perdonan: la gente no es estúpida, es mucho más que eso..., y esto es lo que me lleva a la depresión.
Los socialdemócratas creen que un país puede caer indefinidamente, y que nunca terminará de caer. Ya digo yo que eso no es así. Y que el día en el que el país caiga las bestias pardas se soltarán de sus cadenas y la sangre brotará desde el interior de las instituciones ante la pasividad de la policía y el ejército.
No hay comentarios:
Publicar un comentario