sábado, 11 de julio de 2020

El estado ausente

Como si fuera un jilguero, el mejor presidente que puede tener el país es el que no influya de manera coercitiva sobre los medios, ni sobre los ciudadanos y, al mismo tiempo, pueda defenderse de cualquier clase de crítica para tener respuesta a todo.

Pero claro, ¿eso cómo se consigue?

Estuve pensando en voz alta hace un par de días, supongo que me vino alguna clase de fiebre repentina con tanto estrés y absurdos, con eso del aumento de los calores aquí por el sur. Y se me ocurrió cruzarme con la idea de cómo sería yo presidente, de cómo me resolvería ante la crítica de los periodistas en ese futuro imposible y alternativo... Y mi mente viperina sólo fue capaz de hacer confluir al líder democrático con el líder socialdemócrata de una manera...

Parece que el líder que pide la gente, que te obligan a tener que estar ahí, cuando ya tienen un conservador con corona - veo que debería de ser cualquier cosa menos una persona seria. Es decir, de una manera o de otra en una socialdemocrácia sólo un bufón que sea un genio en las estadísticas podría salvar al país.

Un presidente bufón que presente datos exactos, que no mienta, que se tome las críticas a risa y presente contrarréplicas con cierta inquina..., así se podría naturalizar..., la broma. Habría que ir contra el que no entendiera la diferencia entre humor blanco y humor negro, quién no pudiera evitar el mal gusto de las bromas pesadas, etc.

En mi mente siguió dándose vueltas la relación con los periodistas..., ¿cómo sería un entorno donde hubiera renta básica? Quien fuera periodista podría serlo porque quisiera, podría continuar siéndolo en su medio personal y convertirse en un influencer autónomo sin miedo a perder la financiación más básica: la que le dé de comer. En mi modelo me cargaría muy probablemente el 75% como mínimo de los funcionarios, ya no digo el 100% de los cargos puestos a dedo (jefe de brigada de policía cuando no son policías, así como de bomberos, presidentes de fundaciones, etc.).

Se me cruzó en estos ardores nocturnos la posibilidad de crearme tantos enemigos que dudaba que realmente no me echaran a las primeras de cambio. Si ya fuera muy difícil que ninguna empresa quisiera financiar mi campaña, o que nadie quisiera tomarme en serio en un debate electoral donde sólo se pudiera extraer unos pocos conceptos en claro..., sólo pensar que pudiera mantener el cargo ya suena de risa.

Por eso, esos ejercicios mentales me dan de pensar: lo enfoqué correctamente. Al fin y al cabo si hiciera de tipo duro, como he solido aconsejar cuando era más joven, siempre se corre el riesgo de parecer querer machacar a todo el mundo sólo por pretender dar respuestas a todos. O podría parecer que por querer dar respuesta a todos es porque necesitas el voto, porque no existe punto intermedio en los tipos duros. Y todos los políticos actuales creo que se parecen más a lo segundo.

Al final es muy conveniente para muchos ilegalizar la trasparencia. Y es así cómo se forman las mayorías.




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