martes, 7 de julio de 2020

La herramienta discriminativa

Uno de los grandes fracasos del modelo educativo español vigente reside en darle completa credibilidad a gente que en ocasiones se mueven por intereses llenos de envidia y odio, entonces se les ve obsesionados con estudiantes porque éstos adoptan comportamientos diferentes del resto de sus compañeros, y es de ahí de donde nace la discriminación.

El origen del lenguaje en sistemas inteligentes es algo que lo tengo ya casi completamente desmenuzado. He podido ir perfilando mi lenguaje gracias a Quine, así que probablemente considere repelar su lectura para complementarla con mis fórmulas.

Hace poco me puse a hablar con uno de esos chat-bot on-line que se basa en atribuir una correspondencia entre lo que dice un emisor y lo que responde un receptor. Es decir, en virtud de cómo le hablan al bot los propios usuarios éste le almacenará tales respuestas para usarlas para mantener una aparente conversación.

La cosa es que no sé cómo hablarán las insectos, pero los grandes animales no son así. Cuando un gran animal tiene que reconocer un símbolo lo acabará haciendo, para atribuirle alguna clase de utilidad, pero discriminará el símbolo - lo reconocerá. Recordar y discriminar son palabras sinónimas, se basan en la misma función. Y los conocimientos no se pueden reducir a un conjunto de reglas simbólicas objetivas que puedan explicar el funcionamiento del mundo, sino más bien un conjunto de discriminaciones que proviene de lo que se ve, de lo que se vive.

Podría atreverme que incluso las hormigas piensan así. Cuando observamos las hormigas hacer una hilera que conecte el hormiguero con la comida bien se puede dejar caer una piedra sobre la hilera de hormigas, y observaremos cómo bordean la piedra. Si luego quitamos la piedra tendrá que pasar mucho tiempo antes de que atraviesen el hueco dejado por la piedra, aunque sea un camino más corto. Sin embargo puede que no haya nada en la memoria de las hormigas, pues podría ser el rastro de las feromonas de ellas mismas al pasar las que provoquen el recuerdo del trayecto.

La verdad es que no soy ningún experto en cerebros de hormiga, y si realmente los insectos se mueven o no bajo unos esquemas reducibles a un lenguaje libre de contexto, a que las proposiciones que se planteen se reduzcan a lo que se observa y se deja en el exterior sin más.

Si fuera así, entonces el lenguaje con una hormiga sería como el chat-bot que comentaba al principio. Sólo con ver cómo hablan las hormigas entre ellas se podría crear otra hormiga exactamente igual que reaccionaría como si fuera del hormiguero - y actuaría exactamente igual.

Pero, insisto: cuando hablas con un chat-bot que no reconoce el contexto puede que escuche cientos de veces "me llamo Pedro", "me llamo Javier", "me llamo Laura"..., que no almacenará la frase "me llamo {}", {Pedro, Javier, Laura}; de hecho, crearse una colección anónima sería el mismo proceso de discriminar parte de la frase del resto. Sería como si dijéramos que, a partir de cómo son invocados, los símbolos Pedro, Javier y Laura forman parte de una misma colección o grupo.

Pues bien, "me llamo {}" es el invariante y, por otro lado, la colección de nombres propios sería el variante. El variante sería invocado a través del contexto mediante una variable, y podemos observar que las acciones semánticas siempre suelen ser las mismas. De hecho, tal lenguaje ya lo tengo suficientemente bien desarrollado.

Lo curioso del tema es que hace falta un conjunto de acciones semánticas que nos permitan metadiscriminar las palabras, algo así como catalogarlas. De manera que primero se debe tener al conjunto de nombres propios en mente, y luego tiene que existir un instinto de querer ponerle nombre a ese conjunto que tenemos almacenado: "Tanto Pedro, como Javier, así como Laura son nombres propios", debe haber un metalenguaje que nos permita darle nombre a ese conjunto anónimo, para así activar tales acciones semánticas.

Todo eso forma parte del estudio de la pragmática: lo que tendrían los animales que son capaces de hablar y escribir.

La pragmática del metalenguaje es una manera de crear un mundo abstracto a partir de discriminaciones. Es decir, igual que puede ser útil para aprender a leer también puede convertirse en un mecanismo imparable para desarrollar supremacismos. Y, claro, es algo imparable: el camino de la consciencia pasa por el comportamiento violento. Si no se enseña sobre valores éticos y el camino de la estética moral entonces el aprendizaje de la escritura puede que caiga en saco roto y la sociedad sucumba a crearse una historia de violencia.

Es el sino de la tecnología: a pesar de que el freguismo nos dice que la lógica es simbólica y que se desvincula de las ciencias naturales, hay una ciencia de la que no podrá desprenderse: del contenido ético. Es por ello que si unos mismos principios pueden llevar a una criatura a aprender a leer y valerse de tales principios para conformar grupos supremacistas, ¿debería tener unos cánones éticos internos que eviten que esta especie sucumba a su propia autodestrucción? Y, si no los tuviera, ¿cuál es el margen de tiempo antes de que acabara ocurriendo? ¿Años, décadas, generaciones...?

La lógica de las emociones he creído poder desarrollarla mediante una evolución de la idea de polarización de los verbos, y creo que lo estoy enfocando bien: ¿puede un animal empático tener asegurado el buen uso de la discriminación gracias a una correcta polarización de sus sentimientos?




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