No hay peor vicio que el no reconocido, y a todo buen comunista, o buen socialista que se precie, en ocasiones le obliga la circunstancia el tener que tragar sapos. Por una cuestión de estrategia, claro.
Marx se casó, y por la iglesia. Así sus hijos no serían tratados como bastardos. Los sacramentos son aburridos, absurdos, vanos..., pero la sociedad está compuesta por personas, no por ideas. Por ello, no es lo mismo criar a un niño en un entorno donde le dejarán en paz, que en un entorno hostil..., de hecho, una de las razones por las cuales me opondría a que dos homosexuales se les reconociera el matrimonio (no sólo porque la Constitución española en realidad no lo reconozca por muchas cosas falsarias que digan los bienpagados, o porque los sacramentos deberían de ser ajenos a los problemas del estado) es porque que un niño que crezca en un entorno donde deba hacer natural lo que es anómalo hace mucho más difícil su educación. Y yo no le doy niños a cualquiera - cuanto menos, a los más apropiados.
En cualquier caso, veo que la gente aún no asume el papel que desempeña la monarquía - sin ir más lejos, hay una especial cultura de no querer discutir al respecto. La mayoría de los "debates" se reducen a: un tipo dice algo contra la monarquía, otro dice que eso que ha dicho no tiene base o está mal dicho, y el primero empieza con una retalía de insultos o valoraciones que están fuera de lugar. Lo curioso del tema es que, técnicamente, es el monarquista el que gana - y me explico.
Se plantea el clásico debate de la corrupción del rey emérito..., pues no es correcto; de hecho, yo defiendo un comunismo que recuerda más al caribeño en el sentido de que las pequeñas economías no son competencia del estado (si es que diera acto de presencia como tal), pero aún así usaré el siguiente ejemplo: imaginemos al dueño de una casa en un modelo socialdemocráta de país, donde trabaja y tiene una vida familiar como cabeza de familia. Entonces, suya será la nevera y suya es la comida que pone en ella. De la misma manera, se ha impuesto un horario y una manera de tomar un chorrito de leche al día. El político de turno, que vive sin problema ni necesidad, dudo que sepa siquiera qué significa racionar el alimento, o planificar lo que comes o lo que consumes. Pero claro, nadie dice que los debates de política, aun socialdemócrata, pueda ser entendido por un político de los de ahora. El asunto es que en un momento dado nuestro dueño de la casa decide echarse una comisión adicional de leche, por encima de su planificación. Ese chorrito lo hace porque es su leche, es su casa, es su sueldo, es el trabajo que él hace, es su planificación, es su patrimonio, en su casa él es el rey y, por tanto, no se puede ser corrupto de su propio patrimonio.
Visto así bien podemos llamar al que se sirve leche de más alguien que se aprovecha de sus privilegios, pero no corrupto: porque el corrupto entendemos que debería estar pensado para aquellos que se aprovechan ilegítimamente de sus privilegios. Bien podemos también decir que cuando no es un chorro de leche sino que es una buena botella de whisky, detrás de otra, entenderemos que la dejadez a su familia como cabeza no es que le convierta en corrupto sino más bien en un peligroso vicioso. Todo esto para hablar con un poco de propiedad y así establecer qué es lo que hay que hacer en cada caso.
¿Por qué es importante hablar con propiedad? Por una sencilla razón: ya tenemos una Constitución en este país que tilda al rey de una manera, lo desvincula de acusaciones, le pone ciertas funciones..., y lo que no puede ser es que reconozcamos la ley y, al mismo tiempo, no queramos acatarla... Esa posición es peligrosamente inconsistene, y mucha gente en su borrachera defiende esa clase de vicios en los debates.
Lo mismo pasa con la iglesia ¿Qué hacer con ese extraño concordato por el cual el ateo está obligado a mantener una fe que no es la suya? En cuanto existe el concordato no se puede llamar a la iglesia ladrona; pero es fundamental entender que el robo existirá no sólo por parte de quienes piden sino también por parte de quienes se lo conceden. Porque si el razonamiento está en que la iglesia hace una labor social entonces eso quiere decir que existe un contingente de problemas que el gobierno no contempla. Y eso es otro problema.
Hace tiempo uno de mis primos me comentó que un conductor de autobús le estuvo hablando sobre un viaje que hizo a Cuba de vacaciones. Por cómo me lo contó daba la impresión de que Cuba era una especie de puticlub gigante, un lugar donde las llamadas jineteras no eran sino una red gigantesca de prostitución donde estabas todo el día en la habitación y te las tirabas de ocho en ocho, niñas incluídas. Y sólo salían para refrigerarse y preguntarle al otro cuántas veces había repetido en ese día.
Un tiempo después Fidel Castro hizo revisión de las relaciones entre turistas y jineteras, para así limpiar tales relaciones viciosas que son cualquier cosa menos sociales. Y es que mucha gente en ejercicio de su plena libertad, y sin estar realmente obligada a hacer actos penosos, sólo por salirse de la isla, por conocer mundo, cumplir ambiciones..., están dispuestos a mentir o a lo que sea. Liarse con un español que no se come un rosco en España no será muy difícil, se respira hondo y, a cambio, puede que se convierta en tu papi-chulo y te hace española.
El vicio en exceso es siempre un problema y toda sociedad tiene que poner coto a los comportamientos que sobrepasen los límites concordados. Sin embargo, el no reconocer la existencia de tales pactos no nos hace más de izquierdas, nos hace, todo lo más un tanto más salvajes o estúpidos - incapaces de mantener un diálogo.
La monarquía, así como el poder ejecutivo tal como se concibe hoy día, me parece un forúnculo que le sale al cuerpo de una sociedad. Una expresión de dictadura que una sociedad refinada debería quitarse de encima. Sin embargo, en ocasiones, cuanto más se toque uno un forúnculo éste se hace más grande. La monarquía, por ejemplo, no me molesta. Debemos vivir con ese forúnculo, pero en su justa dimensión hay que considerar que quienes realmente hacen daño al Pueblo es el estado en su dimensión tan dictatorial y tocapelotas: que tenemos un problema mucho más grave que resolver antes que tocar un grano que, muy probablemente, no corresponda tan pronto abordar.
De la misma manera que no puede ser que vayamos por ahí quemando iglesias, porque la única iglesia que ilumina es la que arde: porque es el victimismo la que hace que se mantengan aún en pie, y no lo que aportan (si es que aportan alguna clase de filosofía o algo espiritual).
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