Poco a poco he estado consiguiendo perfeccionar mis teorías. Concretamente, se ha fusionado la filología, con la filosofía lógica, la ontología de la razón pura y, por supuesto, la ciencia de la computación para la programación del lenguaje natural. Ya sólo me queda invadir la pedagogía, si me da por documentarme al respecto.
En cualquier caso, estoy plenamente seguro de que mis pesquisas personales no son de ningún interés para nadie no tanto por lo que defiendo sino por ese principio de estética que le gusta tanto defender a la gente: si eres pobre viste como pobre, si eres rico viste como rico; ser por fuera lo que no eres por dentro molesta.
Me tocará plantearme esas cosas mejor. Pero el pistoletazo que me permitió desarrollar mejor el lenguaje que estaba preparando fue lo que vi ayer: volvía de mi tienda para ir a casa y observé una madre aguantando en brazos a un niño bebé capaz de caminar mientras despedían a quien podría ser el tío del bebé o su abuelo. En un momento dado el hombre mayor le dice a la madre que ya se va, y es entonces cuando se dirige al niño pequeño: "¿te vienes conmigo?". Entonces el niño instintivamente hace el gesto de asentir, sabiendo que era demasiado pequeño como para entender la propuesta en castellano. Razón por la cual, la madre automáticamente lo abandona en el suelo para que se lo lleve ese señor..., e hicieron el gesto de que el hombre se llevara al niño. Obviamente el niño al observar la broma de la madre hizo el gesto de querer volver.
La cosa es que aquí se han adoptado varias posturas: el niño instintivamente no dice que no a las propuestas, porque quiere saber en qué consisten. La madre automáticamente le sigue el juego a su familiar porque este tipo de bromas son tradicionales, y están fuertemente arraigadas a la cultura: los padres aprenden técnicas de cómo cuidar a los niños al ver a otras madres hacerlo antes, se repiten fórmulas culturales que se han considerado adecuadas. Lo que pasa es que algunas fórmulas son malas ideas.
Una fórmula tradicional es buena idea si es coherente a la hora de transmitir enseñanzas y, por otro lado, ofrece una perspectiva consecuente con lo que se espera conseguir. Si observamos la manera en que las madres enseñan a sus hijos observamos que ellas los programan mucho mejor que los informáticos a nuestras máquinas, y ellos demandan una información mucho más inteligente que lo que requieren los ordenadores mediante el deep learning.
Me explico: cuando sus dos parientes le gastan esa broma el niño adquiere una frase completa: "¿Te vienes conmigo?" Y si respondes que sí entonces la pragmática de esa frase es que abandonas a tu madre y te vas con el que te hizo la propuesta.
Este proceso que acabo de explicar no corresponde con el ciclo de vida del software que programa el lenguaje natural: no hay un proceso de lematización, ni tampoco se intenta procesar cada token para intentar analizar la sintaxis y, de ahí, adivinar el sentido de la frase. Da igual que usemos las técnicas conexionistas más modernas (los transformers), porque éstos se fundamentan en asociar el significado de las palabras a las que tengan más cerca en la frase, y esta frase es completamente nueva - interpreto que la enorme discontinuidad que supone intentar asimilar tantos conocimientos nuevos sería cercanamente imposible de asumir para una máquina bajo la tecnología actual.
Por tanto, lo que observo es que o esa enseñanza hecha por la madre ha sido infructuosa para el niño o justo lo contrario y lo que falla es la idea de que para analizar una frase primero hacemos un estudio morfológico y luego uno sintáctico...
Dicho esto, hoy mismo ya he desarrollado unos algoritmos que reestructuran el ciclo de vida y he replanteado en una serie de postulados los preceptos racionales que, supuestamente, usamos para pensar.
Por supuesto todo eso acabará en mi libro "Cuando éramos máquinas"..., aunque dudo que vea nunca la luz. Quizá se convierta en una de esas obras póstumas..., en plan, no sé.
Crear teorías coherentes es algo que hacen mucho los físicos, y crear teorías consecuentes es lo que hacen mucho los psicólogos. Pero lo interesante es pretender ser tanto coherente como consecuente.
Uno de los errores que suelen cometer los psicólogos, así como muchos pedagogos, es transformar su profesión en una forma de arte, adquirir protagonismo en vez de usar estándares, mantener técnicas vigilantes para estresarse buscando la manera de discernir mediante el factor humano el punto discrepante que usar y reconducir con su visión subjetiva las ideas que se exponen... Algo así hacía Freud, empero, cuando veía penes y vajinas en todas las conversaciones. Tenía que echarle muchísima imaginación. Era anticientífico.
Ser consecuentes para todo lo que te dicen te lleva por el camino de no poder estandarizar tus pasos, porque sólo verías incoherencias para cada ley que te prepares: el comportamiento humano no es fácilmente parametrizable en grandes esquemas. Y, claro, en cuanto a que podamos encontrar los arquetipos más primitivos se hace realmente difícil localizar operaciones grupales con los que poder inferir coherentemente un nuevo conocimiento. Por eso la psicología se sostiene principalmente de la matemática aplicada, sin llegar a incorporar rasgos de la matemática abstracta (como sí hacen los físicos).
Los físicos, por otro lado, ven muchos datos - y es tremendamente trivial crearse un modelo abstracto que los englobe a todos. Es un proceso de interpolación, de crear un modelo e imponer que es una forma de regresión. La cosa es que es tremendamente sencillo crearte un mundo de múltiples dimensiones a tu medida, y que cada dimensión sea una de las magnitudes que te parezcan relevantes. La coherencia es trivial y sencilla. Sin embargo, como diría Kant en su crítica a la razón pura, será difícil ver cómo a partir del frío dato se pueda regresionar usando sólo la razón, como si el análisis del mismo te llevara a descubrir su verdadera naturaleza.
Así que si los físicos me dicen que el Sol va a hacer una explosión electromagnética en este año a mí plin: ¿cuándo se ha visto que una declaración en física sea consecuente? Ya lo decía Hawking: lo importante es ser capaz de predecir. Claro..., montarse historias eso lo hace cualquiera, para eso no me levanto de la silla.
Los psicólogos están todo el día prediciendo lo siguiente que va a hacer un sujeto. Y suelen acertar, porque lo tienen fácil: tienen un conjunto de estándares que han podido representar los comportamientos más normales y, claro, normal significa que probablemente se comporte así. Por definición, y bajo certeza matemática, tienen que predecir sí o sí, porque estructuralmente ya está todo previsto para que así sea. Salvo que el muy imbécil se salga de los estándares, claro..., ya digo que hay psicólogos que les gusta hacer de protagonistas.
La cosa es que los principios rectores que establecen nuestras pulsiones más internas corresponde con la percepción de la historia que nos estemos montando y, poco a poco, el papel de la razón, las emociones y sus motivaciones..., gracias a las técnicas más modernas pueden empezar a surgir...
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Creo que no estoy desarrollando nada rápido porque en el fondo nada de esto es tomado ni será tomado en cuenta. El científico niño-bebé que es capaz de sostenerse en pie tiene que tener un instinto que le permita experimentar consecuentemente para determinar la coherencia de los actos. Deberá manejarse con frases muy largas y perfectamente declinadas y conjugadas con palabras que no ha oído nunca y saber ubicarlas en su base de datos a la espera de poder fusionarlas y comprimirlas de la manera más eficiente. Sólo una teoría encaja con lo que digo: la que ya venía desarrollando desde hace meses.
Sabía que iba por buen camino por otros motivos. Estas experiencias me lo refuerzan: mis álgebras son consecuentes. Así lo veo yo. Me encajan las cosas..., o muchas de ellas.
Y luego está la certeza esa que me dice que jamás en mi vida seré reconocido. Esa extraña sensación de que da exactamente igual lo fascinante, lo impactante, lo sencillo, lo chocante, lo falsable, etc..., que haga porque estoy completamente fuera.
Que vivimos una mentira, no: vivimos en un mundo suicida nada consecuente. Y la falta de coherencia en la gestión del coronavirus lo demuestra: no pueden ser consecuentes porque los datos no son homogéneos. Así que el estudio de varianzas es imposible.
Si se basan en la estadística y hay organismos globales, ¿por qué no se ponen de acuerdo? Prefiero no pensar en ello.
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