martes, 12 de mayo de 2020

Interiorizar para proyectar

La mala fe de la gente a la hora de juzgar, a la hora de lanzar sus instintos de ira, suelen ser producto de ideas que estuvieron interiorizando con los años, ideas que luego creyeron que era ley de vida. De ahí nace la proyección airada de los defectos propios en los demás.

Vemos muchos individuos que se abalanzan con una enorme ira. Y claro, ¿qué es la ira? La ira la tengo en mis modelos perfectamente ubicada: existe para interpelar a un semejante para que haga las cosas de otra manera, para que la manada no tenga que ir en su auxilio. Así lo expresó la famosa antropóloga que quería discutirle a Chomsky su idea del protolenguaje: la idea de que hay un lenguaje universal que usamos todos para conformar el lenguaje que aprendemos de pequeños.

Cuando me pongo a hablar en Twitter me puedo encontrar con gente que se ríe, otros que se desesperan..., pero es curioso cómo la desesperación la intentan ocultar, ese drama personal que tienen lo quieren escudar en las apariencias, lo que es el facherío por definición: pretender crear una apariencia en sustitución del argumento ¡Cuántas veces he visto al clásico facha allá donde estudié de adolescente!

Pero ahora en las redes sociales no se dan cuenta de que son víctimas de sí mismos, creen que están ante un débil porque él mismo se autoanula: se autodenomina rojo, por ejemplo. Así que ya pueden ir a por esa persona. Da la impresión de que se le ha puesto la carnaza para que eche espulmarajos por la boca. Y, claro, ¿acaso no pasaría lo mismo si alguien dijera ser de derechas o española con orgullo?

La razón por la cual se desprende tanto odio no es tanto porque la gente quiera actuar de mala fe: principalmente existe un movimiento de proyección a partir del comportamiento que tienen ellos mismos. Es decir, el que critica a un rojo por corrupto es porque, en el fondo, ha interiorizado el hecho de que la corrupción forma parte de él mismo. Sólo necesita alguna clase de excusa para vincular comunismo con corrupción. La excusa puede ser ciertos hitos históricos conocidos, claro. No será los preceptos que eran defendidos por los comunistas; de la misma manera que podríamos asociar a todos los cristianos el sadismo de sus inquisidores. Un despropósito.

Ahora bien, ¿de dónde viene ese sesgo cognitivo? En realidad es sencillo. Sí podemos decir que es un mecanismo, o eso sería así con mi teoría de la mente, que se utiliza para extrapolar información cuando no tienes manera de recordar un suceso que no has vivido. Estos mecanismos de extrapolación es algo que aún nadie ha sabido ni sabe controlar, el propio Deep Learning tiene tres grandes filosofías entre sus estrategias y, por supuesto, cada una con sus limitaciones y roles...

Digamos que yo también iba a tener mis propios mecanismos, y si empíricamente empiezan a funcionar entonces la teoría quedaría validada.

Esa clase de sesgo cognitivo proviene de cómo le ha estado funcionando al agente cierta clase de valoraciones. Si a un agente de la policía le aplaudimos para que se sienta orgulloso por su esfuerzo lo más probable es que tienda a querer esforzarse más. Si sólo se le reprende entonces es posible que el lenguaje de la represión sea el sistema de medición que use para adivinar comportamientos.

Se trata, por tanto, de un mecanismo social que adivina la manera de pensar de una sociedad para saber si estamos ante una tribu amiga o enemiga. Para saber si debemos interpelar nuestra moralidad porque creemos en la fortaleza de esa tribu o si, por el contrario, nos debe producir alguna clase de repulsión o pena porque esa tribu nos inspira debilidad. La ira debe ayudar a trasvalorar los errores del que tienes delante. Pero también es preludio de un enfrentamiento hostil.

Cuando se interioriza el carácter hostil de algo el baremo que fija qué es bueno y qué es malo en el medio ambiente de nuestro agente se vuelve más perverso.

Algo así me pasó en la universidad: si la mayoría de los profesores no me corregían los exámenes entonces en cuanto veía un profesor que se comportaba con normalidad, según sus fueros más internos, pero que a mí me recordaba un comportamiento malintencionado de sus compañeros eso provocaría que desconfiara terriblemente de sus intenciones, que no me valiera la pena ni presentar examen alguno, práctica... Mi época en la universidad fue de tal nivel de toxicidad que no entiendo cómo no me marché de allí antes.

Pero lo mismo ocurre en los matrimonios fracasados. Interiorizan lo que no quieren admitir y, en cuanto ven un matrimonio bien avenido, sólo tienen que esperar encontrar rasgos sutiles, algún aspecto que despierte su malicia..., y entonces les atribuirá que fracasarán. Es decir, sus mecanismos de adivinar comportamientos se pervierten. Y mis cuatro algoritmos corren el riesgo de sufrir algo parecido, de eso me doy cuenta.

Sin ir más lejos, si aplicamos los mecanismos convencionales que intentan adherirse a una moralidad dentro del Deep Learning observamos cómo los mecanismos actuales actúan como una auténtica esponja. Y eso la comunidad científica lo sabe perfectamente. No podemos fiarnos de los algoritmos que usa la máquina para determinar la buena o la mala fé: el famoso "algoritmo" de las redes sociales. Ahora bien, esos mecanismos de interiorización que aún no se sabe combinar con la lógica el problema es cómo confrontarlos con un cierto orgullo de lo que uno es como para que tengan que pugnar con valores que sean propios del agente.

Ya habré teorizado al respecto, y no tengo motivos para echarme para atrás. Sin embargo, con mis nuevas máquinas puede que la interiorización deba planteármelo de otra manera. Aún no lo sé. Porque hay dos formas de interiorizar con mis técnicas: uno es planteándose el problema como si se estuviera recorriendo un laberinto para rellenar las partes del estado que se desconocen con las valoraciones oportunas, y el otro es activando un lenguaje que reconfigure la red que recoge la interpretación de los hechos. No habría que descartar que haya dos maneras de interiorizar una idea: la intrínseca y la extrínseca. Ambas de una complejidad realmente interesante e independiente a la hora de llevarlas a cabo.

Pero, como pasa con todo en la vida, una vez más mi instinto me dice que nadie va a leer lo que escribo; que no pasará examen alguno, ni par, ni valoración. El mundo es hosco y absurdo y la gente sólo investiga para intentar hacer daño o para llorar en solidaridad, pero no para aprender.



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