martes, 3 de marzo de 2020

Escapando de la estupidez

El ser humano no puede decir ni que es un ser ni tampoco humano hasta que no crea su propia bibliografía. Cualquier clase de cosa es capaz de dejarse llevar por la inercia, y no tomar decisiones. Pero son los humanos los que han decidido identificarse por su capacidad para etiquetar sus conocimientos, de albergar distintos significantes.

Hoy se podría decir que ha sido fructífero. He descubierto otro autor al que vale la pena investigar y que, muy probablemente, ponga claves interesantes de cara a la programación de lenguajes naturales. Nunca había sido mencionado por ninguno de mis colegas y, al mismo tiempo, por lo que he visto es una figura importante.

Ya me he fijado en cómo han intentado encasillarnos a todos con los mismos nombres, las mismas citas y las mismas ideas. Justo ésas han sido las que nos hacían dar vueltas como tontos; no será la primera vez que comento que el fallo está en cómo se enfoca el modelo académico superior. Y habré puesto las fórmulas pertinentes - como también he puesto fórmulas estructuralmente distintas para la revisión de pares. Mecanismos que eleven la capacidad de independizarse del autor frente a quien evalúa. Hasta el punto que hace más díficil que haya corrupción.

Pero esos esquemas serían especialmente perseguidos, no queridos. Porque si una técnica permite que el alumno no pueda ser amedrentado por el sistema entonces esa técnica buscarán la manera de prohibirla..., ya lo hemos visto con el pin parental: el mundo completamente al revés, distópico y contra los derechos más fundamentales. Incluso, para aborrecible, el hecho de que Amnistía Internacional haya luchado contra el pin parental.

Ya digo: aborrecible el nivel de mundo al revés en el que vivimos.

Pero he encontrado un nuevo autor. Ya lo iré leyendo tranquilamente. Puede que me aporte algo - o sólo me sirva para seguir viendo este mundo como un estercolero donde, de vez en cuando, se aprecia algo que vive y perdura.

Me he bajado el documento escrito por el ministro Duque. Este documento pretende cambiar la agenda digital: ya le está haciendo el trabajo a otro ministerio - bien podría hacer él su propio trabajo y centrarse en el paupérrimo sistema universitario. Y ya podrían los del ministerio digital hacer su puñetero trabajo y redactar los informes que escribe Pedro Duque en lugar de ellos.

Menudos papanatas.

Cuando me quejé al rey que mis innovaciones debían ser revisadas en serio, que se podía comprobar que existía la tecnología que mencionaba, él me remitía a los ministerios de la delegación de funciones. Y sí, son educados; sí, no hacen pares de tontos..., pero callan. No son muy extraordinarios en su función; son, digamos, políticamente correctos. Y así no vamos a ninguna parte: mi tecnología debe ser protegida con alguna clase de estructura a prueba de tontos. Se debe combatir el intrusismo. Y la envidia.

Como si fuera una de las etapas de Propp, bien podrían haberse montado un cuento - una historia. Donde intentarían poner a prueba mi documentación; como poniendo a prueba a distintos héroes, para ver quién es el farsante. Podría haberse convertido en una historia digna de contar.

Pero claro, ésa es la función de los ministerios: convertir sus acciones en historias dignas de contar. Y eso es justamente lo que al final no acaban haciendo. Ya digo: unos papanatas.


Me gustaría saber qué pasará para cuando termine este mes y me haya jalado estos dos autores que vengo tanteando; si no lo hago antes. Por lo pronto voy comprendiendo mejor algunos de los errores que se han estado adoptando: ahora que tengo la bibliografía completa, ya puedo ver las cosas con perspectiva. Esas medias verdades lanzadas por esos medio expertos que medio te insinuaban que no era cierto lo que decías y medio tampoco te decían el porqué. Ahora, por lo menos, lo veo más claro. Incluso probaría a escribir algunos de mis artículos de otra manera.

Pero ya es tarde: aunque fingieran interés en el fondo sabría que no serviría de nada, salvo para malgastar mi tiempo y satisfacer sus gónadas al manifestar a modo de respuesta sus odios más viscerales fuertemente orgásmicos.

Hoy mismo he recibido una rectificación de un grupo por el que pagué para formar parte: de esos que resuelven problemas. Lo hice para que hubiera constancia de mi tecnología, por imposición. También había una apuesta: si lograba publicar mi artículo entonces optaría por obtener un premio para celebrarlo. La rectificación que he recibido es sobre la cuantía del premio: lo van a reducir. Ahora ya no importa. También notificó que se podían enviar mensajes a tal lista de correo... Tampoco importa ya.

Lo que quiera que estaba buscando ya no lo voy a encontrar.

La buena noticia de la caída del número de casos de coronavirus en España la voy a combinar con la poca esperanza que me infunde la inteligencia superviviente en este país. Había estado barajando la posibilidad de viajar..., pero ha sido el coronavirus el que me ha inducido a pensar de que realmente quiero irme de este país - porque ahora mismo las fronteras están casi cerradas.

Pero, como siempre, si me voy: ¿a dónde? ¿por cuánto tiempo? ¿a qué?

Pues helo ahí: la estupidez me tiene realmente agarrado. No puedo ni planificar, ni buscar motivos, ni salir de mi encasillamiento general.

Muy probablemente me quede..., para ver cómo Europa afronta su nueva crisis, la de los refugiados. Cómo la ONU nos perdona todas, y luego ganarán esos cínicos otro premio.

La estupidez tiene las zarpas muy largas. No hay dónde ir, y tengo las piernas llenas hasta las rodillas. A este paso me quedaré plantado, como sin vida.


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