viernes, 18 de enero de 2019

Misterios de la mente

Bajo los parámetros de cometer errores, la mente se vuelve excelente; adopta medidas y conclusiones que pueden sorprender incluso al portador. Eso me ha pasado hoy, aun teniendo que aceptar mis inmundicias intelectuales - mis errores demenciales.




En estos días, para mi desgracia, volvió a  surgir en mi mente nuevas metodologías para la teoría de números y, a raíz de ellas, el encuentro casual con otra demostración [fallida] del último teorema de Fermat ¿De dónde viene esa insistencia en fracasar siempre en el mismo sitio?

Cuando tanteaba por los sinuosos caminos de los números y las expresiones, dentro del amplio campo de la investigación de la incongruencia inconclusa, la exploración me llevaba a nuevas formas de entender la expresión original. Expresión que había estudiado por años, hace muchos años atrás, para gloria de aquellos matemáticos que ya pasaran por allí antes que yo y dejaran señales por el camino.

Pero ahora era yo el explorador, mientras una llamada a la reminiscencia obligaba en mí el análisis de cuánto o qué hacía con mi vida ¿Para qué esta afición de la que a estas alturas sé que no me dará rédito alguno? No existe comunidad que quiera aceptar o tomar en consideración tus exploraciones personales. No existe grupo o personas a las que comunicar tus logros.

Y fue en ese sinuoso caminar que no se veía reflejado en mi pesar los pequeños avances y retrocesos que me daba la formulación, mientras mis manos congeladas trazaban la ruta de mi nuevo camino por el cuaderno.

Al entrar una clienta en la tienda, me pidió entonces unos 15 cromos y, como pasaría con el sastrecillo valiente, cogí los 15 de golpe para luego contarlos uno a uno. 15 exactos, ni uno más y ni uno menos ¿Cuántas veces pudo pasarme que hacía grupos de caramelos de veinte de una sola tacada? Y, al mismo tiempo, sin capacidad para contabilizarlo - sin ser consciente de ello. Esto es, la mente es capaz, siempre y cuando no se vea limitada por la enseñanza matemática convencional.

El hecho de que no fuera la primera vez, que no fuera anecdótico, me daba de pensar que justo cuando estoy más vulnerable: cuando descubro que me he equivocado, y mis demostraciones son falsas - al mismo tiempo algo interno emite el más excelente de los cálculos, sin margen de error. Y no hay nada más demencial que tener que aceptar la locura de la llegada a la cordura, de cómo en el fondo cualquier acto llevado a cabo no es más que una actitud que proviene de un buen análisis, y no tanto como resultado de un proceso sintético.

Esa síntesis que llevamos a cabo nos creemos que es completamente independiente del análisis, y no criticaré a Kant por contarnos lo evidente pero, ¿realmente en las matemáticas no hay control en los enunciados? Bien podría el constructivismo ser un proceso de análisis de los invariantes y, por tanto, el proceso de síntesis se reserve a las demostraciones que deriven al absurdo.

En cualquier caso, aunque se busquen modelos imposibles y la cabeza diga: "déjalo, esto no te dará de comer", lo mismo le diría al alpinista o al senderista, que andan por placer y, en ocasiones, para el deleite de hacer ver a los otros cuán lejos llegan las iniciativas ajenas.

Yo, por mi parte, dentro del avergonzamiento, me siento aliviado por el orgullo que representa este peculiar estado de consciencia.





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