miércoles, 16 de enero de 2019

Dicen que el éxito cambia a la gente

Recuerdo la conversación con una amiga: cuando me habló del gran Fernando Fernán Gómez y su evidente carácter difícil. No le costó en absoluto soltar la parrafada: ha sido hacerse famoso y, como es un génio, ahora es un insoportable. Bueno, en esta entrada voy a desterrar una correlación no causal en virtud de mi propia experiencia.




Está claro que cuando la gente te colma de honores tienes que cambiar en algún sentido; de lo contrario lo que consigues es reprimirte por dentro - no valorarte. Cuando has conseguido la victoria se lanzan nuevas experiencias para las cuales puede que uno no estuviera preparado, es cuando en la cabeza de cada uno aparece un público que antes no existía, y muchos de ellos son nuevos seguidores. Puede hacerse, si se ve de cierta manera, extresante.

Todo eso es humano y normal. Lo que quiere decir que hay un cambio necesario que tienen que vivir todas las personas en virtud de la nueva realidad que le toque vivir. Intentar reprimir esa nueva manera de ver el mundo es justo lo que hace que no podamos continuar creando como hasta ahora: la nueva manera de crear tiene que ser en combinación con la nueva realidad, la madurez de que ahora gustas a más gente.

Así, cuando un científico es reconocido ante un mismo trabajo que tenía desde hace años no se puede esperar que su comportamiento siga siendo el mismo. Sin embargo, paradógicamente, existe un grupo de gente cuyo comportamiento no cambiará. Hay un cuadro patológico cuyo síndrome les hace inmune al cambio... Efectivamente me refiero a nosotros los genios.

No recuerdo cuál es el supuesto mínimo porcentaje que existe para esa mutación genética; poco importa. Pero los años me han hecho comprender de dónde viene ese supuesto odio natural a la humanidad, y lo sé porque he conocido a mucha gente, y muchos genios.

Está claro que si el genio ha recibido una educación como la de Linus Torvalds, con un sistema que (supongo) es tan maravilloso como el finlandés, entonces es normal que el genio se sienta agraciado con la sociedad con la que vive. Y es cuando observamos un genio que cuantas más personas le siguen más sociable se vuelve, y más agraciado del mundo en el que se encuentra.

Luego está ese otro tipo de genio, como el caso de Yutaka Taniyama, con un sistema represivo como el japonés, donde cualquier comportamiento que se salga de la línea de lo preestablecido está mal visto y se considera un acto vergonzoso. Visto así, bajo la represión constante, los logros pueden considerarse como un acto insoportable de marcar la pauta hacia los demás. Así, cuanto más excepcional se vea a sí mismo más cerca se encontrará del suicidio.

Ya hablé de este segundo caso en mi blog literario, cuando hablé sobre la fortaleza.

Luego vemos el modelo de España, el que yo he vivido: la educación que ha tenido la generación X, por lo menos. Pero que se ha mantenido en su esencia con los milenials, porque los de la generación X son los profesores que empezaron a ser agredidos por los milenials en España. Y a mí se me hace evidente porqué ocurría.

Para empezar tenemos los verdaderos y únicos responsables de las agresiones: los directores que no expulsaban a los alumnos. La dirección es llevada por los padres de la generación X, que tienen cultura semi-franquista o completamente franquista. Para ellos la educación tiene que ser llevada por los funcionarios y los estudiantes y los valores democráticos valen CERO. Todo es fingimiento y a los inspectores hay que ignorarlos, hacer paripé y mirar a otro lado.

La generación X, sin embargo, son los nacidos en democracia; creen en la burocracia administrativa o, en su defecto, en el sistema o en alguna clase de valor democrático. Sin embargo hay un detalle demasiado importante con respecto a su educación cuando éramos pequeños: cuando un niño en el patio del recreo destacaba con respecto al resto, si era capaz de atraer a todos los niños, si los niños le preguntaban siempre a él a qué jugar, si dinamizaba los juegos de manera natural y se manejaba con decenas de niños en el patio...., entonces siempre siempre siempre siempre aparecerá un profesor que desbaratará la relación, usará terminología agresiva, se quedará con los niños y los redirigirá, así como aplicará distintas técnicas antiliderazgo para desautorizar la forma natural de crecimiento del niño y su capacidad para interpretar el liderazgo democrático.

No voy a citar ahora a Dewey, pero hay mucha hipocresía con respecto a nombrar sujetos y luego actuar de otra manera. Sólo es necesario un adulto para desbaratar el liderazgo de un niño: lo que la generación X aprendió es a recibir golpes, hacerse sumisos y, por encima de todo, que el bulling compensa.

No es de extrañar que esa premisa de los funcionarios de que hay que aguantar los palos, de que no se debe denunciar los conflictos..., o que sean ellos mismos los verdaderos causantes de tales conflictos, sólo provocará que cuando uno de esos franquistas escondidos sean testigos de cómo un milenial agrede a su profesor de la generación X, entonces se reirá por dentro y se sentirá identificado con el milenial. De la misma manera que no sabemos hasta qué punto el profranquista practicará actos violentos contra el milenial, o dará ejemplo al de generación X para que sea así como tiene que comportarse ante tales alumnos. Deleznable.

No hace falta comentar cuál es la única solución factible al respecto: despidos masivos y permanentes. Me lo dice la experiencia: las excedencias no funcionan. He visto alguna de pequeño, y siempre fueron completamente inservibles.

Pero volvamos a los que serán los líderes. Los superdotados, en cuanto a que han recibido una educación acorde a lo que eran capaces de devolver, no tendrán problemas: en cuanto mejoren sus recursos avanzarán progresivamente. Pero, ¿y un genio español? ¿Qué pasa con los que hayan vivido una cultura represiva y, en parte, garantista?

En España lo que prima es el nepotismo. Sé que si yo mismo hubiera fingido ser religioso entonces me habría correspondido mantener el fingimiento para llegar a Deusto mediante enchufes y, con el fingimiento, habría conseguido un puesto importante en el Opus Dei. Así se lo comuniqué al miembro del Opus por voluntad propia, para advertirle que yo era ateo y con el retintín de que sé a lo que me expongo por ello en esta clase de país.

De la misma manera muchos han sido los amigos que me han llegado a proponer colarme entre los cargos públicos. Cuando hay otros que tienen que pasar por concursos, yo podría entrar por puntos. Y podría haber dicho que sí...., pero no soy esa clase de persona. Acabaré viviendo debajo de un puente, pero el puente será público después de haber pagado mis impuestos y mi seguridad social.

Puedo mirar con orgullo el lugar en el que me he habituado a vivir. Todas las puertas que me he cerrado no fue por desprecio a mis amigos, que les tengo un gran respeto, sino por desprecio a una condescendencia que no me haría bien para mis verdaderos propósitos. Mi Legado se basa en mi coherencia, mi filosofía: si me mantengo salvaré vidas, aunque nadie me lo reconozca jamás.

Sólo quien tiene capacidad para ver las cosas en su conjunto, considerando las limitaciones tangibles de mi cuerpo, puede operar en consciencia con respecto a un proyecto que me supera como ser humano. Y eso es algo que el genio sabe. Porque lo que me dice la experiencia es que lo que diferencia al genio del superdotado no está en la conducta (pues psicológicamente son iguales), bien podría ser el cuadro patológico oculto que hará que el genio obtenga mediciones traumáticas - pero no: yo me centro en algo sencillo.

Lo que diferencia al genio del superdotado es que en una conversación el superdotado podría ser ordinal o ásperger, pero para el genio éste puede comunicarse con ambos, cuando el superdotado ordinal y el superdotado ásperger no puede cambiar de carril. Es la misma analogía que supone plantearse cuando hablamos de los superdotados que son de ciencias y los superdotados que son los lentos, sabiendo que los tontos son los que usan el lado derecho - pero que en el colegio se les trataba siempre como si fueran más lentos porque necesitaban que les explicaran las cosas de otro modo. Pues bien, el genio puede entender con el hemisferio izquierdo o con el derecho, con ambos es suficientemente autodidacta. Esa dualidad hace que si bien es normal encontrar gente que se vale con pensar sólo con ciencias o sólo con prácticas, así como hay quien puede pensar sólo de manera literal o sólo de manera memética..., pues el genio no necesita esos arreglos.

Es curioso cómo en ocasiones la gente repite constantemente los mismos arreglos meméticos, y piensan que han sido ellos los creadores de la analogía. El ásperger no es capaz de reconocer esos memes culturales, lo cual les convierte en gente muy inteligente con respecto a situaciones donde los problemas tienden a degradarse. Pero los de pensamiento memético no se dan cuenta, creen que sus chovinismos son imperturbables.

Pues bien, los años hacen al genio espectador de tales tomaduras de pelo. Algunos ni son conscientes de ello porque no les enseñaron a fijarse en tales memes. Otros son más conscientes porque estudiaron cosas por el estilo. Mediante el absurdo sistema de puntos, que podría ser muy significativo en ocasiones, parece que al genio se le distrae haciéndole creer que la inteligencia es una forma jerárquica y, por tanto, las lateralidades y opciones ya no será capaz de verlas. No podrá ser consciente de una evidencia mucho más clara: nadie es lo más inteligente, eso no existe. Aunque sí existe la degradación de la inteligencia propia. Es como la felicidad.

Así que cuando me dicen que Fernando Fernán Gómez empezó a comportarse de forma hosca con la gente mi respuesta la tengo clara: a Fernando Fernán Gómez empezaron a conocerle después de que fuera reconocido, pero su forma de ser siempre fue la misma; cambiaron las circunstancias como para exponerle de forma más trasparente, pero no necesitó cambiar más allá de la consagración propia de cómo evolucionó su jerga y su capacidad para mejorar sus compromisos artísticos.













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