lunes, 21 de enero de 2019

Estar, existir y ser

En este blog nadie está, salvo yo. Existe vuestra mención, en forma de sucedáneos; pero no podéis ser personas completas hasta que no interactuéis conmigo. En definitiva, como es un hecho de que existe la sociedad y cada uno de sus individuos están, todo confluye en una conclusión: soy yo el que no estoy.




Y no se trata de estar donde haya que estar, pues allá donde vaya siempre existirá el mismo problema: el problema del estar, el existir y el ser. Para Sartre era más importante la razón de la existencia, que aquello que hemos estado haciendo. Sin embargo, lo que hemos estado haciendo es lo que define al verdadero ser, mientras que nuestros deseos futuros son ideas volátiles.

El para qué somos fue un concepto innovador, los ídolos a los que seguimos. Todo eso marca un conjunto de barreras al mismo tiempo que nos posibilita el comunicarnos los unos con los otros de manera no explícita. Porque más o menos todos somos iguales, cuando nos marcamos proyectos lo normal es que seamos capaces de comprender la parte tácita de la información - entonces es cuando hay algo que nos une: los proyectos, las ideas de construcción, las empresas que tomamos...

Los proyectos son para siempre, son imperecederos. Nuestra existencia dentro de ellos es algo perecedero y la razón por la cual existen es para luchar contra lo que nos hace perecedero: nuestros vicios y errores como sociedad. Necesitamos defender nuestros proyectos de la misma manera que pretendemos darle sentido a nuestra vida.

Sin embargo el sentido que toma la vida de cada cual supone hacer de vez en cuando una mirada retrospectiva hacia lo que hemos estado haciendo, para saber en qué nos hemos convertido. Aquello que somos es lo único que se mantiene imperecedero en todo nuestro histórico.

Cuando miro hacia atrás veo una persona triunfal que es capaz de hacer todo cuanto desea; sin embargo, la realidad es que observando quiénes son los que evalúan, da la impresión de que todo aquello cuanto se ha hecho o se vaya a hacer va a acabar pereciendo: los que han tomado el control y el poder son intrusistas.

De una forma o de otra, si el poder es de los necios da igual cómo lo afrontemos: el ámbito bajo el cual trabaje la voluntad y el talento no puede ser bajo los parámetros habituales; en definitiva, no puedo ser considerado talentoso. Allá donde debería encontrarse mi talento es justo donde jamás lo ubicaré, porque me asquea esa manera de ser. Y eso es lo que hace que al final exista porque soy, pero, si estoy, cada vez estoy menos.

Hay cosas que no pueden negar: mi ser es independiente. En cuanto me puedan matar o quitar de enmedio, está claro que dejaré de estar - es inevitable que algún día eso pase. Pero también es posible que quieran seguir plagiando mi cultura y legado, en cuyo caso al menos seguiré existiendo, para cuando no esté. Sin embargo, hay algo en mí que quizá ya no esté: la vida que llevo hoy día es, casi, como si ya estuviera muerto.

La sociedad se ha preocupado, dentro de los patrones marcados por la socialdemocracia, de eliminar mi yo. No tengo un lugar en la sociedad: eso se demuestra porque no tengo casa, trabajo 12 horas al día y 7 días a la semana, no me llega para superar el umbral de la pobreza y, por si fuera poco, mi ser me impide depender de personas: he conseguido los más grandes logros y éstos no han sido reconocidos porque se me aplican sobre mí unos patrones que no veo en otros artículos. Y porque me acusan de escribir cosas que no se leen en la documentación.

Visto lo visto, no hay espectativas de futuro. Cumplo perfectamente el perfil de los que se van a suicidar, y no supondría un verdadero percance que algo así sucediera. Obviamente me tira más la curiosidad, que es como una manera de invertir el miedo, que la acción en sí. Pero poco importa lo suceda de ahora en adelante: conseguí una manera estable de crearme unas relaciones sociales en Twitter y, en cuanto empecé a controlar la situación para convertirme en influencer, me echaron de ahí.

Ahora no sólo no soy nada para nadie, ni siquiera estoy. Cualquier cosa que haga, sin importar lo importante que sea para la sociedad, se quedará completamente fuera de lugar. Siempre habrá alguien con ganas de destruir que se preocupará de hacerlo. Y lo peor es cuando auténticos psicópatas intentan introducir sus mensajes "motivacionales", es como si quisieran convertir el mundo en un auténtico burdel.

La estabilidad, desde mi punto de vista, es el no relacionarme ya con la gente. Los malos ecos que pueda producir eso en mi mente podría hacer que la degeneración ayude a aceptar el trato que recibo en este mundo, hasta el punto de que algún día, para cuando quiera tomarse en cuenta lo que puedo ofrecer, quizá ya sea demasiado tarde.

Mientras, soy consciente de que esto lo escribo con una serenidad demasiado excesiva. No me gusta pensar que sea así pero, efectivamente, si a estas alturas empiezan a reconocerme mis trabajos: ¿acaso eso no significa que ya no podría afectarme? ¿Acaso eso no significa que las ilusiones que tenía ya se han perdido? ¿O puede que esté aún dispuesto a cabrearme con el mundo por la falta de criterio a la hora de escoger las ideas que deben persistir?

Es innegable que las fluctuaciones de lo que está y lo que perece no pueden acabar con el ser; aquello que existe es por un motivo, puede estar el mal de la gente impregnado en la sociedad, como un meme que se repite - pero no es un ente, no es un individuo. Todas las herramientas que son persistentes y que se usen para que persista ese mal son artilugios regalados para figuras artificiales creadas por la humanidad, nuestros golems. Esos artilugios son privilegios que tienen nuestras máquinas para que existan dentro de nuestro mundo, pero la máquina por sí misma no existe, si no es a través de nosotros.

Un ordenador deja de ser útil cuando las personas dejan de usarlo: no tiene existencia por sí mismo. Su "funcionalidad" depende de quiénes sean sus usuarios.

En estos momentos, cualquier movil tiene más rasgos de estancia que yo mismo. Puede que mi existencia esté reflejada en muchas partes, pero no es más que un espectro de lo que llegué a aportar, de cuanto hice. Mis objetivos pueden verse reflejados en parte en la sociedad que observo, pero mi estancia sigue siendo invisible y, de hecho, cada vez más.

Todos los rasgos de mi existencia vienen replicando una forma de ser que siempre ha estado ahí, aunque muchos no lo supieran. Pero es mi estancia lo que hace que las cosas adquieran menos sentido: a muchos les parecería más cómodo que yo no estuviera, aunque tuvieran mucho que perder.

Al menos, eso sí, es lo que pienso. Y pensar es algo que estamos haciendo porque somos, constituimos una descripción de cosas que estamos haciendo para que corresponda con nuestra idea de existencia para nuestras distintas formas de ser. Entonces algo permanece persistente en la manera que tengamos de reenfocar nuestra existencia y, al mismo tiempo, lo que estamos dispuestos a reestructurar de nuestros actos: esto es nuestra idea del ser. Y esa idea del ser es un concepto imperecedero con respecto al tiempo.

Pero no espero encontrar reflexiones que continúen mi pensamiento.


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