lunes, 18 de enero de 2021

Moralidad y ética

Me he visto enzarzado en otra discusión en las redes sociales sobre moralidad y ética. Discusión que nace muerta, porque no había ni por dónde iniciar debate alguno. Y me lo pregunto: ¿qué es lo que mueve al religioso que se cree en posesión absoluta del estandarte de la Verdad Suprema y de las costumbres necesarias para la correcta convivencia?

Y no lo parece: no parece que Gödel haya demostrado el teorema de la incompletitud, teorema que relega la existencia de Dios en donde Gustavo Bueno explicó perfectamente que se ubicaba. Esto es, en cuanto a la necesidad moral de él, se colocaría en el pasado, con todo lo muerto - siempre y cuando no lo combinemos con el presente, lo que existe; y ni mucho menos con nuestras aspiraciones de futuro, donde estorba.

Allá donde está Dios no cabe vida posible, y donde está el deseo de Dios no cabe más deseo que el suyo propio. Algo tan perfecto no cabe salvo con lo muerto.

Pero esto lo explicas esperando refutación y no la encontrarás. Es imposible. Bueno hacía tres distinciones ontológicas que yo simplifico en mi ignorancia en tres tiempos: pasado, presente y futuro; lo que fue, lo que existe y lo que se pretende. La verdad está perfectamente ubicada con los teoremas dentro del pasado, nuestras experiencias se ubican con todo lo susceptible de poder verse ya que existe y nuestras intenciones así como lo volitivo es irrefutable, como impalpable, en otra clase de escala.

Mezclar esos tres tipos de afirmaciones es lo que quiebra el lenguaje, la razón..., o cualquier clase de teoría mínimamente consecuente. 

Y es que ese era el tema que quería tratar: el ser consecuentes. Ser consecuentes es algo propio de quien se vale de la ética, pero no de los que se valen de una moralidad. La moralidad sólo es susceptible de ser replicada, copiada, pero no es consecuente - no es coherente. Podemos decir que alguien actúa bajo unos preceptos morales porque encaja o se correlaciona con comportamientos específicos. Sin embargo la estadística no es consecuente ni coherente. La coherencia es un problema de lógica, bien pudiera ser lógica circunstancial, de donde extraeríamos la lógica deóntica que podría modelar una analogía a cómo funciona la ética.

Nos vale los estudios de Kripke para entender cómo funciona la ética: primero tenemos un marco que estructura un conjunto de modelos. Y después el modelo es la capacidad que se tiene para razonar las ideas oportunas. En la medida de que el marco no sea lo suficientemente complejo es posible que los modelos no alcancen la suficiente relevancia para albergar todos los rasgos de inferencia necesarios para emitir razonamientos completos.

No hay ser humano cuya capacidad para razonar alcance hasta los últimos límites del raciocinio. Y esto es como decir no que no hay ser humano cuya capacidad para calcular sobrepase las espectativas de quien pregunte o que no hay ser humano al que cualquier pregunta de si una afirmación del álgebra es teorema no le haga dudar. Es decir, es trivialmente reconocible la limitación de cualquier criatura racional para inferir todos los comportamientos racionales que le sean relevantes.

Es por ello que la ética tiene un papel importante de cara a la coherencia, pero no tanto de la relevancia - pues necesita un criterio comparativo que le ayude a comprender que esos esquemas son suficientemente relevantes. Lo mismo pasa con la máquina de Turing, o la notación de Church, a la hora de establecer la completitud de la misma: y es la sencillez de sus lenguajes y la flexibilidad para transformarse los unos en los otros los que ofrecen el contraste necesario para dar fe de la validez de la tesis en cuestión.

Así, si decimos que la carta de los Derechos Humanos puede ser un marco ético suficientemente relevante antes necesitaremos otras civilizaciones que se valgan de otras cartas para poder comparar en su sencillez las coincidencias. O, por lo menos, que toda cultura que se arrogue en cuestionar tales derechos disponga del mismo consenso que validó a la anterior versión.

Es así como podríamos valernos de los marcos necesarios para cuestionarlos con la suficiente vehemencia como para que podamos ser consecuentes dentro de su ámbito sin miedo a no ofrecer resoluciones relevantes. 

Bertrand Russell nos propuso una solución al problema de la incompletitud de los sistemas lógicos, de la ética, del papel de la ciencia... La idea consistiría en valernos de un sistema de categorías. De esa manera ante una supuesta contradicción entre dos derechos fundamentales siempre se podría categorizar para entender que en realidad tales conceptos debían estudiarse con sus correspondientes matices.

Por ejemplo, si parece haber contradicción entre la presunción de inocencia y el deber del estado para vigilar que no haya discriminación en su país, sólo habría que categorizar que la presunción de inocencia se aplicaría exclusivamente en un juicio por lo penal acusado desde el estado y, por tanto, no podría alegar un jefe de estado su inocencia a la hora de actuar con falta de trasparencia porque, al menos en lo que se refiere a ese derecho, no sería aplicable.

Ese poder de categorización es algo que sólo funciona con la lógica, la ética..., pero no con la moralidad. Si leemos en la Biblia que tuvo mala suerte un padre porque tenía que matar a su hija para defender su honor ante sus vecinos ya que fue violada por su huesped, entendemos que hay una ley superior al hombre y a su familia que le obliga a asesinar a sus propios hijos en el mismo instante en el que uno de ellos sea violado. Pero claro, ¿bajo qué premisas? ¿Cuando quien fue violado era mujer? ¿Sólo porque el violador fue invitado a dormir una noche para que no muriera en el desierto? ¿Bajo qué premisas se entiende que está obligado el anfitrión a matar a su propio vástago? En ausencia de toda lógica no es posible encontrar manera alguna de dar con ser consecuente: la defensa de la moralidad sólo puede replicarse, pero nunca es consecuente.

Cuando defendemos la ética observamos principios que se vuelven universales, dentro de sus correspondientes categorías inefables. Es por ejemplo la idea de: ¿quién debe virar un inmigrante en un flotador o la flota de la marina de los EEUU en misión incompatible con hacerle un rescate? La ética está clara sobre quién debe virar, pero la moralidad nos dice que muy probablemente prevalezca la fachada y el absurdo. Como el chiste del gallego que pidió a la flota de los EEUU que virase porque ellos disponían de una embarcación de alta eslora y corrían el riesgo de no poder maniobrar ante un inminente cruce - la gracia de pensar que la flota no giraría por un pesquero, otra cosa es que fuera advertidos desde un faro.

Pero es demasiado obvio: un atleta que se mueve con flexibilidad y soltura tropieza con un tullido que ocupa como dos aceras con sus muletas ¿Acaso la ética prevee un debate sobre quién es responsable? No hay mayor absurdo. Y es que hay quien confunde la costumbre de ver a quien está más apalancado como si fuera más responsable de algo. Se confunde la ética con la envidia, que suele replicarse mucho con ideas morales bastante incivilizadas.

Es por ello que digo que es bastante habitual observar personas que no saben distinguir entre ética y moral. Creyendo que su ética lo abarca todo y que su moral es consecuente; cuando lo correcto es pensar que es justo lo contrario. Porque bien se puede valer nuestra ética de intentar usar como referente la moral para saber qué aspectos falta por pulir en nuestros esquemas lógicos. Y también debería de valerse la moral de esos performances que hacen los artistas para corroborar maneras diferentes de hacer sangrar a nuestros ojos sin que ello nos afecte a nuestros Principios.

Recuerdo a artistas sangrantes como las Pussy Riot, la líder llegó a hacer sexo con su novio en un museo ¿Hubo mensaje? Si es que sí entonces sirvió para desquebrajar los cimientos de una moralidad ortodoxa que le quiebra las patas al caballo de la ética con la que tenemos que convivir. Al fin y al cabo, ¿tan importante era mantener la honorabilidad de los padres de la líder de las Pussy Riot? ¿Debían matarla los ortodoxos por hacer esa clase de performance? 

Para eso sirve.


domingo, 17 de enero de 2021

El legislador no debería de ser digno

Voy a desahogarme hablando en términos futurísticos, como novelescos. Ya que no soy influencer puedo permitirme el lujo de romper moldes y tocar temas que no tocan.

Entiendo que un sistema basado en urnas requiera una serie de exigencias sobre los candidatos a ser elegidos. Sin embargo los representantes deberían de responder al perfil del Pueblo, no a iconos idealizados producto de la literatura caballeresca. La moralidad no es plato de buen gusto cuando hay que discutir de leyes, de aspectos fundamentales que van a marcar posibles hitos en lo que se refiere a ver las cosas desde un punto de vista diferente. Es decir, si queremos educar la cosmovisión de la ley en virtud de cómo ve las cosas el Pueblo no sería extraño que una prostituta, un delincuente, un putero, un negrero..., cualquiera de estos pudieran ser los más legítimos representantes del Pueblo.

Cuando hablamos de logotipos y otras marcas es normal que debamos considerar como presidente idóneo aquel que nos ofrezca unos mínimos de honestidad. Pero nuestros representantes deberían de ser un fiel reflejo de lo que somos nosotros, no un reflejo idealizado dentro de una sociedad burguesa cínica.

Y es que tener vocación de servicio puede ser tremendamente complicado cuando se tiene el poder suficiente como para que se te exija ser una persona digna. Ante el público debes montar un discurso ejemplar no de lo que defiendes, pues el voto no es directo, sino un discurso ejemplar de lo que es tu persona y, por encima de tu persona, de la clase de personas que defiende tu partido - porque, por supuesto, a lo largo de la legislatura quien más aparece en los medios es un ente jurídico fácil de recordar, como un trapo, una marca... Es más fácil bipolarizar, recordar que un logotipo estaba de acuerdo contigo, que te inspiraba seguridad. Y para pagar todo ese proceso continuo de aparición en los medios debes ser de un partido capaz de financiarte esos costes, esos viajes, esos sobres...

Todos los países sucumben al bipartidismo, independientemente de si en el proceso electoral la campaña la pagan o no los militantes. Y el bipartidismo se asocia a grupos de presión, grandes empresas y grandes intereses por encima de los intereses de las multitudes o de incluso la defensa de la ley.

Así que votar por una persona no es democracia.

No cuando la sociedad es demasiado enorme y compleja. Para la idea de país que tenemos, con la existencia de grandes empresas, votar por una persona implica necesariamente aceptar las reglas de alguna empresa - empresa que muy probablemente desconozcas cuál sea. Los intereses no aparecen en el programa electoral.

De hecho, la gente cuando vota, supuestamente, lo hace al más digno de todos - a quien aporta más confianza para ocupar el cargo. Ahora bien, ¿acaso no hay un conjunto de incongruencias estructurales que convierte a nuestra sociedad en idiota?


ENCUESTA PARA QUIEN DEFIENDA QUE ES UN BUEN VOTANTE ACTUAL

Voy a definir un BVA (Buen Votante Actual) aquel que cumple con los requisitos Fundamentales para ir a votar bien informado y con criterio, de manera que prefiere que en una urna se ponga el nombre de una persona a que se ponga cualquier otra cosa. Porque el criterio del BVA es suficiente como para saber escoger a quién dirigirá nuestros ejércitos, crisis sanitarias, el sistema económico nacional, etc...

1. Como BVA me conozco al presidente de mi asociación de vecinos, hasta el punto de asegurar si me inspira suficiente confianza o no como para que sea presidente.

2. Como BVA me leí el programa electoral del partido al que voté con el espíritu crítico necesario como para no volver a hacerlo en el mismo instante en el que perciba que me engañan.

3. Como BVA me leí el programa electoral de un partido al que no voté con el espíritu de pretender votarlo por si me inspira más confianza.

4. Como BVA sé y me he documentado bien de algún caso de corrupción del partido al que voté, considerando que el partido debe ser lo suficientemente grande como para que estadísticamente sea posible encontrar alguno.

5. Como BVA ninguna amistad me ha podido traicionar más allá de lo que sabía que sería capaz de hacerlo, porque soy una eminencia reconociendo la maldad al mirar el blanco de los ojos.

 

Si alguna de las preguntas anteriores se ha respondido que no, a mi juicio, no eres un BVA y, por tanto, tú, como yo, necesitamos un sistema de participación ciudadana que esté más acorde con la complejidad de nuestros tiempos.

Yo entiendo que cuando un abogado sale de la carrera con un cum laudem de media eso es porque, más allá de saber de leyes además debió ser capaz de sobrepasar el código deóntico y convertirse en un ser ejemplar para los de su carrera. Y tenemos dos Ms en España: M. Conde y Pablo M. Iglesias. Sin comentarios.

Los legisladores en mi modelo de participación se atienen a una pregunta que pudo haber sido denunciada en su ciudad, una vez puestas todas en conjunto se responden a modo de promesa electoral y se contabiliza de manera automática quién resta menos negativos en su distrito. De ahí saldría un edil con una unidad de voto para hacer líquido en un pleno municipal y, de ahí, a una cámara legislativa nacional. Pero una vez escogido el edil, es posible que un candidato no elegido de su distrito descubra que su compromiso electoral es contradictorio - por lo que iniciaría un juicio dispositivo que deberá costearse quien lo pierda. Por eso, se gane o se pierda tales juicios el juicio mediático no existe - pues lo único que hace que se escoja a unos o a otros es el cómputo de las ideas.

Y esos que redactarán las leyes a lo crudo no serán gente culta o refinada, ni tampoco tendrán que ser gente de una vida burguesa o reconocida. Sus leyes serán aceptadas tal cual las escriban, y luego los juristas las cocinarán a su modo a posteriori para entenderlas mejor.

Ahora bien, un poder que es incompatible con cargos o disposiciones es muy probable que sea un poder mal definido: no podemos depender de un sujeto único que sea protagonista de todas las decisiones que adopte la sociedad en su conjunto. Eso es como insinuar que existe el sujeto cuyas imperfecciones estarán en la antesala de las imperfecciones del conjunto - y eso es absurdo. Esos cargos están mal definidos.

Es como el general de los ejércitos que no deba responder cada cierto tiempo ante la cámara del Pueblo para rendir cuentas de cómo va la guerra. O incluso que no deba responder en esos periodos de tregua a los capitanes de armadas, responsables de esa porción de equipo de guerra y de sus hombres. Hasta en la guerra el líder último debe reconocer sus limitaciones y someterse a un protocolo que lo contradiga tanto por parte del Pueblo como por parte de sus inferiores en la cadena de mando.

Pero no creo que viva una democracia así, tan eficiente y tan adecuada.



martes, 12 de enero de 2021

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lunes, 11 de enero de 2021

La mascarada ejecutiva

Me come mucho la cabeza, me anula la mente porque me exige darle vueltas y más vueltas. Es la enorme decepción de los tiempos que me toca vivir. De muy poco o nada me sirve el pensar que esta clase de ideas me hace especial, diferente, porque si viviera en un mundo donde los que influencian en la sociedad fueran impolutos, demasiado perfectos para mí, al menos me quedaría tranquilo en áreas en las que no me llama la vocación de servicio.

La política no es lo mío. Tampoco la economía. No me llama. Pero por alguna razón los más grandes expertos suelen equivocarse una y otra vez, para repetir errores históricos e histriónicos. Porque sí, mientras repiten con un historiocismo epistemiológico luego desprecian la experiencia de porqué todo sucumbe a un error. Y sospecho que lo hacen porque se sienten mesiánicos, creen que no repetirán desde el poder los mismos errores. No, lo correcto es que no existan esas cuotas de poder. Porque no son necesarias.

Cuando en España hubo durante un tiempo un parlamento sin presidente los medios empezaron a mentir: decían que como no había Gobierno no era posible aprobar leyes, crear un presupuesto, etc... Todo mentira. El Congreso de los Diputados es suficientemente competente para aprobar un presupuesto a través de la creación de un órgano que se encargue exclusivamente para eso. De la misma manera, la Constitución establece claramente que los que aprueban las leyes son los del Congreso, no los del poder ejecutivo. Pero los medios mintieron. Quisieron formar parte de la mascarada ejecutiva.

La mascarada es muy simple: vamos a hacer creer que el Gobierno es necesario. Vamos a hacer creer que el presidente es responsable de todo lo bueno que le pasa al país y, a cambio, el presidente de la oposición hará creer que el presidente es responsable de todo lo mao que le pasa al país. Ésa es la idea de mascarada. El presidente de la oposición está a la espera de que en malos tiempos haya cambios de sillas y el pacto de caballeros que tienen es fingir que ellos son responsables de todo lo que pasa. De lo bueno y de lo malo. Nada es externo a sus decisiones, sus leyes, sus normativas, sus comités, sus expertos..., de todo serán responsables. Menos cuando pacten alguna tarjeta black y asuntos turbios comunes.

Lo vienen haciendo en todos los países y a lo largo de toda la historia desde Hamilton hasta ahora. Me supongo que Hamilton sería buena gente, pero el grueso de la clase política es recompensada por formar parte de la mascarada. Quien entienda y asuma la mascarada con su discurso será recompensado. Y aquí aparece el segundo gran error del modelo democrático de Hamilton: el poder ejecutivo.

Habiendo un poder que es piramidal y activo en su urgencia, como el judicial, pero sin jurisprudencia sólo hay una forma de frenarlo, o ponerlo en contradicción: los medios de comunicación. Y claro, en un sistema muy capitalista, ¿cómo se controlan los medios de comunicación? Con los tenedores de deuda, los financiadores, los pagadores.

Es decir, no basta con obligar a que los partidos políticos no puedan ser subvencionados por empresas, que sólo los particulares puedan apoyar su campaña - la verdadera campaña está en la propaganda de la mascarada ejecutiva: a lo largo de toda la legislatura el presidente del partido será pagado y subvencionado para echarle la culpa de todo lo que pasa a quien esté en el poder que él ostenta, o buscará hacerse propaganda continua mediante actos institucionales. Todo eso es dinero, estatal o privado. Pero dentro o fuera de las redes clientelares del partido al final todo se agrupa en una red clientelar gigantesca donde quien manda no es en absoluto un señor elegido por el pueblo.

El gran jefazo de la red clientelar general es el propietario de la empresa que dispute el 50% de los activos de deuda de los partidos nacionales. Eso es lo que nos dice la experiencia que es lo que acabará ocurriendo en absolutamente todos los países del mundo sin excepción. Y eso provocará que haya una segunda empresa que subvencionará al otro partido político. Mediante la ley Zipf comprenderemos que al final se sucumbirá al bipartidismo, porque dos empresas son suficientes para acaparar la descomunal mayor parte de la deuda de partidos y medios de comunicación.

Todo esto ya está inventado y, de hecho, ya fue advertido por Marx. Razón por la cual los partidos políticos (y los sindicatos), que es la niña bonita de la socialdemocracia, son un atraso porque fomentan que una red mafiosa ocupe un poder institucional, público, un poder que no le corresponde.

Y la cosa es simple, lo que sobra son los partidos políticos: si el que ocupa el poder nacionalmente lo hace para legislar entonces no necesita un partido político, porque su posición aislada no es suficiente para aprobar leyes. Son las camaderías lo que debe ser perseguido, el corporativismo, la connivencia de gobiernos paralelos, la falta de trasparencia... Un legislador no debería de ser elegido por su nombre o logotipo, porque ni el más famoso de mis vecinos es imposible que sea reconocible ni por su madre en cuanto ocupe una posición de poder relevante. 

Hay que elegir a la gente por sus ideas. Y el Pueblo debe ser capaz de funcionar sin necesidad de unos señores sentados en el poder. Sin esa mascarada ejecutiva de que tiene que haber un señor vigilando, alguien que ponga a alguien para que te observe mientras haces lo que haces...

Pero la gente está muy feliz de querer repetir los errores históricos, lo hace con ilusión porque quieren hacerse protagonistas de alcanzar una meta no conseguida hasta ahora. Pero no son capaces de justificar la mentira, ni de explicar la fórmula mágica que usarán para evitar todo lo que estoy diciendo y que mucha gente lo considera fundamental. Todas estas cosas no tienen respuesta, simplemente lo ignoran porque, al fin y al cabo, en el mejor de los casos no son más que necios - como darle una metralleta a un chimpancé - o puede que incluso gente mezquina - quieren ser ellos mismos los que les den la metralleta al chimpancé para así volver a lo de siempre y que acudan a los que están en la sombra.


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