¡Bienvenidos al blog del Ignorante! Los habrá necios que no sabrán que no saben, y los habrá tan mezquinos que, aun sospechándolo, se harán ver como si fueran sabios. Pues bien, los que aquí vienen ninguno se sentirá engañado. Observará en mi terminología algo que antes otro ha estudiado y desarrollado, pero al menos no iré negando su existencia. El que se siente Sano no acepta consejos de terceros, así que como yo siempre acepto consejos quizá sea porque algo de toxicidad hay en mis palabras.
Aún así, aun pudiendo ser tóxico, considero que tras la advertencia nadie llamará a engaño: las ideas simples que defiendo las puedo sostener debido a que la complejidad del mundo en el que vivimos en ocasiones es espúrea, ficticia..., una creación consensuada. Hay fórmulas simplificadoras que eliminan problemas, y hay fórmulas que arrastran problemas estructurales que, al no querer eliminar, provocan nuevos problemas para los que se proponen soluciones coyunturales.
El que se siente Sano dentro de su hipocondría, puede que vaya al médico a que le hagan una revisión con la esperanza de que la revisión solo puede salir de una única manera. Es como cuando un entrevistador se dirige a un hombre rico y le revisa sus ideas económicas, se supone que el entrevistador debería fiscalizar esas ideas - no ayudar al entrevistado a maquillarlas.
El fiscal no puede ser fiscalizado. Cuando es elegida una persona para ser fiscal tan solo alguna aberración previamente tipificada podría quitarle del puesto, un puesto vitalicio. Un fiscal que debería de haber sido elegido por sus vecinos, al gozar del prestigio en los medios que le haya dado un carácter de confianza - porque la fiscalización es vocacional, y el que tiene ese instinto desarrollado lo propaga.
En una socialdemocracia, dentro de su caos inherente, hay muchos fiscales: el concejal, el ministro, el presidente, el defensor del Pueblo, el diputado, el periodista..., e incluso el rey. Y por supuesto todo el elenco que sí que son llamados "fiscales", los juristas. Los fiscales son los que se ocupan de asegurar que lo oficial corresponde con lo real - nada más.
El papel dictatorial que ocupa el ejecutivo suele ser para arbitrar; lo que podría hacer un juez de paz, salvo por el detalle que el juez de paz se atiene a la ley, la jurisprudencia y no se le reconocerá responsabilidad por la arbitrariedad del casamiento cuando la ley no sea clara.
De una forma o de otra observamos que hay cargos de más, poderes de más. La orgánica está llena de secretarías, diputaciones, cargos intermedios..., cuando hoy día desde un ordenador conectado a Internet cualquiera podría entrar en contacto con cualquiera. Todas esas diputaciones es como si la policía se delegara la responsabilidad de rellenar la denuncia con otra comisaría de ámbito general; como si una denuncia de violencia de género debiera de completarse con otra declaración en otra oficina mucho más central.
Todo eso sobra.
Entonces cuando observamos también medidas que han estado apareciendo debido a que los jueces no hacían su trabajo creemos que tenemos que seguir funcionando bajo esas medidas sanas... Si un empresario explota a un trabajador lo que está haciendo es agredirle: esa es la idea. La creencia de que la manera de responderle es mediante un sindicato y no mediante una denuncia por lo penal es la claudicación, la disidencia controlada. Si la justicia es demasiado lenta volvemos a claudicar cuando no estamos dispuestos a cambiar las reglas de esos procedimientos.
No se quiere entrar en el debate de las medidas cautelares, en el papel de desobedecer legítimamente a las instituciones públicas, en qué se entiende por prevaricación o cómo se controla la deslegitimización de cualquier funcionario incluido los jueces. No se quiere abrir ese melón, mientras se sigue diciendo que estamos sanos.
Tenemos parches como pedir que haya día y medio de descanso a la semana, el sueldo mínimo interprofesional, el horario de las horas extra..., pero si existen esos conceptos es porque hay unos sindicatos que se ocupan de calibrar esos valores. Otro gallo cantaría si habláramos de una renta básica para todos, concedida por fórmula sin que haya un funcionario que extorsione al contribuyente. Porque los que se visten de gente sana suelen ponerle cortapisas: que sea una subvención, que sea temporal, que te la otorgue un funcionario, que dependa de los méritos, de dónde consumas... Lo mismo pasó con las pensiones: Franco sigue vivo, la extrema derecha se mantiene con sus fórmulas donde el que nace rico se mantiene rico incluso en sus pensiones frente al pobre. Y los que se creen sanos se autoengañarán diciendo que es por méritos propios, de su familia..., de ninguno de los dos.
Toda esa hipocondría es propia de aquel que no quiere aceptar la simplicidad que niega lo más básico. Lo tenemos delante: volverá a aparecer otra crisis, volverán los que nos representan a decir algo que no nos representa, volveremos a rechazar una decisión judicial que no representa la ley con la que nos sentíamos orgullosos... Pero no cambiará nada, porque el hipocondríaco se siente Sano.
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