viernes, 10 de junio de 2022

Las 8 variaciones pedagógicas básicas

¡Ay que ver cómo me gustan los números! Pero está claro que ganaré mucho con la experiencia de escribir un guion, razón por la cual debería de ser un poco más paciente: esta teoría la estoy montando a partir de todos mis años y años estudiando cómo trabajan los artistas en su fase más creativa; sin haber formado yo del proyecto de una manera realmente íntegra.

Por eso esta teoría de la constitución pedagógica supongo que será básica, en el sentido de que aún no creo que haya dado con las técnicas prácticas que permitan estudiar en su correcto álgebra las formas que necesita un sistema de información para determinar cómo ser pedagógico en todo su esplendor como para percibir las ironías y los distintos grados de trascendencia que han sido explicados un par de entradas atrás.

En su orden más natural la pedagogía debe construir un prototipo simplificando la Orgánica, la Gramática, y la Ética. De ahí que exista una interpretación escéptica o atroz de las estructuras que se pretenden mostrar; pues el objeto es superar la discrepancia existente entre las espectativas del enseñando/espectador/alumno y cómo se muestra la realidad. Idealmente el alumno debería afrontar la realidad ante él para que aprenda a aprender por sí mismo, por lo que la experiencia debe provocar en él algún tipo de disonancia cognitiva, a la que reaccionará con escepticismo o con una visión atroz en esta primera etapa.

La gramática es el estudio del comportamiento inteligible de la lingüística. Bien podríamos considerar entre esos estudios alguna valoración sobre la semiótica, el arte dramático, y es que hay muchas formas de simplificar la gramática y los gestos como para dirigirse a un público que espera alguna clase de simplificación. En cualquier caso, el modificador a este nivel distingue al pedante del coherente. Donde el pedante intenta poner de manifiesto las palabras más complejas ubicadas en los contextos más cercanos con el fin de alcanzar distancias lejanas, mientras que el coherente prefiere cohesionarlo todo bien cerca para no dejar ningún hueco sin explicar. Ambas perspectivas tienen sus puntos flacos y sus puntos débiles, y lo incorrecto es juzgar a un maestro por elegir transmitir de una manera o de otra.

En lo que se refiere al modificador relativo a la deóntica observamos dos políticas: la frívola y la dramática. Y esto es debido a que la deóntica es ininteligible, solo sabemos que actuamos bien en la medida en la que trabajamos sobre el área. La disonancia cognitiva que se genera tiene que ver con las injusticias, porque descubrimos que hay cosas que no se pueden hacer y entonces reaccionamos o de forma frívola, porque no queremos darle persistencia al tema, o de forma dramática. Ante la violencia, en virtud de la cercanía del asunto, se puede enfocar de cara a querer solucionar los asuntos afrontando con claridad su drama, los afectados, los responsables, las herramientas necesarias para hacer el cambio, el progreso... O se puede considerar que ya no hay nada que hacer, que está fuera de nosotros, podemos reirnos de cómo lo hemos aceptado, podemos afrontar el reto de ver cómo nos hace gracia lo que no debería, porque suena discriminatorio, porque suena triste, porque es un reflejo de nuestra demencia en nuestro comportamiento, habla, etc...

Estos enfoques es algo que siempre había tenido en cuenta, aunque no los llegué a incorporar en mi teoría del género único - lo cual me contradecía en parte ¿Qué es lo que hace que una obra sea de un género o de otro? ¿Acaso no existen las obras dramáticas? ¿Qué es un chiste? Pues bien, mi enfoque es el siguiente: el chiste forma parte de las artes escénicas - aunque se pueda escribir dentro de una novela lo que importa del chiste es cómo se cuenta. Lo mismo pasa con el drama, que aunque podamos decir que algunas novelas son dramáticas en realidad lo que decimos es que en algunas novelas se incorpora interpretaciones dramáticas. 

Es decir, una atroz pedantería dramática sería un modificador básico que usaría para clasificar una forma de elegir la manera de expresarse por parte de un actor. Ninguno de esos modificadores pretende juzgar al maestro, pues es difícil encontrar adjetivos y sustantivos que estén ausentes de juicios de valor y, al mismo tiempo, expresen reacciones traumáticas provocadas por la disonancia cognitiva.

Cuando reímos o lloramos no es porque estemos sujetando un libro, es porque existe una interpretación que emana de su lectura. Esa interpretación es un acto pedagógico que es alimentado por la imagen que tenemos del autor. Cuando una persona se dirige a otra siempre hay un trato de infantilización implícita: porque en eso consiste la tutorización. Si examinamos la lectura de mis documentos: ¿cómo clasificarlos? Por ejemplo, si me dirijo a un bloguero y le digo que su última entrada era una escéptica coherencia humorística, ¿qué debería entender? Debería entender que su entrada no intenta dar soluciones, sino que el sujeto asuma su papel violento por sí mismo a la hora de darse cuenta de lo magufo que es (por ejemplo).

Esta teoría, por tanto, clasifica políticas (los de izquierdas suelen ser dramáticos), trato con lo paranormal (la defensa de los fantasmas es algo atroz), el papel resolutivo que se tiene (querer ser innovador es pedante)... Hay muchas clasificaciones que se aplican a campos ideológicos y que, desde este punto de vista, solo son variaciones pedagógicas - que están, en principio, ausente de toda ética.

Ahora bien, esta teoría la escribo antes de meterme de lleno dentro de la pedagogía: ¿realmente se puede hacer un chiste de cualquier cosa? Ya lo estudié en su momento, y eso no es cierto. Por lo que las variaciones pedagógicas sí están sujetas a un código deóntico que obliga a un profesor ejercer una enseñanza de un cierto tipo: ¿dónde está la limitación según esta perspectiva teórica? ¿Es viable?

Para empezar solo tengo que acudir a mi propio estudio sobre los límites del humor que, efectivamente, está orientado en el destinatario del mensaje: fue en esta entrada de mi otro blog, de explicaciones de mi novela.

Ahí mostré las tres limitaciones a las interpretaciones: anticultura, toxicidad y amarillismo.

La anticultura es la que provoca que niños y locos puedan ser manipulados en una dirección reaccionaria. Mientras que la toxicidad hace referencia a una serie de ideas que distorsionan la realidad para hacerlo menos trasparente. Y, por último, el amarillismo consiste en ofrecer al receptor un mensaje diferente del esperado. La anticultura es un acto de odio, la toxicidad es el fracaso de la palabra y el amarillismo es la luz de gas del autor.

Quizá las 8 variaciones deban evaluar su calidad en base a esos tres criterios: anticultural, amarillo y tóxico. Como diciendo que si algo no tiene nada de esos tres elementos se le podría catalogar como límpio.



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