miércoles, 2 de febrero de 2022

Maldad y chivo expiatorio. Maldad y motivación

El cristianismo, así como el resto de las religiones monoteístas, confunden la maldad con el chivo expiatorio. Confunden el rival, el satán, con la razón por la cual oponerse a alguien. Digamos que hay que distinguir al que es malvado culturalmente del que es tóxico éticamente.

Me ha gustado la entrega esa del escuadrón suicida donde aparece el tiburón, la película que han sacado no sé si este año. No es de extrañar que, con la de ofendiditos que hay, a más de uno no le haya hecho demasiado gracia. Pero la razón de porqué son tan exquisitos es porque no se acostumbran a los nuevos estereotipos de héroes, y antihéroes. Y si no se acostumbran no es porque no sean convincentes; lo que les jode es que aun siendo convincentes en su contexto no les guste. Si no les gusta estoy seguro que, para esa película - así como para otras muy concretas, es porque son ellos el problema.

Pero claro, no tiene sentido echarle la culpa al que paga la entrada de cine. Me parece justo no echarle a ellos en cara su enorme gama de problemas que tienen, sus miradas sucias. Entiendo que el cine es un negocio y, como tal, hay que contentar al público: tanto al público que se queja como al que no se queja. Y es cierto que la mayoría de los influencers que se quejan del cine progre suelen decir auténticas poyeces.

No negaré que, en ocasiones, pueda aparecer una película que no sea del agrado del buen crítico. Es algo que ha estado ocurriendo desde siempre. No hay que olvidar que el supermán malo ha existido desde casi sus comienzos, pero en el cine apareció edulcorado. Y el Supermán edulcorado fue considerado de buen gusto. Lo mismo ocurre con los cuentos infantiles, como la Sirenita. La Sirenita de Disney es una sirena edulcorada, un cuento más fácil de tragar. Y por ello ha sido considerado que la historia era más adecuada. Disney hizo algo muy bueno con Blancanieves, aunque no hay que olvidar que es la historia más machista que existe: donde los roles de género están fuertemente arraigados al comportamiento de sus personajes. Por lo menos Disney puso nombre a los enanitos..., que no es poco.

Esas personas que rigen su ética a partir de la moral lo que hacen es vivir de manera fuertemente conservadora. Entonces confunden las señales literarias, y de ahí que se líen con los gustos. Un buen crítico puede disfrutar de la película "Jesús de Nazaret" independientemente de que tenga mayor o menor rigor histórico, bíblico o de tradición cristiana. Y eso es porque la película está simple y llanamente bien interpretada, bien hilada, bien montada, etc... No tiene nada que ver con la capacidad que tenga nadie para ofenderse. De hecho, cualquier ateo podría ponerse a disfrutar con esa película.

Un ejemplo de los errores que suele cometer la gente está en la confusión que hay entre la maldad y el chivo expiatorio: resulta que el malo lo es debido a una tradición que se rompe, y el sujeto disfruta cuestionándola, como cuando Willy Toledo se caga en la virgen. Cuando ocurre esa escena, mezclando la mácula con lo inmaculado - imagen personificada de la madre de cada uno para el cristiano de a bien, el cristianito se siente ofendido de la misma manera que si le hubieran llamado hijo de puta. Sin embargo, como toda buena democracia hay que resaltar por encima del ofendidito el derecho que tiene la gente de defender unos preceptos éticos que trascienden a las tradiciones: como lo ofendidos que nos sentimos algunos por las víctimas del clero y que son ruinmente ocultadas para mantener una imagen de iglesia inmaculada. Es decir, lo inmaculado para la Iglesia se asocia con la mentira. Y eso debería de ser denunciable.

Por tanto, el malo no tiene porqué ser lo malo. Puede que en ocasiones debamos acudir a gente "mala" para que se encarguen del trabajo sucio, para que acaben con el corporativismo de "los buenos". Para que acaben con tanta "paz" que no pedimos. Es decir, cuando los que ocupan el poder desmotivan a la población entonces el héroe es el malo, el que rompe los esquemas y nos recuerda que cierta clase de cosas son denunciables.

La ira es un sentimiento motivacional que se dispara para que el que te llama de Vd. haga lo mismo que tú. Lo que tú haces es lo que esperas de los demás, y de ahí nace la ira. Sin altruismo es imposible sentir ira. Se supone que los sacrificios por los que pasa uno es lo que espera en los demás para que no sucumban en daños mayores, como que sean atrapados por grandes depredadores. Igual que existe una activación al movimiento a través del placer o excitación, también se excita al individuo a actuar mediante la adrenalina - aunque por motivos de miedo a perder.

Esa lucha por el nosotros está vinculado con constructos que se mantienen, se confunde con la propia moral porque lo que almacenamos en el neocortex suele remodelar la actividad de la zona cingular anterior: lo que nos enfada más comúnmente suele ser lo que atribuimos con lo penoso o lo asqueroso. Y es aquí donde entra el tema de la motivación: el chivo expiatorio es un recurso literario usado para centrar la ira contra esa figura; es la figura que representa la toxicidad, lo asqueroso, lo que nos confunde las ideas y los Principios. Por eso puede llegar a generar rabia, ofensa.

Sin embargo no es una verdadera rabia. Es una falsa ofensa, porque es ofensa aprendida. Fue enseñada por la moral cristiana, según el caso. En cualquier caso, no es una rabia natural. Lo natural es ofenderse por lo que es tóxico, y lo tóxico es lo contradictorio por necesidad - no lo que contradice una posibilidad moral. Nadie tiene derecho a sentirse ofendido por una perspectiva moral que no sea la misma que la tuya.

La tolerancia hay que revisarla en ocasiones, porque es un valor fundamental dentro de la democracia. La motivación es lo que empuja a la gente a continuar: se trata de un meme que trasciende a toda cultura porque la idea de que algo nos motive coincide en todas las culturas. Lo que no coincidirá será los aspectos considerados inmorales: ciertas tradiciones que el que es considerado "malo" puede que no respete porque las considere desmotivadoras de cara a unos principios que van más allá de lo aprendido.

Es entonces cuando el héroe se puede confundir con el antihéroe.

En cualquier caso, para que el antihéroe sea motivador debe ser entrañable, lo contrario de un monstruo. Por eso los moralistas no entenderán esta entrada: la maldad no existe, la motivación sí. El chivo expiatorio es un sesgo cognitivo, la sociopatía no. No tiene sentido que haya quien se cabree porque alguien no usa cuchillo y tenedor, yo me como las gambas con cuchillo y tenedor porque me da asco para mis dedos - pero no me molesta ver a los demás comérselas como lo hace todo el mundo..., con las manos. No tiene sentido cabrearse por cosas penosas o asquerosas, todo lo más que los que compartan esas valoraciones no te tomen en cuenta.

Esas son las fórmulas que propongo para entender qué significa ofenderse legítimamente y qué no.

 

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