viernes, 4 de febrero de 2022

Enanitos con martillos

En todas las sociedades, de vez en cuando, nos encontramos con enanitos. Enanitos armados con un enorme martillo. Y cuando los veo, ¡tan felices y seguros de sí mismos!, no puedo evitar sentir una mezcla de sensaciones que viajan entre el miedo, el asco, la pena, la risa y la ira.

Un enano con un martillo es una criatura mitológica del siglo XX y XXI, y que inunda las administraciones públicas, así como muchas instituciones. Tiene poderes especiales, porque es capaz de hacerse invisible, o de transformarse en otro ser - con otra apariencia. Sin embargo, la apariencia no es nada, un enanito siempre será un enanito.

Lo curioso de los enanitos con martillo es que en cuanto ven a un gigantón de gimnasio sienten la enorme necesidad de avalanzarse con el martillo, desde atrás, a alguna de sus espinillas para verlo retorcerse de dolor. El gigantón de gimnasio acudirá a las autoridades y éstas dirán: "¿cómo es posible que el enanito le haya atacado? ¡Es absurdo!". Sin embargo los testigos, los hechos..., todo apunta a que es así. A que es verdad.

Además, está el hecho consumado de que la policía ya tiene antecedentes por parte del mismo enanito contra los mismos gigantones. El gigantón de gimnasio insiste en que quiere que le quiten el martillo, pero por alguna extraña razón el sistema judicial protege los derechos constitucionales y democráticos a que todas las personas sin importar la estatura tengan su martillo. Y el gigantón insiste en que a ese enanito concretamente habría que quitarle el martillo. Y se lo niegan.

Tan pronto como le niegan el quitarle el martillo también consideran que un enanito no puede hacerle frente a un gigantón. Y es entonces cuando vuelve a suceder el mismo suceso. Y cada vez intentando el enanito apuntar más alto, poco a poco intentando llegar hasta la cabeza. Por eso el gigantón intenta dejarle claro a las autoridades de que hay que quitarle el martillo y mantener bajo rejas al enanito, porque el gigantón tiene derechos humanos..., pero el juez vuelve a desatender al gigantón porque considera que es ilógico que el enanito vuelva a atacarle, que debe de haber alguna clase de relación entre los dos.

Es por ello que las siguientes veces el gigantón no sólo le quitará el martillo, las siguientes veces se lo meterá al puto enanito por el culo. Pero para su sorpresa esa clase de enanitos parece como que disfrutan y, tras salir del calabozo, el enanito vuelve a atacar al gigantón. Siempre sabiendo que el juez atenderá sólo a las personas que no sobrepasen cierta estatura. La policía perseguirá a esa raza de enanos, y les cuestionarán por llevar un martillo. Sin embargo, por cómo queda el enanito para cuando llega la policía, por el estado tan lamentable después de cada agresión contra el gigantón de gimnasio, sólo quedan dos conclusiones necesarias: el juez lo que quiere es que el gigantón mate al enanito y el enanito, simple y llanamente, es un completo gilipollas. 

Y es así: el mundo está siendo llevado por completos imbéciles. Porque éstos son los que establecen los criterios de corte para otorgar a las personas un título y acceso al trabajo.

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He recibido el correo diciéndome que aún sigo ganando unos céntimos debido a los artículos que escribí y dejé olvidados hace casi tres años. Me es evidente que mi tecnología está para quedarse aunque jamás me compense. No entiendo ni entenderé de dónde nace el deseo de muchos de hacer parecer que los de ideas persistentes son los intrusos. Mi obra es de una innovación continua, y aún hay mucho por descubrir; por entender, porque por el momento es algo que sólo yo sé.


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