viernes, 12 de marzo de 2021

Nacemos libres y felices

La vida es tragedia, y una celda muy tramposa. Entonces es cuando muchos miran a todos lados y observan los barrotes de la jaula en la que se encuentran. Y nos dicen que merecemos la libertad; cuando en realidad la libertad es la propia vida: una vida sin libertad sólo se puede configurar en formato de muerte.

No nos pueden arrebatar la libertad sin arrebatarnos la vida. No nos pueden arrancar esa enorme sonrisa de sabernos libres de las ataduras de sus estados y sus naciones. La nación, sin ir más lejos, no es lo que nos decía Stalin - o lo que diría más de un politólogo. Un perturbado como Stalin sólo podría tener una visión perturbada de lo que es la nación, la vida y la libertad.

Una unión de personas que se armonizan a la hora de fiscalizar sus asuntos de una manera única conforman una patria en común. Da igual que hablen distintos idiomas, da igual que posean o no una economía en común, da igual que vivan juntos o separados..., la Humanidad y el entrar en contacto con sus problemas, saber de unos y otros..., eso es suficiente.

La patria es donde naces. Y no puede haber dos sitios donde naces, pero sí una jerarquía de patrias: una gran patria que abarque otras más pequeñas donde anidan los clanes más próximos al individuo. Y claro, ¿qué es la nación? Cuando usamos la palabra nación ésta puede desembocar en nacionalismos, pero el patriota, en su patriotismo, sólo alberga principios positivos de cara a los suyos. Por eso llamaerá nación a la patria que te impone el estado. 

De la misma manera que no puede reconocerse dos líderes no puede haber solapamiento de patrias, pero en lo que se refiere a las nacionalidades cada país puede jugar con ese juguetito oficial como le plazca. El estado no puede involucrarse en la idea de patria, pues es un concepto emic; pero la nación es más bien etic. 

A lo largo de los años unos insumisos pueden conformar una nación diferente a su patria, como hicieron en su tiempo los astures con el Al-Ándalus. De esa manera alimentarán una idea de patria diferente entre los integrantes: la idea de repoblación supone la historia de la creación de un imperio. Y para fusionar estados hace falta una moralidad común.

En su tiempo el rey Carlo Magno quiso recuperar el imperio romano, y se valió de la moralidad cristiana para evocar a la unión de los estados. La fiscalización de los estados marcó una idea de patria en común, de ahí el imperio carolinguio y su hegemonía cultural ante el papado de reclamar las tierras del antiguo imperio romano. De la misma manera, Isabel la católica usará ese mismo concepto para inspirar la unión de reinos diferentes y constituir un único imperio. Su éxito radicó no en su idea de nación tan parecida a la de Stalin, sino en la defensa de una moralidad que será común y trascenderá a reyes y vasayos. Isabel la Católica creó la Santa Inquisición para afianzar su poder como emperadora de Hispania.

No necesitaría más.

¿Que necesita Europa? ¿Una lengua común? No ¿Un marco legal común? Ya vemos que no funciona ¿Un sistema económico común? Fracaso, muchos brexits y cosas por el estilo.

El imperio se forja con una armonización fiscal: un único ministerio de Hacienda y ningún estado podrá engañar al resto de los estados.

EEUU se consolidó gracias a esa armonización fiscal: si no hubieran tenido que pagar impuestos para el estado federal entonces no habría existido imperio, no habría existido una bandera con la que se sentirían identificados patrióticamente. El enemigo común fue la fuerza moral que les consolidó como imperio: su verdadero escudo no era la cruz de Cristo como en el imperio español, sino el derecho a portar armas.

Así que vemos los tejemanejes de los políticos, cómo se engañan entre ellos y cómo siempre gana la corrupción. Luego intoxican los términos que usan, porque no son capaces de saber cómo son las cosas. Y nos marean constantemente con su propaganda.

Ellos no nos dan la libertad, ni tampoco la felicidad.  Ellos son nuestra ruina porque trabajamos para que ellos puedan fingir que hacen algo, para que nos monten sus tragedias personales y así nos arruinen el día. Si los ignoráramos seríamos más felices y viviríamos con más libertad. Seríamos más auténticos.

No necesitamos partidos políticos para participar en las decisiones políticas.





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