martes, 9 de febrero de 2021

El gusanillo de subir vídeos

Tener una herramienta de trabajo tan importante como un ordenador y que éste bloquee sus subidas cada vez que subo un vídeo me tira mucho para atrás. Pero, por otro lado, la sensación de haber subido un vídeo también hay que decir que me genera cierta satisfacción...

Y es que sufro mucho cada vez que dejo el equipo a la espera de que se suba el contenido; porque algunos clientes vienen con la intención de recargar su número de teléfono y, cuando hay muy poco ancho de banda debido a que estoy subiendo un vídeo, se ven obligados a tener que esperar altas demoras.

Si me rayo mucho podría buscar un navegador que restrinja el ancho de banda para subir a través de él los vídeos y así poder funcionar sin pararme a pensar en las consecuencias de cara a mi negocio. Pero claro, ¿realmente me vale tanto la pena invertir en esta nueva faceta? No hay que olvidar que mis vídeos son todos bastante cutres; y que la emoción de hacerlos se fundamenta en las restricciones que me pongo y que los usuarios no les prestarán demasiada atención.

Pero heme ahí..., dándole vueltas. Soy como un niño pequeño: dudo que nada de lo que hago me sirva de nada, pero es una manera de lidiar con la idea que podamos tener de lo que es la Felicidad.

Otra cosa es cuando me amargo observando opiniones en otros influencers; no tiene sentido que me descargue en este blog o en sus comentarios. Porque siempre me quedarán muchas fórmulas y consideraciones en el tintero. De la misma manera, en 10 minutos no me puede dar tiempo a dar una respuesta en condiciones, concienzuda. Así que ya me irá tocando el ir esquivando contenidos que me lleven a la frustración.

Veo que 10 minutos de vídeo me lleva a dos horas, u hora y media de subida. Y por eso debo medir con mucho cuidado en qué franja aislar a mi tienda de Internet.

También veo en qué mundo me estoy metiendo: es en el mundo de los representantes, cuando los políticos son elegidos no es por sus contenidos, sino porque representan una idea o contradicen alguna idea. Entonces muchas personas eligen a esos representantes para escucharlos, aprender, recoger conceptos... Pero un representante puede hacerse un experto en cómo defender su imagen, cuando no en cómo desarrollar un contenido trascendente.

Es un tema espinoso: los usuarios profesionales de las redes sociales no triunfan por ser los mejores en alguna clase de contenido. Es decir, si buscamos influencers que nos enseñen física no escogeremos a los que sepan más física y, puede incluso, tampoco a los más pedagógicos. El gran público escoge al que tenga mejor pinta. Y no diré que es malo - pero sí advierto que es inesperado para muchos.

Es la crítica que ya nacería con la radio, luego se potenció con la televisión, la llegada al color, los múltiples canales y, finalmente, ahora las redes sociales. Cada vez importa más el mercadeo de la imagen por encima del contenido. Cada vez se corre más riesgos de sucumbir al cuñadismo, por así decirlo. Y es interesante, porque si te acusan de ser un cuñado te puedes quedar sin seguidores - por lo que mi discurso, se mire como se mire, no puede ser absoluto.

Sea como fuere, la ética de un usuario no es la misma que la ética de un periodista, o de la de un artista. Se desarrollan de manera diferente, y luego cuando se presentan ante un público que también son usuarios el código deóntico que usan es el mismo que el de su público. Y esas cosas hay que tomarlas en cuenta. Yo las tomo en cuenta.

Al fin y al cabo, crear memes puede ser más fácil de lo que parece: sólo necesitamos analizar el tipo de medio donde se va a llevar a cabo, crear ese clickbait de manera que no sea clickbait, evaluar a quién está dirigido el producto a corto plazo y a medio plazo y además, por tanto, cómo debe transformarse el mensaje que hay entre líneas para que sea aprovechado por terceros que quieran atribuirse el mérito de haberte descubierto.

Cuando se tiene la suerte de que alguien importante te pega el impulso siempre puedes ser consciente de cómo mantenerte en la ola. En su momento, al descubrir en Twitter cómo mantenerme en la ola me echaron de Twitter. Es decir: los administradores son conscientes de cuáles son las técnicas que provocan los memes - y los memes supuestamente no son tan deseables para la administración de la red. O eso es lo que deduzco: el sentimiento de frustración del hater podría convertirse en un suicidio (de ahí el nacimiento de este blog por cuando me censuraron Twitter sin que entendiera la razón a través de la excusa que me dieron).

Da la impresión de que cuando aparece un gran influencer consciente de cómo se confecciona un meme éste corre el riesgo de ser expulsado de la red social. Quizá por la envidia de los administradores, quizá por algún motivo que venga de instancias superiores..., posiblemente hasta esté bien justificado por una correlación que he insinuado que podría existir con los suicidas. En cualquier caso, yo nunca le he caído bien los envidiosos. Más bien les he alimentado el odio al comprobar que a mí me da igual sus tonterías o, incluso, que hasta soy capaz de jugar con sus manías histriónicas e histéricas.

Si descubres cuáles son los elementos que provocan que las personas sientan lo que sienten, entonces tu carácter poeta será capaz de invocar al Leviatán. Es como tener la oportunidad de emitir una hermosa melodía porque existe un equipo detrás dispuesto a defender lo que se te ha pasado por la mente. Digamos que en el equipo contrario es donde suelen estar los administradores de las redes sociales. Lo he visto en Facebook, Twitter o Youtube. Y porque no soy ningún experto en estos temas. Pero me imagino que el primer paso para triunfar como influencer es el saber caer bien a los administradores de la red social.

Ya llevo el 30% subido ¡Qué lentooo! Liberaré Internet en lo posible para que acabe cuanto antes.

 

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