viernes, 12 de febrero de 2021

Derechos individuales y Responsabilidad colectiva

Considero que esta entrada muy probablemente se quede incompleta, por no decir que estoy plenamente seguro de que acabaré por abordarla de nuevo por pura necesidad. Y es que parece más o menos sencillo entender en qué consisten los derechos más fundamentales del individuo, pero es mucho más difícil comprender qué se entiende por los derechos más básicos del colectivo en el que se integra: cuáles son las responsabilidades inherentes por formar parte de un grupo social, ya no digo un grupo jerarquizado.

En una democracia podemos encontrar grupos sociales y comunitarios, como dice la sociología. Y, por mi parte, insisto (aunque seguro que habrá autores que lo desarrollen mejor que este lego) en que además hay que distinguir los grupos jerarquizados y los arbitrarios.

Cuando formas parte de un grupo comunitario o arbitrario los principios que rigen a los miembros del grupo se fundamenta en los derechos más fundamentales; los DDHH de toda la vida, los individuales. Sin embargo, cuando una persona se integra dentro de un colectivo ya sea democrático a través de un grupo social, como no democrático en el caso del jerarquizado, existe una Responsabilidad por formar parte de ese colectivo. Esta responsabilidad corresponde con la misión-visión del mismo. Es decir: ese colectivo nació por una razón, y sus miembros tienen que respetar ese acuerdo.

La responsabilidad colectiva es fácil de entender: 22 jugadores contratan a tres árbitros para disputar un encuentro. Entonces hay unas reglas que deben cumplir en esa relación social. Puede que la razón por la cual crean ese vínculo es para juntar a los amigos (grupos comunitarios), pero la relación de los jugadores con los árbitros será un tanto más profesional. Y puede que este ejemplo no sea muy realista, pero lo he elegido porque es gráfico.

Igual de gráfico es entender que en una guerra, con las balas volando, un soldado individualmente no puede decidir traicionar a sus compañeros y romper la formación. Eso también es responsabilidad colectiva.

Cuando aparecieron los DDHH Marx criticó ese convenio debido a que se quedaba sólo en lo individual..., bien, fácil de resolver: que se junte con sus partisanos y opositores y que redacten alguna internacional que nos desvele cómo debe ser la parte de la responsabilidad colectiva. Hoy día sabemos que no se alcanzó el mismo nivel de consenso que en su momento sí lo consiguió la ONU con su declaración en defensa de los individuos. Y es interesante saber qué falló, por qué..., si realmente es ideológico o si, por el contrario, aquellos que se oponen a definir una responsabilidad colectiva son los "odiadores". Es decir, ¿es posible que hubiera saboteadores que no quisieran que se llegara a nada?

Poco a poco la sociedad es mucho más experta en descubrir a los manipuladores y, al mismo tiempo, también avanzan las técnicas de manipulación. Pero esa guerra los malos la tienen perdida - porque las máquinas favorecen a los buenos. Así que será cuestión de tiempo antes de que se reconozca una carta sobre las responsabilidades colectivas. Puede que no sea mi generación la que lo viva; así de cavernario me parece el planeta en el que vivimos.

Hay que andarse con ojo con la idea de cultura que tenemos, porque no se puede mantener una relación laboral con alguien en quien dependes mientras juegas a aumentarle los riesgos a ellos mismos: los productores de la idea. 

Para entenderlo hay que comprender los cuatro tipos de autores que hay detrás de un proyecto: el usuario final, el promotor, el productor y el desarrollador. Cada uno tiene sus intereses, y todo colectivo que se forma debe tener sus cuatro autores reconocidos en virtud de los peligros que incorpora ante la contradicción de derechos fundamentales - eso ya lo desarrollé en un artículo sobre la colisión entre la ética y la moral. Así que no tocaré esos temas.

Quería indagar en qué pasa cuando haces una película donde contratas a un actor por ser un niño pijo y a éste le da por hacerse un montón de tatuajes. La cosa es simple: la persona tiene derecho a gestionar su imagen, pero ese derecho puede contradecir el proyecto de un grupo al que se adhiere. Por lo que es compatible con una democracia el que se despida a ese trabajador, si así lo estipulara su contrato. Eso es responsabilidad colectiva.

Aún así Lorenzo Lamas no fue despedido de Falcon Crest, más bien los guionistas tuvieron que adaptarse a las exigencias del actor sobre cómo desarrollar al personaje. Y no diré que me parezca ni bien ni mal, de todo hay que aprender. Yo no leí el contrato, ni sé lo que pudo haberle afectado a su imagen el desarrollar ese personaje como querían los guionistas.

De la misma manera aparece un actor que avisa a los conservadores que "El Cid" no va a ser como lo que se espera. Y esto, efectivamente, no puede ir contra el contrato que tiene con la compañía: avisar a un usuario que el producto no va a ser "conservador" es como avisar del tipo de propaganda que podría llegar a tener. Es como cuando en South Park te ponen un cartel avisando de que el programa puede resultar "grosero". Es como cuando avisan en algunas películas de los Monty Python que el programa puede herir sensibilidades (obviamente se refiere a las sensibilidades conservadoras).

Entonces veo a la gente cabrearse porque un actor ha avisado sobre de qué va la película: ¡cuidado con los discursos contra este actor! No se dan cuenta de lo que están proyectando contra él... Más adelante veré si desarrollo esta idea.

Ahora vemos cómo han despedido a una actriz tras un mes de desacuerdos sobre cómo usaba ella su imagen. Una productora puede hacer a alguien famosa, pero si esa persona usa la fama para dirigir las masas hacia teorías de conspiración y asuntos turbios la productora bien podrá enseñarle el contrato: todo acto que pueda representar un insulto a nuestro mercado, a las marcas que nos promocionan, supone un acto de traición a nuestro proyecto conjunto. Y sí: yo no he leído el contrato; pero como pasa con los DDHH, en todos los contratos hay siempre implícito una Responsabilidad colectiva donde lo que no queda escrito se debe entender por necesidad bajo cualquier circunstancia.

Esto es: que si aplicamos lógica circunstancial y estudiamos el código deóntico de todo miebro de un colectivo (ya sea en una asociación democrática o no) deberíamos de concluir (idealmente) con las palabras oportunas que eviten una contradicción o situación absurda.

Y todo esto que parece tan teórico, o utópico, es materia no sólo de filósofos sino también de informáticos: cuidadín con los que se piensan que estos temas aún están verdes sólo porque ellos mismos ni se imaginan lo avanzados que pueden llegar a estar.

Por supuesto, yo no me alegraré de que un actor pierda su trabajo por culpa de un desentendimiento con su productora: pero deberíamos de aprender a entender cuál es nuestro papel y nuestro contrato. Porque primero será aprender a leer los contratos y después será denunciar si éstos son demasiado draconianos o si, por el contrario, justifican perfectamente los riesgos existentes en el proyecto.

Y el tema es: ¿cuándo alguien podría decir de mí que poseo un discurso de odio? ¿Es posible que la fórmula correcta para entender hacia dónde tiro se basa en si la noticia pone de víctima a un progresista o a un conservador?

TEST ULTRACORTO PARA SABER SI ERES UN HATER

Imaginemos a un emisor de una crítica contra un opositor, la fórmula correcta se fundamenta en los siguientes puntos:

1. El emisor de la crítica expone en su opositor rasgos atribuibles a él mismo y no ha sido víctima de abusos de poder por parte del opositor.

2. El emisor incorpora tolerancia por la eliminación en masa de quienes sean como el opositor. 

3. El emisor exige un deber de vigilancia en aspectos donde el opositor no posee responsabilidad pública o privada.

4. El emisor ha considerado viable omitir noticiables más importantes que la información que presenta en su crítica.

5. El emisor ha considerado viable omitir opiniones contingentes que contradicen su posición.

6. El emisor no distingue cuándo es propaganda, cuándo opinión, noticia, ideología, dogma, ciencia, demostración, constatación, deseos personales, sentimientos, etc..., cuando habla.

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Si algunas de las 6 preguntas se ha respondido más algo cercano a un "sí, y me importa un bledo" antes que en todos un "no, o nunca más pretendo volver a equivocarme", entonces hablamos de un hater.

Y lo que pasa con los extremistas es que suelen ser necios y, al incorporar orgullo, se vuelven mezquinos. Entonces mienten incluso por placer. Algunos se vuelven cínicos y mienten por motivos concretos: por conveniencia. Sea como fuere es más fácil pillar a un mentiroso que a un cojo: al extremista de la izquierda se le pilla planteándole un falso debate sobre discriminación hacia algún grupo, y el muy idiota irá a piñón fijo a decir sandeces para deleite del que no esté intoxicado. El extremista de la derecha suele tener problemas con la responsabilidad de cara a los más desfavorecidos, sus conclusiones suelen ser del tipo: "que se mueran"; aunque no lo diga.

Al final resulta que el extremista es un hater de una ideología muy concreta. Algunos se mueven con mezquindad y no son ni conscientes de que están limitados. Otros son más bien cínicos y bailotean con la verdad. Dependiendo de si es mezquino o cínico hay que hablarle de una manera o de justo la contraria, sin embargo cuando el sujeto es un fan lo mejor es no alimentarlo pues muy probablemente  lo haga para llamar la atención.

 


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