lunes, 27 de abril de 2020

¿Está Dory?

Esas pesadillas tan sutiles..., que te estremecen por un momento y te generan un extraño sabor de boca.

Hace un par de noches soñé que soñaba. El sueño tenía aspectos sexuales, una vez más, cuyo protagonista era un tipo llamado Dory y que consideraba que era varón. El sueño lo percibía como un tanto recargado y cruel, por parte de las decisiones adoptadas por ese tal Dory. Entonces, para mi sorpresa me despierto porque me llaman por el móvil.

Al coger el teléfono una voz completamente desconocida, que en cierta manera me sonaba de algo, me preguntó: ¿Está Dory?

Aún percibía ese sonido claro, tras reincorporarme de la cama. Esa voz característica en un tono muy real. Inquietante ¿Cómo sabía lo que estaba soñando en ese preciso instante? Y me percaté del móvil, tenía en mi recuerdo que ese móvil era uno que tenía de repuesto - por historias antiguas. Pero si bien lo más perturbador no fue descubrir que tenía la batería fuera, aún más perturbador fue recordar que yo no tenía dos móviles, que este mundo era el alternativo.

Y entonces desperté.

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Ciertamente para ese Domingo terminé de desarrollar la teoría que se expone en "Buscando a Dory". Me había estado obsesionando un poco. Tampoco entiendo el vínculo sexual, la verdad: ¿acaso mis pesadillas sólo pueden aparecerse cuando se establece ese vínculo? He estado ultimando mis modelos, el de la consciencia, cómo hacer que una máquina sienta y esas cosas..., al menos lo he concebido como el problema matemático que le corresponde. Y todo dentro de la filosofía matemática oportuna.

Pero la noche anterior sueño conque un desconocido me reincide en que sí debo investigar ese área. Justo antes de esa noche ya me había pasado el juego "Destroy all humans", y estaba pensando en qué dedicar mi tiempo a partir de ahora. Si me había tragado una bazofia llena de sinsentidos propios de guionistas, estaba claro que podía dedicar el Domingo a retomar cualquier clase de videojuego. Pero no, al final culminé el apartado relativo a ese documento que escribo "De cuando éramos máquinas" (título provisional, probablemente lo traduzca al inglés y lo llene de referencias bibliográficas), para sospechar sobre la existencia de 24 subgéneros o géneros.

Esto es, Propp nos habló en uno de sus apartados lo importante que era en la obra que se incorporaran retos que debían ser superados, sin embargo no incluyó una fórmula para generar retos. Cuando observamos la obra de Disney, poco a poco, comprendemos que sus redactores sí tenían un método: Disney cogía a la princesa apresada, evolucionaba en un entorno y luego era liberada por un príncipe.

El asunto es que los largometrajes que le salían más taquilleros encajaban con ese esquema (aparentemente). Es decir, hacía falta explicar cómo un personaje que se movía en oposición a otros personajes debía evolucionar a través de los retos, y esta evolución era en definitiva otra historia.

Digamos que cuando vi "Buscando a Dory" pensé que como teoría podría funcionar. Pero tampoco estaba seguro de que pudiera valer la pena, o si iba o no a encajar. Tras el susto que recibí, de esa llamada por teléfono, me puse las pilas y dediqué el Domingo a perfilar ese modelo de historias.

Y sí. Creo que estoy bien encaminado. Es decir, ¿qué clase de reto o enigma debe superar el héroe para que su evolución suene convincente a la mayoría del público? Para que no se aburra. Propp aseguraba que eso era lo más importante y, al mismo tiempo, no daba ninguna clase de clave: era un fracaso su morfología si justo lo que marcará el automatismo a la hora de crear historias no lo pone sobre la mesa.

Y es que el capítulo que había que rellenar era justo eso: sobre la creatividad. De dónde nace la creatividad.

Hace años le dije a un amigo lo que hasta entonces pensaba que era la creatividad, en la medida de que él mismo me lo preguntó. Siempre respondo lo mismo porque mi experiencia me decía que esa era la respuesta: el resultado de un trabajo riguroso que se relaja en pautas que lo simplifica. Sin embargo hay fórmulas que lo vinculan con el mundo de las matemáticas..., y están vinculadas con un pasatiempo que desarrollé en mi infancia.

En definitiva, podría seguir dándole vueltas. Pero es como si todo cuadrara y, al mismo tiempo, es un modelo demasiado complejo como para defenderlo sin más. Parece que funciona, pero aún tengo que ponerlo a punto para que supere las más duras pruebas de estrés..., ¿estamos diciendo que realmente podría hacer que una máquina sea capaz de inventar historias que, además, sean emocionantes? Historias ya sea de amor, de miedo, pornográficas, de risa... Es decir, que genere emociones puras, que cree lo necesario como para convertirnos en meros tubos de ensayo en sólo unas pocas líneas..., a nivel de segmento, de párrafo.

Todo eso, ¿en qué nos convierte? ¿En los conejillos de indias de mis propias fórmulas? Es como cuando Aristóteles se excusaba de llegar tarde a sus citas aun habiendo sido el inventor del horario; el horario debe ser exclavo del hombre, decía él, no al revés ¿Y no es ese el papel que le estoy desempeñando a mis fórmulas?

Porque no es que la máquina intente una cosa y calcule a posteriori si lo puede mejorar, que era la idea de creatividad que tenía yo hasta ahora (creatividad negativa, basada en crear y validar), sino que directamente, como si tuviera ante mí las tablas de Chevichev de los sentimientos, parecería que se podrían crear historias que genere una emoción u otra de forma inequívoca. Como objeto de una construcción.

Me estremezco incluso yo ¿Es ese estremecimiento lo que soñé la noche anterior? Se trataba de vincular el metaconocimiento compartido en la película "Dónde está Dory" para, acto seguido, encontrar las seis combinaciones a multiplicar con los cuatro géneros.

Bueno..., no vendamos la piel del oso antes de cazarlo. Aún no sé si la teoría tiene sentido. Pensaba rellenar el corpus con el juego de rol "Séptimo mar", ya que tiene una gran cantidad de arquetipos, arcanos y temas de historias. Después de desarrollar la teoría comprendí que la gente no había nacido para concebir ese corpus, sino para albergarlo según las coordenadas que le transmitan ese sentimiento. Y aún no sé qué combinaciones podrían ser contradictorias.

Vamos, todo muy verde y, al mismo tiempo, algo siniestro para mi gusto. Me reía por dentro por si apagaba un ordenador sintiente, y no me daba cuenta de que yo mismo podría encontrar una explosión de sentimientos que me podría dar en la cara - sólo por desafiar la fórmula.

Debo ser ambicioso, pero también cauteloso. Aún no sé lo que tengo entre manos. Es mucho más de lo que esperaba.


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