viernes, 7 de febrero de 2020

Este sucedáneo de país

Las motivaciones de porqué escribir en este blog era para desahogarme ante la censura que viví en Twitter. Hace poco observé cómo se repetía, en parte, la misma historia: un tweet que citaba a un famoso, yo respondía como por él y entonces aparece la turba enloquecida.

En esta segunda ocasión no quise hacer seguimiento de quiénes habían sido más activos para forzarles a abandonar la discusión con la miel en los labios. Cuando lo hice la última vez, decidieron haciéndome callar simplemente bloqueándome la cuenta: sorprende que se vean capaces de tocarle en masa las narices a alguien y que luego, cuando éste les responde, se vayan llorando a los administradores de Twitter.

Lo que más me sorprende es que los administradores de Twitter hagan caso a esos lloriqueos.

Los malos usuarios provocan situaciones sociopáticas que hacen que la comunidad se vuelva enloquecida, en ocasiones lanzan consignas en plan ofendiditos, en ocasiones se ven mensajes increiblemente psicópatas... Pero sólo se meten con lo ideológico: porque el que escribe el mensaje quiere ser trasversal, no alguien que dice algo de Perogrullo.

En ese deseo de trasversalidad los mensajes de Perogrullo siempre son los que van a contracorriente: por eso las hordas de ofendiditos suelen ser o trasversales o mainstream. Es decir, o tratan de descubrir la pólvora o tratan de identificar joyas. Es así cómo funcionan las redes sociales, de lo contrario no serían influencers.

Ser influencer, en definitiva, puede ser bastante fácil para una máquina: sólo hay que copiar los mensajes que tengan más potencia en grupos aislados para convertirse uno mismo en el puente que comunica ambas comunidades. Me sabe aburrido. Y por ello tal vez deje de construir los puentes de los que soy consciente que construyo; porque en el fondo no creo que sirvan de nada.

La creencia de que un influencer está haciendo pedagogía es uno de los errores más cotidianos en los distintos usuarios: cualquier pedagogía que proviene de la red es una enseñanza que se queda efímera, hasta que un medio más sólido la desautorice. La televisión, el cine y la radio pueden desautorizar cualquier aprendizaje aislado de Internet. Los libros, el bar o los amigos son los que pueden desautorizar a los medios convencionales. En cualquier caso, es muy complicado que aparezca un Gran Maestro que pretenda ubicarse en la cúspide de esa pirámide: salvo que la sociedad haya decidido sucumbir al Magister Dixit; como se está pretendiendo con el pin parental.

A mi juicio la gente no sabe lo que se está jugando. Razón por la cual no me siento identificado con la gente..., con eso a lo que estoy llamando: la gente.

Por suerte hay unos pocos usuarios en Twitter que son conscientes de que las redes sociales son redes sucedáneas, que hay mucha mentira y mucho arte en todo lo que se escribe. Que no hay que tomarse esas cosas como auténticas: pues todavía hay que consolidar tales ideas dentro de nuestra vida real.

Los medios que no transmitan lo que queramos oir serán desechados; razón por la cual aquellos medios que no podemos desechar se convertirán en los sancionadores de las ideas que oímos ¿Qué pasará cuando en las escuelas todas las charlas sean obligatorias, y por ley? ¿Qué será cuando inhabiliten el artículo de los Derechos Humanos que dice que los padres son los que se encargan de la educación de los hijos? Ocurrirá que entonces perderemos la hegemonía del tratamiento moral hacia nuestros hijos, o que podría pasar eso mismo, y entonces lo que digan los padres será algo que podrán elegir escuchar, mientras que lo que oigan de esos funcionarios que se encargan de hacer como que enseñan será lo que deban atender.

Insisto en que la gente no sabe lo que está en juego.

Por eso, cuanto más encima estoy de lo que sucede es como si me sintiera peor: porque no puedo hacer nada.

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Esta misma mañana me he descubierto hablando solo otra vez mientras andaba por la calle. Me da rabia admitirlo: pero proviene de la frustración que me produce el mundo académico, de cómo no ha querido reconocer mis innovaciones (que salvarían vidas) y cómo se ha optado por seguir en la oscuridad. Volver al pasado, y descubrir que casi trescientos problemas muy referenciados se podrían resolver de un plumazo..., además de ser los más importantes. Me raya mucho la cabeza.

Luego recordar esos comportamientos extraños: el jefe de la ordenación académica recibe una demanda por mi parte por la cual muestra irregularidades muy notorias en el documento de reposición entre lo que solicité al director del centro y lo que me respondió de antemano por la no corrección de un examen. Y vuelven los problemas, las irregularidades, el cinismo, las respuestas mafiosas..., y, por supuesto, la respuesta prevaricadora del Defensor del Pueblo, incluso la del juez de Estrasburgo. He dicho prevaricadora.

Entonces vuelven a acosarme recuerdos que no había tasado. Situaciones que no valoré: de cuando fui llamado y luego me dijo que no quería hablar conmigo el jefe de la O.A, y cómo sí recibió a ese capi de la mafia ese mismo día, porque me lo crucé en el pasillo. Es así como funcionan los políticos: todo fachada, sin decir nunca nada a la cara. Después, para redactar informes, se dedican a inventarse informes perfectos firmados por nadie que supuestamente lo explicarían todo, en plan ad hoc.

Todo esto no es más que un despropósito. No hay forma de defender jurídicamente nada de lo que se ve en este país.

España no es un estado de derecho. Es un estado de Desecho: basado en el sistema vertedero, donde los funcionarios problemáticos son reciclados en centros públicos mediante rotaciones. Y si caen en un vertedero público, entonces les corresponde a los usuarios aguantar y aguantar..., un funcionario nunca, nunca, nunca, nunca es despedido.

Al menos los comunistas tenían esas ciudades donde nadie quería trabajar: los gulags - que no son campos de concentración. Son ciudades duras. Es exactamente igual que en socialdemocracia, pero los socialdemócratas jamás admitirán de que la ciudad de Cartagena es un gulag. Y para saber qué ciudades son gulags sólo hay que mirar las estadísticas poblacionales. Es bastante intuitivo y trivial.

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Hoy he tenido una entrevista. Hace años y años que no tengo una entrevista con nadie. Juraría que incluso hace más de un año que no tengo una conversación normal con otra persona... La entrevista era en inglés y por teléfono - me ha salido horrible. Me gustaría echarle la culpa al inglés, pero en realidad entendí perfectamente todo lo que me quiso decir, y pude traducir todo lo que pretendía decirle: no sabía qué decirle. Me he vuelto asocial..., diría yo. Al fin y al cabo, ¿cómo iba a salir bien? ¿Qué se supone que se debe saber condensar en preguntas arquetípicas? ¿Todo lo que he vivido? ¿Todo lo que soy? ¿Acaso es tan fácil? Hice mal al no preparármela..., pero claro, si nunca me he preparado una entrevista, y casi podría decir lo mismo de la mayoría de los exámenes..., entonces...

La verdad es que me gustaría irme de este país tan agonizante, tan absurdo que no defiende lo suyo. Por dos veces expuse al rey, a los políticos, mi tecnología..., la necesidad de defender algo así. Nada. Hubo respuesta, pero no compromiso. Algo es algo. Siguen pareciéndome antisociales e irresponsables, pero al menos son educados.

Por eso quiero irme de este país tan "educado". De este sucedáneo de país.

Y no me dice nada este blog. Igual que nunca le ha dicho a ningún hispanohablante nada de lo que he escrito: más bien mi tecnología, escrita en inglés, es la que todos los meses me da unos céntimos..., aún. Es como si los pocos que la hubieran leído también la hubieran comprobado..., es como si realmente se estuvieran moviendo unos pocos hilos en el extranjero. Por parte de unos cuantos insurrectos.

A saber. Pero si se va a hacer la revolución tecnológica dudo que emerja de este sucedáneo de país, con este gobierno de mentirijilla, con ministros puestos por estética o compromisos políticos. Me río de la idea de que un ministro deba ser un político tal como los conocemos: la política en realidad es el estudio de las innovaciones. Plantearse la política como una ciencia social podría ser uno de los mayores fracasos de nuestra civilización; lo que sería la ciencia social es la historia de la política, no la política en sí misma.

Pero habiendo tanta basura en los ministerios decir lo que acabo de decir es como para que le explote a la gente sus cabezas. Si lo dijera por Twitter, poniéndolo en boca de un famoso, entonces se generaría un boom enorme.

Pero no serviría de nada. Volvería de nuevo el olvido. Se mantendrían unos pocos hilos. O eres periodista, o eres actor, director..., o no hay galas para ti. Da igual lo mal que lo hagan, tendrán su gala y se repartirán el dinero en partes iguales.

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A ver para cuándo una renta básica. Creo que antes conseguiré nacionalizarme en un país de verdad.







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