He estado oteando por Internet, ya que estaba seguro de que alguien debió decirlo primero. De hecho, siempre que se sostiene una joya, o teoría absurda, los propios coetáneos del filósofo son los que le corrigen. Por lo que desde que se pusiera de manifiesto la idea hasta nuestros días es probable que haya varios detractores. Algunos más lúcidos, otros simplemente más famosos, trascendentes, etc...
En mi anterior entrada manifesté las cuatro maneras en las que se puede clasificar una clasificación sémica. Esto es, más allá del positivo o negativo; para conformar en su composición un significante a partir de lo que el marco de tu lengua te permita poder trabajar. Por ejemplo, como los alemanes no tienen un marco bien definido que les permita distinguir el ser del estar como lo tienen los orientales entonces pueden hablar de su distinción como si fuera algo trascendente - cuando para un oriental es el pan de cada día.
De la misma manera, el marco puede obligar, como redacté ayer, a que algunos preceptos morales no entren en discusión por ser demasiado antiestéticos: igual que en español podemos decir "él se casa con él" y no nos suena mal, lo que sí nos suena mal es decir "elles se casaron"; paradógicamente en árabe es exactamente al contrario, hasta el punto que cuando se saludan es más común decir "kaifa jaluke" en sustitución de "jaluka" o "jaluki", que distingue si se dirige a un hombre o a una mujer.
Dicho esto, recupero de Adorno la idea de dialéctica negativa: yo no creo en la dialéctica de clases, dialéctica de estados, etc..., considero que es un planteamiento impropio. Es decir, lo que funciona bien para la elaboración de significantes no tiene porqué encajar con las álgebras necesarias del mundo de las ideas para organizar civilizaciones. Hasta ahora solo hemos dispuesto del lenguaje natural para describir cómo debe organizarse nuestro mundo, pero eso no quiere decir que sea la herramienta más apropiada; aunque sea la que estamos usando para describir esta misma problemática.
El lenguaje es un buen punto de partida, pero me viene de deformación profesional observar cómo el lenguaje natural es la fase cero - el producto final trabaja en otros lenguajes más técnicos.
Empecemos por el principio: cuando echamos en un matraz dos productos químicos, y no recuerdo mucho este lenguaje, puede darse algo así como dos posibilidades, o la mezcla compone una solución de manera espontánea o hay que aplicarle energía. Cabe esperar que para que la solución diluya lo que no necesitemos debamos usar alguna clase de catalizador, a modo de herramienta, que permita a la solución discernir lo que acabará siendo desechado dentro de nuestro laboratorio.
Obviamente el lenguaje que usamos son nuestras herramientas de cristal, los matraces, el mechero incluso..., la tesis y la antítesis tienen que sintetizarse en algo que podamos usar para desprendernos de lo que no necesitemos. Si sospechamos que nuestra solución no está del todo diluida, más allá de todas las energías que queramos aplicar, alguna contratesis puede ayudar a reenfocar las ideas para que se catalicen las partes que bloquean la mezcla.
Ahora bien, ¿por qué replanteo la cuestión explicada en la entrada anterior? Eso es impropio de mí: no me gusta repetirme. Bien, la cosa es que en la entrada anterior estaba hablando de filología, concretamente semiología. En esta entrada quería tocar el tema de la dialéctica, como rama de la filosofía. Es decir, tan pronto como me pareció que Derrida se equivocaba a la hora de mezclar algunas ideas, ahora en estos aspectos estaré un poco más cerca de él - aunque no demasiado.
El lenguaje no sirve para entenderse; ya lo decía Theodor Adorno, la dialéctica no es garantía de que las ideas conformen una solución. Y, por tanto, usar la dialéctica como algo "positivo" puede ser un error. Es decir, ¿qué es eso que llaman dialéctica de estado, por ejemplo? ¿De dónde se saca la diálectica entre las partes del sistema? Cuando un informático crea un sistema de información no necesita imaginarse mayor dialéctica que el diagrama de flujos, o el de historia de vida de entidades. Y esas técnicas no tienen formato al lenguaje natural, salvo para redundar. El objeto de usar esas técnicas es la captura de requisitos, determinar posibles errores y diseñar el invariante en el lenguaje de programación que se haya elegido para la plataforma ideal. Al final, en el lenguaje de programación no habrá una mayor dialéctica que la que permita a los datos acoplarse entre sí mediante la filosofía cliente-servidor, o equivalente. Pero nada más.
¿Y todo esto qué quiere decir?
Que toda dialéctica que debe conformarse en un sistema, si bien puede correlacionarse con los nombres y una orgánica bien definida, no está sujeta a un diálogo susceptible de ser investigado - no hay causa, es casual. Es decir, si cogemos una de las partes de un programa informático y se la ponemos delante a su creador es probable que éste nos diga que esa parte escogida no tiene un significado propio, por ser una mezcla de varias partes. En ocasiones hay átomos de bloques de sentencias usados para describir el invariante de clase, de bucle, etc... Por lo que se puede explicar cada bloque de sentencias, pero no las partes de éstos, porque ya no sería una descripción del sistema, sino una descripción de la plataforma y el lenguaje de programación escogidos.
Así, cuando un sistema de información FALLA disponemos de todas esas herramientas para revisar en qué momento surgió el error. Disponemos de herramientas en negativo, por lo que no son herramientas que nos digan cómo construir la dialéctica, sino que son herramientas que nos permitan localizar lo que destruye al sistema. Trabajamos con una dialéctica en negativo, las pruebas es para localizar fallos, las fases previas a la programación es para no arrastrar los sesgos de nuestro cliente, etc...
Un ejemplo claro sería el error de Marx en su manifiesto al decir que la historia ha sido producto de una dialéctica de clases - entre los que trabajaban y los que se apropiaban del trabajo ajeno. El matiz viene a decir que la historia de la humanidad y de sus conflictos proviene de una dialéctica negativa de clases. De cómo ha habido grupos que han querido aprovecharse de otros; para provocar guerras, enfrentamientos, crisis económicas, etc...
Un ejemplo claro lo tenemos en Foucault: ¿cómo es posible escribir "Crimen y castigo" sin que se te echen encima por psicópata? La explicación es bastante simple: lo que garantiza el éxito de un "filósofo" es que haya una horda de seguidores que se sientan identificados, o inspirados con tu discurso. Da igual se esa horda son un cúmulo de desgraciados. Aunque, por otro lado, también el autor tiene que parecer un intelectual: si el sujeto es como Belen Esteban, y aparece exclusivamente en los programas de corazón, entonces poco importará que desarrolle en su best seller una filosofía de la vida bastante completa - nadie la tomará en serio. Además, es rubia.
Bueno, pues con lo poco que sé de ambos: prefiero intelectualemente a Belen Esteban antes que a Foucault. Pero claro, la gente se va a quedar con una idea: la apariencia de sabio, el encontrar citas..., esas cosas. Si la showman, o como se diga, fuera en batín y fumara pipa en esos programas de televisión puede que hasta a algún imbécil se le acabara de abrir los ojos de que ella ha superado a Foucault y podría ser su futuro líder. Gente que necesita que alguien les someta, fans..., imbéciles por definición. Actúan sin ningún criterio porque se mueven por las apariencias, y esta entrada pretende ser un buen catalizador de obras como "Crimen y castigo" - muy presuntuoso por mi parte.
Cuando lees una obra tan pornográfica, donde pasan las páginas una detrás de la siguiente y solo ves datos gráficos de exposición y deleite en los detalles, el sadismo mismo que demuestra que algunos solo son capaces de rellenar y rellenar con un cúmulo de despropósitos morbosos que afecten a nuestro cerebro más límbico..., cuando ocurre eso, piensas: ¿cuánto hay que ver de esta obra para observar cómo avanza su dialéctica en alguna dirección? Argumentos, ninguno. Todo se convierte en una piedra descomunal que destroza el riñón del sentido común: dice que el poder existe, que el castigo debe estar ligado a la justicia, que el castigo enseña, la disciplina es generatriz de ideas... ¡Menudo esperpento! Todo al revés. El marqués de sade era menos sexual porque, por lo menos él, era honesto.
Al seguidor de Foucault le encanta que haya alguien por encima de él, y por debajo. Sin embargo se trata de la misma filosofía que la que tiene un fan: y hay que tener cuidado con los fans que se hacen pasar por pares, porque esos son los que quieren destruirte.
Un par es una persona que se ubica en una posición independiente a ti para contrastar de que en tu dialéctica no te has equivocado. Un fan, sin embargo, es una persona a la que todo lo que sale de tu boca lo convierte en motivos para masturbarse - prácticamente. Ambos roles son como el agua y el aceite, son imposibles de mezclar. Yo mismo expliqué en Medium.com cómo me equivoqué con un fan al que traté como si fuera un par; se trataba de un tío que estaba obsesionado conmigo sin yo saberlo. Me puse a intercambiar ideas para que entendiera mi tecnología, pero claro, como el tipo se creía superior a mí (esa es la parte del masturbador) entonces no terminaba de cuajar mi manera de explicarme - así que me medio divinizaba y me medio diabolizaba. Así hasta que no aguanta más y empieza a volverse violento. El error era suyo: no hay que divinizar ni diabolizar, nadie está por encima ni por debajo - el poder no existe, se trata de una filosofía tóxica por parte de Foucault.
Cuando él me decía que no entendía yo le daba herramientas; las herramientas podían ser imperfectas, no la guía suprema de la verdad universal absoluta, y entonces tenía que darme él a mí herramientas para entender porqué no funcionan, y así... El par es par de su par..., no sé si me he liado diciendo algo obvio. Cuando un profesor se dirige a un alumno, el alumno le dice qué le tiene que enseñar, el profesor escoge cómo: se trata de un proceso de clientela y servicio. Cuando el profesor se arroga en el derecho de escoger qué enseñar y cómo observamos el deterioro de un derecho fundamental: o el de recibir una educación o el de la igualdad o el que le otorga a tus padres a determinar tu educación..., por ejemplo. Y cuando se obra contra derechos tan básicos, y se deleitan de ello, podemos decir que es por motivos sádicos - la pulsión sexual que en casos muy específicos sí funciona muy bien. Aquí sí tiraría de psicoanálisis, es de los poquísimos ejemplos.
Cuando una persona se deleita desde el poder, cuando el poder no existe, eso es porque el placer está en su cabeza. Y ese placer no tiene otra que provenir de una pulsión sexual. Se trata de una paja mental, por definición. Es más apropiado poner en el poder a quien no lo desea, como concluía la filosofía oriental - ya sea Confucio o Lao Tse ¿Te puedes fiar de quien disfruta de un rol que somete a la población? Aunque los matices más interesantes reside en qué hacer con un trono que está siendo reclamado el ser ocupado por las masas. Es decir, como pasa en España: según la Constitución no hace falta un poder ejecutivo (un presidente del Gobierno) para que el país sea gobernado, pero todos los partidos hacen como si estuvieran obligados y, no solo eso - sino que, además cobran todos los días sueldos millonarios aunque no hayan elegido gobernante y, por tanto, no inicien ninguna clase de pleno ni trabajen en ninguna votación. A eso se le llama extorsión, insumisión, desacato, etc..., y desde mi punto de vista iletrada es motivo de cárcel con la ley vigente.
Pero claro, cuando las masas reclaman que debe haber alguien en el poder ¿qué haces? ¿Destruyes el trono, pones a alguien escogido en unas urnas, te pones tú mismo o permites que una tradición familiar prevalezca por encima de cualquier clase de conflicto? Si no te permiten destruir lo que sobra en tu casa mejor no cambies nada; antes monarquista que defender que un oportunista alcance un poder absoluto.
Así que hasta que no se deshuesen a los amantes de Foucault tendremos monarquía para rato.
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