viernes, 9 de junio de 2023

Fiscalizando a Chomsky

En su debate famoso con Foucault Chomsky arrasó con verdades universales que estaban destinadas a ser incomprendidas. Por alguna extraña razón hay quien le da peso a palabras como poder o libertad, a la idea de cultura..., entiendo que es así principalmente porque algunos ya se definieron de esa manera y querían seguir vendiendo libros. Sin embargo, la cosa no será tan fácil. Porque para entender las verdades universales que hay detrás del debate es necesario comprender los límites del uso de la razón pura, de la creencia de que se comprenden las palabras.

¿Acaso el que suscribe tiene poder sobre lo que nos toca descubrir? Ni Chomsky mismo podría tener el control absoluto de todas las palabras que escogía, porque el mismo debate debía convertirse en un proceso de descubrimiento. Y el proceso de descubrimiento no es un proceso de invención, es un proceso de coherencia.

A medida que el debate avance hay que comprender los límites de los términos y cómo incluso varias décadas después se deben redescubrir tras observar la singularidad experimentada con los lenguajes y los transformers. Y es de eso de lo que me habría gustado que fuera esta entrada.

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A medida que he estado investigando cómo se debía constituir el protolenguaje fijado por Chomsky había un conjunto de problemas que siempre le veía a su manera de enfocarlo, y a mis propios intentos. En el caso de Chomsky el problema era de falta de estructura en el sentido más literal del término: se supone que debía encontrarse en las descripciones de la gramática la propia naturaleza humana, literalmente. Por eso algunos seguidores de Chomsky, como Falk, le contradecían en algunos términos intentando incorporar al protolenguaje conceptos como "el amor", o ideas básicas que justificaran que un homo sapiens no tuviera que vigilar demasiado a sus crías. Sí, pero el problema es que lo que describía esta antropóloga era demasiado..., específico.

La cuestión que haría falta era conectar la gramática minimalista, o la estructura en X..., o lo que quisiera, con las categorías de Aristóteles: ¿en qué medida podemos encontrar una estructura gramatical orientada a la comunicación humana? En este sentido, las estructuras planteadas por Chomsky sí fueron una revolución para la informática (y servirían para enseñar idiomas, supongo) pero no eran en absoluto representativas de cómo funciona el aprendizaje de un idioma - y no obedecían a la manera que tiene un lenguaje de introducirse en nuestras mentes. Faltaba algo - o todo.

De ahí mi obsesión durante años y años, intentando descubrir cuál era la fusión necesaria, el ensamblaje lógico, lo que fuera...

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Cuando nos preguntamos por la naturaleza humana ésta debe ser lo que lo hace inteligente, lo que le permite al humano concebir los signos de manera eficiente. Existe un orden semiológico que conforma una suerte racional que permite al humano comprender parte de las ideas en las que piensa. Ese orden semiológico es una estructura. Las funciones de lenguaje de las que nos valemos son invocadas en un orden estricto. Pero cada función del lenguaje es un constructo gigantesco en comparación con el ámbito de trabajo que tiene los estudios de Chomsky. Una función de lenguaje es el contexto en el que se ubica la comunicación entre emisor y receptor. El objeto de debate está en cómo interpretar el mensaje en su canal.

Según mis teorías más consolidadas, el número de entidades primarias (categorías aristotélicas) que se reconoce en un lenguaje humano son agente, acción, conocimiento y lugar. Teorizando en juegos como el ajedrez, y basándome en una tesis escrita por la morsa (ajedrecista experto en máquinas y cosas de esas), poco a poco he desarrollado una notación que me hace recurrente la necesidad de esas cuatro entidades para representar la coherencia en una historia.

Esto es, ¿qué notación debe usar un director de cine para que cada vez que haga una escena sepa calcular si casa o no con otras escenas y mantener así la coherencia? Es un tema que ya he tratado en entradas anteriores, aunque no he llegado a exponer dicha notación.

Siguiendo ese lenguaje podemos observar como unos ocho verbos modales a partir de los cuales las entidades juegan diversos papeles dentro de marcos predefinidos en una peculiar lógica modal donde se entremezclan de manera que sus proyecciones serán los modelos de los que nos valdremos para interpretar los mensajes.

La concepción tal como la veo es la manera más simple que puede justificar todos los resultados anteriores que, a mi juicio, son imprescindibles para cumplimentar todos los requisitos de la manera más eficiente.

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Así, poco a poco, dándome cuenta de que una lengua como el castellano o el inglés no se factoriza en sujeto y predicado, voy comprendiendo mejor que los mensajes se factorizan más fácilmente en marcos formados por categorías, y que la morfología no es la metacategorización de los significantes, sino el agrupamiento de éstos en registros para su caprichosa transformación. Este enfoque me encaja mucho mejor, aunque siempre me pesará el que me falte lo que quiera que me falta para proponer un ensayo ambicioso que permita corroborar empíricamente que tengo razón. Son afirmaciones falsacionables, pero aún no las he contrastado oficialmente como para defenderlas.

Visto así, el lenguaje humano no proviene de una facultad que tenemos los hombres para hablar, sino que esa facultad es solidaria con cualquier ser con capacidad para emitir sonidos por la boca - la verdadera facultad reside en una suerte de estructura que reconoce los ocho verbos modales. No los cuatro que identifiqué en los lenguajes criolla (aunque también están), ni tampoco los cuatro que identifiqué como resultado de los estudios de pragmática de Popper. Estos ocho verbos modales permite a quien haya nacido con las neuronas predispuestas para crecer ubicadas en una topología que favorezca el sistema axiomático de la lógica modal que permita descubrir por coherencia un lenguaje que sirva para interpretar los signos como un juego pensado para la comunicación entre dos agentes. Y quien no disponga de esos marcos también podrá aprender ese juego, pero no de una manera tan eficiente como aquel que haya nacido así.

En este sentido Chomsky se equivocaba: la naturaleza humana no depende de su sabiduría, sino de su inteligencia. No era una cuestión de que el lenguaje fuera usado para alcanzar lo que nadie, sino que el lenguaje era una herramienta terriblemente afilada, y cuanto más se use más se remarcan los caminos que nos resulten más útiles para comunicarnos.

Sin embargo mi teoría inicial sigue siendo muy caprichosa: que si no toco la substancia sino el conocimiento, que si el tiempo es una entidad secundaria que deriva del lugar, que si algo tan importante como decir o garantizar no es un verbo modal primario... Lo que daría yo por tener una discusión frutífera e interesante con alguien con capacidad para oponerse a mis hipótesis. Pero tengo miedo, y es un miedo real, no a que mis ideas acaben en frustración (porque ya he programado algunos resultados, y me son satisfactorios, hay innovación - no puedo volver atrás en muchos aspectos) sino porque en cuanto me ponga a hablar con sencillez dentro de mi manera de organizar las cosas tengo miedo a que el estudioso de historia de filosofía se cague en mi existencia y sea consciente de que es imposible el debate, que todo ha sido una completa y estúpida pérdida de tiempo.





 

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