Poco a poco ya importa menos que seas buen programador, y tampoco es cierto. Parece que, para cuando se den cuenta, se revalorarán los programadores de videojuegos y los administradores de empresa. Ése, posiblemente, sea el siguiente boom tecnológico: el que vincule a las empresas que centren su atención en estos dos grandes sectores de cara a la informática, junto a los expertos en Pandas y matemáticos.
Es decir, poco a poco se va diversificando la idea de lo que es un programador para dejarle sitio a la máquina aquello de lo que ya es experta. Hay cosas por las que antes se necesitaban librerías que no terminaban de funcionar del todo bien - y había competencia. Ahora mismo, como ya se sospechaba que tarde o temprano ocurriría, lo que vemos es una nueva gama de productos ya consolidados.
Esto nos lleva a una fase fundamental de la creatividad: el agradecimiento. Cuando una persona es agradecida consigue consolidar sus ideas en la cabeza para marcarlas como "válidas", razón por la cual esa persona no necesitará volver a revivir pensamientos que no necesita y tendrá las ideas mejor estructuradas.
Esto mismo está pasando con la tecnología: están apareciendo muchos productos Open Source que permite la investigación de temas que sí son de relevancia. Ese estado de agradecimiento provoca que los expertos ya no tengamos que preocuparnos de tener que resolver algo que ya está resuelto, y nos debemos centrar en las otras dos grandes ramas: la dirección de la producción y la programación creativa.
Hoy día los chats inteligentes no son capaces de imaginar un juego, y de mejorar su interfaz y sus reglas para hacerlo más divertido. Sin embargo estos planteamientos, que son triviales para cualquier niño, no son metafísica - no es como la llamada "inteligencia artificial". Es fácil de calcular y determinar hasta qué punto estamos trabajando con algo "divertido". Y es por ello que para cuando la máquina reconozca esta capacidad para hacer simulaciones habrá alcanzado el último nivel de singularidad aunque, como ya mencioné en su momento, existe una singularidad alfa por la cual el programador es el primero en percatarse de que la máquina ya es capaz de hacer estas cosas...
Y es que el problema está hoy día en el tema de "para qué usar estos productos" y no tanto el cómo hacerlos. Es un problema de producir, un problema de crear proyectos útiles. El ser humano no es tan imaginativo como para saber aprovechar todas las posibilidades. Y los que son muy imaginativos no tienen tantas ideas rectilíneas en la cabeza como los que han dedicado media vida en intentar resolver lo que ya está resuelto.
Ese proceso de volverse agradecidos supone dejar a los programadores con el pie cambiado, y ahora hay que empezar a replantearse los proyectos humanos de manera que se puedan organizar con roles idóneos para producir la nueva tecnología - aprovechando los productos gratuitos.
La situación actual deja a las personas con una sensación de deseliquilibrio de Nash en lo referente a qué política seguir de cara a la producción: da la impresión de que hay que adoptar decisiones, porque no se termina de encontrar una solución local óptima.
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