jueves, 30 de marzo de 2023

La denuncia y la crítica

En toda sociedad moderna los individuos son capaces de abordar cualquier crítica para darle un tratamiento independiente a la denuncia. Cuando no se entiende la denuncia como un instrumento del denunciado más que del propio denunciante estamos ante sociedades un tanto incivilizadas. 

La auditoría interna, la resolución creativa y las denuncia y crítica sociales son las cuatro maneras de balancear una posición cultural dentro de un colectivo. La cultura, en ocasiones, tiene posicionamientos - pero si no queremos considerar éstos como meros contingentes susceptibles de no ser respetados se obliga a que haya un lenguaje que establezca unos protocolos que ubique tales posicionamientos como dentro de lo necesario. Para ello antes debemos identificar los tipos de conflictos que suelen suceder, lo que hace que un colectivo no sea capaz de abordar su propia convivencia con sus propias normas.

Una sociedad moderna recoge los símbolos necesarios para representar los términos oportunos: lo que hace que los meros individuos se constituyan como personas es precisamente nuestra capacidad para definir esa humanidad que le hace falta a una civilización para que no sea incivilizada. Y es aquí donde debemos pararnos un poco: ¿de qué manera una sociedad acabará pasando por etapas de falta de madurez?

Un individuo aislado es capaz de madurar a su ritmo, y éste posee un gobierno sobre su persona que es inalienable. Sin embargo, el colectivo al que pertenece se mueve por unos cambios que vive el individuo con una cierta sensación de impaciencia, y el gobierno de ese colectivo, en ocasiones, ha sido usurpado por un dictador que, generalmente, se autoproclama como representante democrático. En la medida en la que la democracia sea una farsa el hombre moderno vive impurezas en su entorno colectivo, y esas impurezas convierte al hombre moderno en postmoderno en una suerte de transformación cultural conjunta.

La hegemonía cultural que lleva al colectivo a comportarse de una u otra manera en ocasiones, por tanto, sucumbe a contradicciones y errores de base. Y es que lo hegemónico no tiene porqué ser como un teorema, coherente; lo hegemónico, simplemente, es hegemónico porque es lo que se repite. Sin embargo, la naturaleza de cualquier sistema que es incoherente es o sucumbir a una vuelta a la coherencia o ser testigo de su autodestrucción - con una suerte de aceleramiento, por lo menos, el suplicio puede hacerse menos tortuoso.

Y eso es lo que se puede llegar a vivir en entornos corruptos, cuando no se puede distinguir entre denuncia y crítica: si se comete alguna infracción legislada el que lo expone denuncia, mientras que si una persona comete una infracción contra algún mundo moral entonces probablemente será criticada. Son dos conceptos claramente diferenciados por la oficialidad de la ley, por lo que sería muy preocupante que justo los propios funcionarios no entiendan un matiz tan básico.

Sin embargo es lo que suele suceder con demasiada frecuencia. Cuando se critica a un tercero negativamente lo propio es hacerlo teniendo al aludido delante o tras haberle pedido permiso para hacer propaganda de sus valoraciones necesarias. Mientras que cuando se denuncia el denunciado debe asumir la primera denuncia a través de la oficialidad, y luego el resto de los actos de denuncia en virtud de cómo se hizo firme el conflicto - pero siempre desde la independiencia del denunciado.

Son ideas básicas: si denunciamos a un cura por pederastria su opinión, o la de su comunidad, es irrelevante. Si denunciamos a un profesor por agresiones y sigue siendo profesor, entonces su pasado podrá ser recuperado constantemente con el fin de advertir al resto de los estudiantes... La denuncia no es un rumor; difundir rumores es antidemocrático, como acallar las denuncias sociales. Son formas de cohartar la libertad de expresión.

Las sociedades postmodernas se descalibran y evolucionan contra las personas, y los convierten en instrumentos del poder - concepto que no existe si no es a través de los miembros de ese colectivo. Por eso, ese poder, hoy día llamado capitalismo, funcionará muy bien con las fórmulas que permitan entrar en ese juego y sobrevivir mejor que lo que haría cualquier ser humano. Es la irrupción de las máquinas, y de las fórmulas financieras.

Como si estuvieran dando de comer a una especie de homúnculo, que es un ser humano que tiene un capital desbordado, la máquina persiste y le da instrucciones para "gobernar" al mundo. Para el que vive en ese paraíso es bastante idílico, porque materialmente no le falta de nada. Pero, muy en el fondo, sabe que no adopta decisiones propias - y eso le deshumaniza. Cada vez que toca algo vive una nueva crisis financiera, ¿me equivoco acaso? La maquinaria es tan compleja que la planificación no necesita segundos de a bordo, el capitán es la máquina, y la auditoría interna es su Legado.

Poco a poco los engranajes se van haciendo más exactos y la planificación del Capital tiene que ser como ella diga: el estudio de la calidad del trabajo se mide a través de las auditorías internas, para así saber cuál es el engranaje que falla, dónde hay que echarle aceite. Si en ese sistema hubiera alguna clase de hueco aún habría sitio para la creatividad, pero la máquina ya decidirá por ti: su planificación es la planificación de la economía, y nadie ha votado por esa política - simplemente representa las ideas del liberalismo, supuestamente.

En este proceso de idiotización, tarde o temprano la humanidad acabará por darse cuenta del valor que tienen esas monedas; y los que no se den cuenta tarde o temprano acabarán igualmente autodestruyéndose con la propia máquina, así que para el caso es lo mismo.


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