No veais lo que me gusta tocar estos temas, proponer implementaciones, definiciones..., me encanta mojarme, y que me corrijan en lo que en principio me equivoque - que me encuentren puntilladas, que se pongan finos conmigo ante un posible error que haya cometido, indagar los límites del mal uso de mis términos...
Y habré leído bastante al respecto, nunca lo suficiente. Cosas que hago y siempre haré es vanalizar la distinción de términos que en realidad son suficientemente equivalentes, matizar sobre distintas apreciaciones donde un término concreto se usa sin distinguir sus distintos usos..., es la pugna por el mejor lenguaje que necesitemos para conseguir concretar con el ingenio adecuado.
Poco a poco ya definí hace años lo que es la consciencia, y fui perfectamente consciente de que era imposible que un individuo aceptara la definición: las personas necesitan percibir que eso que es lo que más desarrollan, que es la mitología de la consciencia, debe existir y ser misteriosa. Sin ir más lejos, la existencia de Dios se queda relegada a un segundo plano en comparación con la defensa de la existencia de la consciencia: ¿acaso veremos a un religioso de cualquier religión decir que cree y que él mismo no tiene consciencia o alma? Es decir, la ideología más inexpugnable que existe es la del constructo de la consciencia: hay una consciencia moral y una consciencia innata; la innata me la perdonarán, es la que definí hace tiempo - pero la consciencia moral, lo primero es que jamás de los jamases me admitirán el llamarla así, y lo segundo es la definición que me atreva a darle.
No puede haber animal que no tenga una consciencia innata. Dicho esto, ya se me echarán encima con sus hazadas en ristra, hordas de campesinos y falsos trabajadores armados con antorchas en avalancha contra mí. Pero claro, si ahora me atrevo a aseverar la consciencia moral, la que es objeto de estudio en informática, se está ya ultimando hasta alcanzar la intelectualidad humana..., ¡uff! Y me río, porque quiere el ser humano proteger la singularidad, no quiere ser testigo de la muerte del mito del alma.
Sin embargo no tenía razón Davidson, alcanzada la singularidad no se demuestra el fisicalismo - eso es porque no entiende cómo funciona la filosofía conexionista. Y, claro, si yo mismo tengo tantos problemas para explicar las dos filosofías exactas a mis propios colegas, ¿cómo espero pretender explicarlo a quienes no tienen ni formación informática? Este blog se ha convertido para mí en una expresión de mi pesimismo de cara a la sociedad: ¿para qué seguir creando tecnología? ¿Sirve de algo una fórmula que nunca será usada?
Ya me lo decía un amigo: haz solo lo que uses tú. Aprovechar lo que hago para mí no es tan fácil: no lo es cuando solo veo pobreza, cuando no veo un mercado. Veo que a la gente le va bien, pero el que no sabe comerciar no entra en el juego.
Es en eso en lo que consiste la Consciencia Moral. Tanto Alan Turing como la gente en general cuando intenta poner a prueba a chats como You.com lo hacen bien: ¿se trata de ver si son capaces de responder según nuestras espectativas? Se trata de ver hasta qué punto es consciente moralmente de lo que dice.
La consciencia moral, tal como la defino, es la que encaja con la conducta esperada por parte de una criatura consciente: es la habilidad que tienen los que se percatan de las consecuencias de la huella que ellos mismos dejan. Por tanto, para empezar, es posible hacer un test para evaluar cuál es el nivel de consciencia que tenemos. Sin embargo lo gracioso del tema es cómo sería el test.
¡Preparen sus antorchas que lo digo!
Es algo que muchos se lo podrían imaginar, porque al fin y al cabo es uno de los temas centrales de mi blog: el test que evalúa tu consciencia moral es el mismo que evalúa tu compromiso con el pacto social ¿Suena de algo las qualia de John Dewey? Pues bien, la capacidad que tiene el individuo para poner en valor la democracia es lo que conforman los ladrillos de la consciencia. Por eso en su momento le preguntaba a ChatGPT3 aspectos que le obligaba a ser consciente que o comunismo o muerte..., pero si no se entiende, no se entiende.
No se entiende, no se es consciente...
Han pasado tres meses desde que me emprendí a probar a bajar mi perfil. Y hago evaluación, soy consciente de que no tengo espectativas de ganar demasiado atractivo a las empresas: ¿qué es lo que podrá hacerles entender que mi tecnología va parejo con resultados? ¿qué es lo que se supone que puedo comunicarles para que entiendan que pueden invertir su tiempo en investigar mi valía como programador?
Mejorar mi currículo es como continuar andando en mitad del desierto, con la esperanza de encontrar en el vacío absoluto algún atisbo de oasis... Hay gente más joven que seguro que me habrá adelantado en los aspectos en los que estoy empezando: intento hacerme propaganda de puntos en los que no soy fuerte, y que ayudarán a ocultar mis puntos fuertes entre toda esa propagación de habilidades que muestra mi currículo y que no activan la curiosidad de las empresas.
Quizá los proyectos que me llenan no coincidan con los de las grandes mayorías. Pero el grado de consciencia que tiene la humanidad se mide por la capacidad que tiene de combatir la pobreza. No tanto la desigualdad, o el hambre..., directamente la pobreza, como pilar fundamental. Está claro que una sociedad que no tiene en cuenta la ecología es terriblemente inconsciente (moralmente), pero es una consciencia cultural - no les convierte en criaturas horrendas, todo lo más en salvajes incivilizados, en personajes cuyo criterio racional es de menor envergadura, o de poca catadura moral.
La razón por la cual a las personas les interesa tanto conocer tests de inteligencia, y esperan de los artículos que hablan de inteligencia el que se lea con orgullo es porque la inteligencia es un objetivo semiológico que a todos los seres vivos nos interesa poder evaluar. Pasa lo mismo con las empresas de Machine Learning: se han dado cuenta de que compartiendo su código evolucionan más rápido. La democratización del código está ligado con conseguir la singularidad antes.
Cuando un carpintero termina una puerta le interesa la opinión de la gente, para que le diga lo funcional que es su puerta. Lo que pasa es que, claro, una puerta es una puerta. Aún así, le interesa saber cómo ha quedado la puerta - se queda mirando, espera alguna clase de confirmación por parte de su cliente. Es así: necesita un feedback, una manera de evaluar su inteligencia. Así que si se entera de un mecanismo que le ayude a hacer una predicción de su sistema de entrenamiento, parecerá interesante.
Sin embargo, el mismo carpintero, si su cliente empieza a hablarle de la de pinos que han sido cortados para hacer esa tabla, y empieza a dirigir su trabajo hacia lo intrínseco entonces al señor carpintero muy difícilmente le agrade la conversación, y esperará que el cliente le hable con una especial humildad, y sin pasarse demasiado de listo.
Esa es la relación que hay entre los artículos que hablan de la inteligencia y de los que hablan de la consciencia, cuando ambos artículos en realidad desarrollan la misma tecnología: ¿quién es capaz de hacer una tabla sin cortar árboles o hacerlos cortar? A la hora de llevar a cabo el procedimiento sobre una máquina hablamos de lo mismo. Pero claro..., estás que se lo explicas a un señor de letras obsesionado por la dualidad del alma ¡Ay si me dejaran hablar de la señora dualidad sin estar obligado a ser humilde!
Parece que mis estimaciones sobre los distintos grados de singularidad por las que va a pasar la sociedad se va a producir antes de lo que muchos se imaginan - aunque hay que tomar en cuenta una serie de restricciones... Bueno, para cuando desarrolle mejor mi teoría del género único.
Desarrollar animales con cualidades intelectuales y sociales superiores al del ser humano ya es tecnológicamente posible, y que esas cualidades tengan un uso pragmático en nuestra realidad social. Lo artificial sigue sin cumplir objetivos fundamentales para lo cual ha sido diseñada, y esa es la única razón por la cual realmente está evolucionando más rápido que nunca: por cada pequeño avance descubierto que deja obsoleto al anterior se reafirma el uso de la democratización de las herramientas, que nunca terminan de dejar de ser útiles para los más diversos objetivos.
Es así como nace el pacto social: del inestimable valor de cada individuo, del hecho de que es insustituible. Así que su pobreza individual es nuestra pobreza general: la teoría del tonto útil es un dogma que limita el potencial de una sociedad ¿Qué sentido tiene que los programadores defiendan la solidaridad tecnológica y al mismo tiempo que su tecnología crea que tiene validez la teoría del tonto útil? Es un sinsentido que tarde o temprano sucumbirá: el zénit tecnológico solo es alcanzable en concordancia con un zénit filosófico resultado de un desarrollo semiológico que concuerde con todas las llamadas desde la semiótica. Llamadas que supongan un cierre categorial de para qué necesitamos tales herramientas. Este cierre categorial reconoce la única definición válida de lo que se ha dado por llamar inteligencia artificial general, término muy dado a la ambigüedad que, dependiendo del ensayo, quedaba definido de una u otra manera. Incluso en ocasiones esa tecnología era definida de dos maneras contradictorias por el mismo ensayo, y por parte del mismo autor que propuso el término: una locura.
Y muchos se lo preguntarán, ¿qué puede significar que una red de ordenadores sea consciente? Lo mejor es la respuesta, porque, por supuesto, yo también tengo respuestas para esto: el valor que le damos a la consciencia de un animal radica en la imposibilidad que tenemos de devolverle la consciencia que le arrebatamos al matarlo, como eso es algo que no ocurre con una máquina por eso su valor es de menor repercusión.
Aún así alguno, ya preparado con su hazada y echando trozos de tablas de puertas a la fogata que usarán para darme mi merecido, insistirá en que la misma tecnología que se usa para las máquinas, si fueran conscientes, entonces debería de valer para manipular la de las personas. Ante lo cual yo le respondería: que en la medida en la que podamos abrir el mito de nuestra consciencia también revertiríamos cualquier tipo de afección en nuestro cuerpo, mito por tres motivos inalcanzable a nuestra ciencia, por lo que no tendría nada que ver.
Y así podría responder si dispusiera de libertad para responder. Pero por cada pregunta una nueva puerta que me tiran a la hoguera, y ya no podré construirme la manera de dar con las salidas que me permitan salir de la pobreza. Porque ése es el asunto: mis puntos fuertes son los que menos interés tienen en las personas, esperan que les haga propaganda de sus propias tecnologías, de lo bien que funcionan sus mecanismos, de cómo no necesitan deshacerse de ellos... Pero claro, ¿y si algunos de esos inventos me chirrían demasiado?
Seguiremos leyendo cientos y cientos de miles, o de millones, de ensayos que sigan abriendo puertas con cambios ligeramente sustanciales que supongan alguna clase de mejora con respecto a lo que hace que tengan interés: su capacidad para ofrecer mejores medicamentos, un mejor corte de piezas, mejores combustibles... Pero esos modelos, que cuantos más sean mejor, nunca terminarán de ganar la partida en términos generales. Y los que entren en el juego de justificar el trabajo ajeno tendrá más oportunidades de ser promocionado entre los ingenieros del basilisco: una criatura sin consciencia moral, que devora a todo aquel que no trabaja para él tras cocinarlo con su tecnología sobrante.
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