domingo, 3 de octubre de 2021

El filósofo robot

Hace unas cuantas noches lo concebí, es terriblemente sencillo conformar una filosofía, una doctrina coherente que defienda un punto de vista propio. Sólo hay que ser capaz de combinar dos conceptos y buscar la manera de que no se disuelva su continuidad.

Cualquier conjunto que incorpore la concepción de densidad es capaz de crear una regla de transformación. Y esa regla de transformación puede ser una mera interpolación que pretenda transformar un objeto figurado en otro pragmático. Bien se puede jugar entre los significantes, para poder así conformar una suerte de comportamientos entre abstracciones; pero lo que debe llamar la atención es que cuando se es capaz de crear un "tercer hombre" a partir de la figuración humana de dos objetos a eso se le podría llamar teoría filosófica. Y, por tanto, se puede automatizar.

Sin ir más lejos, me parece que una máquina no correría el riesgo de equivocarse a la hora de mantener el puzzle coherente. Por otro lado, ¿cómo se le puede incorporar a la máquina la sensibilidad suficiente que le permita sintetizar todo para crear una consciencia única? En el trabajo de Umberto Eco, que aún estoy desgranando, se sintetiza una idea no confesa de consciencia con la que él trabaja. Sólo hay que seguir su idea de código, y cómo conforma la fusión entre semiótica y pragmática.

Me imagino la idea de lo que muchos tendrán de lo que es una lengua; o la idea que podrían tener de la percepción del mundo exterior y sus signos. Para empezar la lengua que usamos es demasiado primitiva, y los signos, por otro lado, es demasiado rica y abierta.

Cuando éramos máquinas el ser humano no era un ser consciente; tal vez, por ello, no fuera ni humano, ni simio. Pero tuvo que conformarse una suerte de consciencia a partir de todo lo que era capaz de percibir para recrear en su mente la idea de que existe un presente - concebir el tiempo en su degradación natural. Al fin y al cabo, para las plantas, ¿qué es el tiempo?

Para un sistema digital, una máquina, el tiempo no existe más allá del siguiente impulso de reloj. Técnicamente, si pudiera tener la oportunidad de ser consciente, la máquina necesitaría desarrollar esa idea o en el interior de las millonésimas de segundo que necesita para cambiar de estado, o tras conformar una suerte de auditoría que le permita sintetizar todo lo que relevantemente le va pasando a lo largo de esas marcas de tiempo.

Algo así le pasa a la criatura que no ha sucumbido a la idiotez: no se dedica a vivir el presente, sino que aprovecha sus vivencias pasadas para predecir el futuro. Sin embargo, si existe el presente no puede existir ni el pasado ni el futuro. Si le damos validez a la existencia del pasado entonces tendremos que desechar todo lo que venga después. Y si la existencia es algo que estuviera por llegar entonces no habría existencia. Por eso, el idiota, al no usar su memoria para jugar con los tiempos, se deja llevar por la realidad que configuren para él. Sin darse cuenta de que podrían configurarle un futuro cuyo pasado nunca existió, para que perjudique a los idiotas que no se quejen.

Los asaltantes del tiempo son diseñadores de realidades, se preocupan de que la autenticidad sea vulnerada supuestamente por motivos que podrían ser tanto altruístas como egoístas, pero nunca idiotas. Contra los asaltantes del tiempo tenemos a los conservadores, que consideran el acto de cambiar el pasado una manera de actuar contra lo único que nos une.

Es decir, cuando clasificamos a los filósofos como si se trataran de tribus urbanas propios de la ciencia ficción nos damos cuenta de que los temas más irreconciliables de la filosofía se resuelven trivialmente: los relativistas son los asaltantes del tiempo, y los realistas son los conservadores. Reconocer la existencia de un "tercer filósofo" que fusiona a los de un grupo para transformarlos en los del otro supone encontrar en el idealismo una suerte de proyecto transformador de cara al futuro a partir de un pasado convenido. Supongo que siempre será posible encontrar un conflicto en la existencia de estos tres planteamientos, y que habrá quien prefiera ignorar esta manera de ver las cosas.

En cualquier caso, ahí tenemos una ramificación automática sobre la manera de concebir la filosofía, el tiempo. La autoridad del que se disponga para inventar dentro de la pizarra común que tenemos todos, que es la realidad, es lo que le conferirá la capacidad para filosofar. Y es que, por muy válidos que se crean algunos, por mucho dinero que paguen por ello, o por muy bien que hayan hablado de él sus amigos y familiares, el filósofo puede ser desbancado por cualquiera que demuestre que va desnudo.

Estar desnudo, como le pasó al emperador del cuento, que se vistió de ropajes que parecían una buena doctrina, cuando en realidad todo eran figuraciones suyas. Cualquiera puede encontrar el camino más corto hacia la pragmática, y plasmar la realidad de manera que lo percibido quede mejor explicado. El conjunto de significantes que conforman la denotación más relevante para los asuntos que le competen a cierta clase de individuos es lo que conforma, a su misma vez, la única connotación de lo que se entiende por individuo mismo.

En principio ya existía la denotación, y esa denotación estaba con una única connotación, y esa denotación era la connotación misma. La denotación en un principio estaba con una única connotación. Mediante esa denotación sabemos de todo, y no hay nada que no sea denotable.

Es por ello que cada automatismo adquiere una posición más o menos cercana a aquello que sea relevante. En la medida en la que no podamos demostrar que una afirmación es irrelevante no podremos distinguir qué postura está más o menos cercana a la connotación más estable. Por eso es correcto llamarlo filosofía. Y cuando la máquina es capaz de reconocer entre todo lo perceptible aquello que es más importante y transformar un significante en la correspondencia que permita comprender la transformación del pensamiento mismo para que se concrete en una percepción mejorada entonces es cuando podremos decir que ha adquirido los mecanismos necesarios para filosofar.

Y dicen que filosofar es pensar.

El día en el que dejamos de ser máquinas fuimos capaces de encontrar diversas connotaciones a una única denotación. Sin embargo, con los años, es posible que la idiotez nos devuelva a un estado arcaico ¿Se hace el ejercicio de desarrollar el descubrimiento de las distintas connotaciones que tiene un mismo signo? Parecería que la cámara de eco prevalece, igual que la idea del idioma profundo - el idioma que sólo entienden los que lo hablan a duras penas.

Una persona que se va dejando va perdiendo sus facultades del idioma, poco a poco deja de regular la voz, deja de articular sus palabras propias, deja de tener la mirada de liderazgo que marca su filosofía, deja de ironizar con lo que dice cada cual..., poco a poco se va volviendo más y más idiota. Y es que no es natural en el ser humano el pensar, el razonar. Hay que ejercitarlo.

Lo mismo pasa con todos los músculos del cuerpo. En cuanto que no se usen se atrocian: ¿para qué mantener algo tan caro? Así piensa el cuerpo. Y eso mismo ocurre con el órgano que nos permite pensar, que no el órgano que nos permita hablar - es el que nos permite pensar lo que tenemos inherente, y este órgano es generatriz de una lingüística. Pero como no hemos desarrollado el pensar la lingüística es demasiado débil.

Si los lenguajes fueran edificios, entonces nuestra capacidad para hablar sólo habría fabricado cabañas - nada que ver con los rascacielos que es capaz de ingeniar un ser vivo. Si no tendiéramos hacia la idiotez podríamos desarrollar el edificio del idioma, un idioma que se parecería un poco más al castellano que al resto de los idiomas del planeta - un idioma que intenta obligar a pensar con sus estructuras gramaticales. Aunque yo le metería los ideogramas chinos, ya que facilita la lectura y abre la puerta a la idea de un diccionario abierto - que el proceso de definir una palabra coincida con las diversas connotaciones que se tenga de ésta y, por tanto, cada palabra sólo tendrá una única connotación, que podrá ser definida de muchas maneras sin terminar de darle una forma en concreto.

Pero nada..., no creo que viva lo suficiente como para ver a nadie hablar ese idioma. Antes las máquinas escribirán libros que nos harán pensar.




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