Los ordenadores han conseguido superar a los maestros humanos..., en ajedrez. Existen una serie de aspectos también impresionantes en la capacidad para mantener una conversación dentro de un corpus, aunque el control del contexto aún genera mucha controversia ¿realmente a eso se le puede llamar pensar cuando no parece incorporar aspectos fundamentales de nuestra abstracción?
No profundizaré esos temas, aunque es cierto que en estos últimos años me he estado dopando bastante sobre pragmática.
El asunto es que he observado cómo en ajedrez, por lo menos, ya se admite que los ordenadores a penas cometen errores terriblemente improbables - nuestra incapacidad para explicarle a una máquina porqué no debe cometer esa clase de errores sigue estando ahí, lo que da pistas que la máquina aún no parece tener capacidad para penar. Sin embargo, más allá de eso..., supera a los más grandes maestros.
Podemos encontrar jugadas que no se aconsejan, que han sido más que comentadas en libros de ajedrez, y resulta que las máquinas igual que no escucha a los programadores cuando se equivocan tampoco se sienten intoxicadas por los malos consejos que se repiten - no jugarán peor porque los humanos acostumbren a jugar mal.
De hecho, la propia máquina podría replantear el valor de las piezas del ajedrez, si quisiera, mediante un estudio estadístico convenientemente programado. La máquina podría replantearse hasta qué punto conviene enrocar, y darle más o menos valor en virtud de su propia experiencia - ya que será mucho mayor que la que obtenga de los libros de ajedrez o bases de datos.
La máquina podría incluso ser programada para especular sobre las debilidades de su adversario y probar suerte con "celadas", para que le resulte más fácil vencer a un humano - cosa que no necesita realmente, porque esas máquinas ya vencen a los humanos y lo que realmente les conviene es intentar engañar a otras máquinas, los vástagos de los adversarios de sus programadores.
Y esas son las ventajas del ajedrez: como no es más que un problema PSPACE se puede objetivizar: si alguien asegura que una jugada es mejor sólo tiene que demostrarla, y el proceso de demostración es visual y bastante trivial.
Lo mismo no pasa ni con la filosofía, ni con el derecho, ni con la psicología, ni la medicina y, por descontado, ni con las matemáticas. En el mismo instante en el que una persona asegure que ha demostrado algo sólo necesitará un grupo de gente que se lo confirme y, si la comunidad científica funciona, entonces la respuesta deberá ajustarse al objeto de lo que se asegure. El objeto de lo que se asegura es la cosa en sí, que no viene de nadie, salvo de dos posibles mundos: el mundo de lo físico o el mundo de lo entero. Lo físico es lo que experimentamos con los sentidos, mientras que lo entero es lo que experimentamos con el desarrollo de las exactas.
Hoy mismo he estado remontando algunas demostraciones matemáticas. Éstas han sido la base de un conocimiento teórico muy avanzado en informática, pero que no fue capaz de generar tecnología. Y es entonces cuando quizá deba ponerse en cuarentena tales conocimientos, si no se entienden o no se abordan correctamente.
Los formalismos matemáticos pueden ser desarrollados en informática, pero con la correcta filosofía. Decir que los teoremas de Cook o de Fagin son constructivistas es lo que mis maestros me decían a mí. Pero cuando lees las demostraciones te das cuenta de que es un error monumental: son demostraciones formales, precisamente porque no son capaces de ayudar a construir nada.
La cosa es que con la filosofía constructivista, con el conectivismo, sólo funciona bien las demostraciones constructivistas. Mientras que con el conexionismo se debe considerar la laxitud de las clases de problemas en lo que se refiere a eficiencia; esto es porque el conexionismo mezcla el mundo físico con el mundo entero, cuando el conectivismo se mueve en exclusividad con lo exacto.
Eso nos generará dos filosofías exactas, con dos respuestas diferentes a una misma afirmación. Pero seguirá estando ahí por mucho que los maestros sigan repitiendo la mentira de que tales demostraciones tienen plena validez y vigencia. Ellos son los que dicen que es mi discurso el que se contradice, cuando soy yo el que les acusa a ellos no sólo de ser contradictorios, sino además estériles: su filosofía no crea tecnología, la mía sí. Y eso que aún no me he metido de lleno en el conexionismo.
Es más fácil de entender el conectivismo; y aún así se obcecan con demostraciones que no encajan con esa filosofía. Son ellos los que desprecian la realidad del mundo en el que viven, y se comportan como locos.
Pero ellos son los que me descalifican a mí. Al fin y al cabo, ¿quién sabe de mí?
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