viernes, 29 de enero de 2021

Verlos crecer como lápidas en un cementerio

No puede ser que me monte historias, que me enfade conmigo mismo o me vea en la obligación de clamar al cielo. No me veo montando un vídeo de Youtube para ver cómo se queda la máquina clavada al subirlo, y correr el riesgo de que algún cliente me pida una recarga para hacerle esperar.

En definitiva, que será aquí donde pretenda despacharme a gusto.

Aún veo debates que me sugieren errores de concepto, errores que se ven más claros después de haber consultado con la almohada. Es entonces cuando las fórmulas se reavivan con la teoría general. Y es que ese debate que vi a dos liberales, uno escondido y otro que sentaba cátedra, es lo que me ha hecho chirriar.

Todo parte de la idea del objeto del debate: hablar de eso que llaman los derechos individuales, las libertades, y esos menesteres. Podemos ahondar en la cuestión de usar una terminología mucho más exacta, pero claro: ¿de quién será dicha terminología? Insinuar que esos términos son unos y no otros es la elección del modelo dentro de la lógica circunstancial que se elija para discutir la deóntica.

Sin embargo, cuando no se es capaz de reconocer la construcción del modelo lógico al final lo que se tiene como constructo es la conducta, la moralidad, de quien diseñó tal modelo, tal teoría del uso del lenguaje. Y es que los modelos lógicos se constituyen dentro de un marco, y ese marco era lo que tenían que haber fijado para dejar bien claro cuál era el ámbito de aplicación.

Y me enciendo, me levanto, me pongo nervioso..., porque veo el bucle que se repite, con los errores más clásicos de la historia, el hecho de que no se observa el punto que rompe el esquema. Y el punto siempre ronda la misma problemática: que no es el técnico el que deba resolver con su lenguaje, sino el filólogo, el filósofo, el etimiólogo, el culto, el literato, el director, el autor...

Es una cuestión de poesía reclamar al ciudadano su incorporación en la historia que se pretende conformar: cuando se trata de revoluciones ese es el primer paso, hay que crear una historia que convenza.

Y se trata de un problema cuyo contenido de cara a los ojos del científico no es sino poesía. La razón se convierte en una suerte de rescate hacia el lado más interno del ser humano para partir del único punto de partida: Los Derechos Fundamentales.

Antes de la existencia de la carta que fue escrita por los más refinados filósofos, y con el éxito que produjo el hecho consumado de que no haya sido puesta en entredicho en todo este tiempo más allá de la necesidad de incorporar más elementos, se observa que el debate exige continuarla para así conformar la parte dogmática de una buena Constitución en un estado que quiera conformarse de derecho.

Y claro: para redactar la parte dogmática debemos consultar al poeta, no al abogado. Debemos valernos del filósofo, no del economista. Debemos escuchar al filólogo, no al politólogo. Porque tengo entendido que el politólogo estudia las relaciones de poder, y el poder - como bien deduje de Bertrand Russel en su discurso de obtención de premio nóbel - no es más que una emanación del miedo. Miedo a morir de hambre, a no tener, a perder y vivir miserias. Quien quiere el poder no desea de manera constructiva, sino que opera con miradas destructivas. La naturaleza del ser humano no es el miedo, esa no es la fuerza social que le impulsa. 

Por eso clamamos a los autores de la civilización, a las figuras que nos enseñan qué es legítimo y qué no lo es, que nos ayuden con sus figuras literarias, sus estructuras, qué es lo que evoca cada teoría política. Porque la política para el que estudia ciencias sociales no tiene una definición válida para crear una constitución en un estado de derecho. Esa afirmación nunca la veremos refutar ante ninguna persona suficientemente atenta y racional.

De la misma manera que la política tiene una definición inútil para el que quiera conformar el proceso constituyente cuando ésta es definida por los informáticos, resulta que le proceso constituyente obliga a encontrar el ámbito adecuado para saber cómo hablar y así conformar teorías que no sólo sean coherentes sino que además sean relevantes. Pues de la relevancia se obtiene el crecimiento de algo que acabará vivo, y no esos bucles estériles que crecen y crecen en un debate que alza figuras en un cementerio.

El objeto del debate radica en las letras puras cuando hablamos de procesos constituyentes. Porque sólo las letras en su pureza nos hablan de los arcanos que se han replicado en la sociedad en virtud de lo único que le parece al colectivo un concepto auténtico.

Yo mismo, en mi panfleto, mostraba en este blog un intento - quizá vano - de desarrollar una teoría de los procesos constituyentes. Con sus postulados, sus preceptos..., pero nunca desde la informática o las ciencias sociales - sino desde las letras, la filosofía y la construcción de relatos de dignificación del individuo y de la determinación de cuál es el papel genuino del colectivo al que pertenece.

Y lo hemos visto reflejado a lo largo de la historia: Rousseau con su contrato social en oposición a los vicios del feudalimo, Sartre con la carta a las naciones unidas en oposición a los vicios que puedan traernos la socialdemocracia, así como Martin Luther King Jr en su discurso que clamaba a un sueño que no era sino la crítica que recibían las facciones mayoritarias cuando repudian a las minorías. Todos esos discursos se fundamentan en un patrón que se ha dado a lo largo de la historia: claman al origen del individuo mismo y establecen una ética basada en alguna clase de pacto entre el individuo y su colectivo establecido por cómo está hecho el individuo en sí.

¿Qué esperamos de los colectivos? De ahí nace el individuo para-sí. El existencialismo es un lenguaje válido para comprender cómo evoluciona el lenguaje de esos debates. Y claro, ¿qué se entiende por legitimidad?

Si no nos valemos de un lenguaje legítimo para entendernos acabaremos en bucle y, peor aún, los constructos no serán sino reglas inertes que no funcionarán para abordar (ser relevantes) los problemas para los cuales se crearon esas instituciones.

La democracia debe reconocer el teorema de la incompletitud de Gödel: no existe fórmula perfecta. Por tanto no existe la legitimidad estática. Por tanto no es posible crear un modelo de proceso constituyente que sea coherente y relevante a la vez. No existe porque es matemáticamente imposible constituir un conjunto de reglas suficientemente válidas para abarcar un problema de esa envergadura.

Así que la legitimidad democrática está destinada a ser dinámica. Es decir, la democracia tiene que ser un proceso de progreso - continuo. Y no es decir que si no alcanzamos la igualdad material es porque no somos iguales, esa percepción ultrachovinista, ultraderechista, ultraconservadora, de muñeco de paja, no le importa absolutamente nadie. Es una percepción de no alcanzar una legitimidad que no repercute: los problemas más simples por su irrelevancia no tienen solución.

Es objeto de la democracia determinar cuál es el siguiente debate de lo legítimo y, por tanto, flexibilizar su significado. No se trata de imponer con violencia, o de colocar a una persona que haga nombramientos..., todo eso es dictatorial, absurdo, impropio... No se puede crear una institución como parte del estado sin una misión-visión. Porque todo ente jurídico, ya sea ley, institución, cargo, etc..., tiene una razón de existencia o no hay razón para su permanencia en los presupuestos. Y es objeto de la política que ya se haya constituido más allá del poder constituyente el abandonar el lenguaje de los cultos, de los dogmáticos, y entrar en el debate del derecho, de la economía... Pues la política que dirige un país es la política del estado que determina cómo administrar los recursos públicos.

Dos definiciones diferentes para la política: la que habla del proceso constituyente y la que habla de la dirección o magisterio del estado de derecho.

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Mientras tanto, el técnico que aquí se encuentra mira al estado como si fuera empresa. La empresa no es un ente fijo, como muchos malos comunistas se creen, sino que es una estructura que se reinventa constantemente. A medida que vienen los proveedores éstos proponen reestructurar tu idea de negocio y la misión-visión cambia. Entonces es cuando tienes que reinventar las amortizaciones de tus bienes inmuebles y replantearte las penalizaciones de las decisiones que adoptes de cara al futuro de tu entidad jurídica, tu empresa. Todo dependerá de la demanda, de si hay o no respuesta por parte de los clientes.

Plantearse la legitimidad de mi empresa como un ente fijo es el equivalente a plantearse la legitimidad de mi empresa en virtud de si es legal o no en base a lo que diga la ley. Y ese no es el objeto que tiene la palabra cuando hablamos del proceso constituyente en el que debe entrar un nuevo proyecto - ya sea lucrativo o no. La ley es cosa muerta a estos niveles del debate. Lo legítimo está vivo y debe progresar a estos niveles del debate. Si no somos capaces de redactar un documento visión-misión al nuevo mercado al que queremos invadir con nuestra inversión entonces la inversión no estará bien justificada.

Hace tiempo redacté un post sobre cómo crear arengas. Pues bien, las arengas se crean a partir de un estudio DAFO - y son el resumen de una buena visión-misión que se sobreentiende necesaria de cara a todos los individuos a quienes está dirigido el discurso.

Si piensas revolucionar más te vale reivindicar a las vísceras. Y si gritas mucho y las vísceras no se dan por aludidas más te vale darte cuenta del ridículo que haces porque siempre hay tiempo para la rectificación.


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